06/15/2018 por Marcelo Paz Soldan
Lovecraft y El color que cayó del cielo

Lovecraft y El color que cayó del cielo


Lovecraft y El color que cayó del cielo
H. P. Lovecraft (1890-1937) no logró publicar ningún libro en vida; sus cuentos aparecían en revistas ‘pulp’, como Weird Tales. Su fama es enteramente póstuma y comenzó de la mejor manera, con simples lectores, y luego se difundió entre escritores y críticos. Hoy su éxito es comercial y crítico: hay consenso en que los dos escritores norteamericanos más importantes de literatura de horror gótico son Poe y Lovecraft.
Lovecraft parecía modesto, pero no lo era. En uno de sus cuentos, La casa evitada, el narrador menciona que, allá por el 1840, cuando Poe vivía en Providence y cortejaba a la poeta Mrs. Whitman, le gustaba caminar por Benefit Street, pasar por la iglesia de Saint John y bordear un cementerio con lápidas del siglo XVIII. La ‘ironía’ de todo esto es que Poe, el “gran maestro universal de lo terrible y lo extraño”, pasaba en su acostumbrada caminata por una vieja casa con un jardín descuidado.
El narrador escribe: “No parece que él [Poe] haya escrito o mencionado alguna vez esa casa, ni tampoco hay pruebas de que al menos se haya anoticiado de ella. Y sin embargo esa casa… iguala o supera en horror la más descabellada fantasía del genio que pasó a su lado sin darse cuenta…”. La casa evitada es, entonces, el cuento que Poe fue incapaz de escribir. El mensaje es contundente: Lovecraft puede ver más lejos y mejor que Poe.
Lo que distingue a Lovecraft es su talento para crear una mitología. Esa es la característica principal de un subgénero que él ayudó a consolidar: ‘weird fiction’.
El ‘cuento extraño’ evitaba concentrarse en el miedo físico o en aquello “mundanamente horrible” para enfocarse en la “inexplicable amenaza de fuerzas desconocidas y… una suspensión particular y maligna o derrota de aquellas leyes fijas de la naturaleza que son nuestra única salvaguarda ante los asaltos del caos y los demonios del espacio no conocido”. El cuento extraño es literatura sobre el ‘miedo cósmico’, revitalizada hoy gracias a Jeff VanderMeer, China Mieville y Caitlin Kiernan.
En la mitología de Lovecraft, los dioses que los hombres adoran son seres extraterrestres que viven en nuestro mundo y nos controlan. Lovecraft produce una sensación de soledad cósmica, la de sentirse abandonado en un universo sin trascendencia.
A la vez, esa soledad ocurre en un mundo sobrepoblado por seres extraños, shoggoths protoplásmicos. El hombre es un ser ínfimo, una mancha en un tiempo que se alarga a miles de millones de años.
En El color que cayó del cielo, a partir de la llegada de un meteorito a la tierra, el narrador cuenta la maldición que parece cernirse en torno a un páramo cerca de la mítica ciudad de Arkham: el campo se vuelve estéril, los lugareños enloquecen, las plantas adquieren formas extrañas. Ese color que llega de afuera con el meteorito es un desafío a nuestras formas de entender las cosas.
“La más antigua y más fuerte emoción de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más fuerte tipo de miedo es el miedo a lo desconocido”, escribió Lovecraft. En El color que cayó del cielo, Lovecraft desarrolla ese miedo a lo desconocido a través de la entidad o entidades del espacio exterior que parecen haber llegado con el meteorito.
Nunca son descritas directamente, y sabemos de ellas a partir de los efectos que causan en las cosas, personas o animales que se encuentran a su paso. Lovecraft trabaja el horror a partir de la sugerencia y evita antropomorfizar a la criatura del espacio exterior: esta entidad está tan fuera de nuestros parámetros que es mejor no humanizarla en la representación. De hecho, el horror cósmico –“ese solitario, extraño mensaje de otros universos y de otros reinos de materia, energía y entidad”– se debe precisamente a que somos conscientes de todo aquello que está fuera de nuestros parámetros.
Fuente: Brújula