Literatura en Santa Cruz: La huella y los anillos
Por: Gary Daher Canedo
(Reproducimos el artículo de Gary como este lo envió a Fondo Negro. Juzgue usted, estimado lector, la diferencia entre ambas notas)
Santa Cruz de la Sierra es al presente la ciudad más poblada y de mayor índice de crecimiento de Bolivia gracias a la permanente migración de gente oriunda de las otras regiones de la República, además de la llegada de una cantidad notable de inmigrantes procedentes de otros países sudamericanos. Entonces la urbe se establece, siguiendo el modo de las ciudades sudamericanas: hacinada, desordenada, famélica, escindida, monstruosa.
En esta ciudad la tradición literaria es prácticamente inexistente, pues a pesar de de que Gabriel René Moreno, insigne polígrafo de fama internacional, nació en Santa Cruz, este escritor del siglo xix, uno de los principales de la historia republicana, estudió y vivó en Sucre (Chuquisaca), y una gran parte de su vida en Santiago de Chile. Así también sucede con Manuel María Caballero, autor de la obra La Isla, considerada la primera novela boliviana, y que versa sobre una historia ubicada en una isla del lago Poopó, en el departamento de Oruro, extremo occidental de Bolivia.
Así los narradores, cuya vitalidad está centrada en Santa Cruz, son tan escasos que se reducen a un par de nombres al nacer el siglo xx, Enrique Finot y Alfredo Flores, y otro a mediados, Oscar Barbery Justiniano y Pedro Rivero, escritores estos de una todavía aldea de cincuenta mil habitantes. Época en que en poesía podríamos nombrar a Raúl Otero Reiche, el poeta insignia local, cuyos versos están más ligados a la trova que a la reflexión de la palabra, mientras que la poesía costumbrista, fuertemente influenciada por la denominada poesía gauchesca argentina, marca espacios con Marceliano Montero y otros vates encariñados con estas formas.
Posteriormente, en los años de crecimiento poblacional desmedido, quiero decir en los setenta, cuando la ciudad se hacía en la multiplicación inusitada de sus células, surge el escritor Manfredo Kempff, novelista que basa sus historias en anécdotas sociales pertenecientes especialmente al grupo humano tradicional, es decir de la ciudad antigua.
Pero la literatura que actualmente se escribe en Santa Cruz de la Sierra, arranca en la década del ochenta, cuando Jorge Suárez, poeta y narrador, reúne en un taller denominado “Taller del cuento nuevo” a un grupo de jóvenes que ya germinaban con una voz que buscaba probablemente un modo de narrar la crisis del crecimiento cruceño. Este movimiento se consolida en los noventa cuando, probablemente a raíz de la ocurrencia de este movimiento, emergen otras voces interesantes que se suman a la faena literaria. Al mismo tiempo, una serie de escritores inmigrantes llegan para enriquecer y sumarse a esa corriente de gente que se señalará, escriben desde esta ciudad. Se diría, entonces, que la literatura que se produce en Santa Cruz de la Sierra se hace gracias a la presencia de la ciudad, que más que una amalgama del encuentro de las culturas bolivianas, está destinada a ser una de las cosmópolis sudamericanas, a donde converjan las voces de todos.
Esta Santa Cruz de la Sierra, la que inicia el siglo xxi es una ciudad cuya particularidad se centra en la actitud de su gente. El optimismo y la alegría
Para intentar cercar este panorama, nos referiremos a la muestra de escritores que aquí se trae, que no son todos, ni necesariamente los únicos representativos. Ejemplos que entremezclan, en un acto apurado, versos y prosa, con la peregrina idea de hacer eso mismo que se dice: mostrar un espacio poco conocido de las letras sudamericanas, producidas en esa ciudad que, merezca la redundancia, vive la crisis de un crecimiento traumático y una agitada convivencia cultural.
Diremos, entonces, para empezar, que las mujeres cruceñas están estableciendo territorios en el lenguaje. Así Giovanna Rivero Santa Cruz, confirma su voz que plantea los trances que se dan en el escenario del poder, ejercido y resistido entre la pareja. Claudia Peña Claros trabajando el tema erótico desde la mirada de la inocencia hace un diario de las rupturas, la búsqueda por liberarse de viejas ligazones. En la trama poética se pronuncia Gigia Talarico con un discurso de ausencia amorosa, mientras Emma Villazón, joven poeta, aparece dolida por la palabra, deslumbrada por las sombras de una población citadina intraducible. Estos ejemplos, muestran el desplazamiento del discurso de la mujer, que ha abandonado los espacios de la lucha frontal del feminismo, panfletario y demandante, por la del dibujo de los conflictos, el desarrollo del escenario y la propuesta de la necesidad de una armonía en el conjunto de la pareja. Por el momento, desde la voz interior y femenina: literatura osada y sin tapujos dejándonos su desnudez honesta y conmovedora.
Probablemente, en este mismo sendero, de lecturas de la cotidianidad, marcharía la propuesta de Oscar Barbery Suárez y Homero Carvalho, tratando de interpretar la ciudad que sienten crecer tal un caracol sin caparazón, tratando de traducirla en las múltiples voces de sus personajes, Barbery; y en la mágica circunvalación de sus ocurrencias, Carvalho, quien a su vez nos sorprende gratamente con poemas sugerentes y simbólicos.
En este contexto los inmigrantes extranjeros traen voces con tal oxígeno que permiten una mejora del aire, así Emilio Martínez y su swiftiana mirada, y Gonzalo de Córdova y su lectura crítica de la historia.
En poesía, Gustavo Cárdenas Ayad ha marcado con una obra que podemos señalar existencial, mientras Aníbal Crespo, poeta chaqueño templa los aires con sus llamadas amorosas aromatizadas de selva, también asistimos en Santa Cruz a los ejercicios experimentales de Luis Andrade, siempre en busca de nuevas formas de expresión.
Por su parte, Gary Daher Canedo incurre en una gama de géneros, y no contento con la poesía, la narrativa y el ensayo, ha publicado traducciones de Catulo y Safo, convirtiéndose en un animador de ese círculo.
Así, se puede afirmar que la heterogénea elaboración literaria de Santa Cruz de la Sierra traducida en libros, que las editoriales locales ha ido multiplicando, es uno más de los productos de la ciudad, y que es apenas la punta del Iceberg, pues se siente y se oye la insurgencia de voces jóvenes, voces nuevas, acaso alguna ya contundente.
Hasta aquí este sucinto panorama de las letras que se tejen y destejen en quién sabe qué horas, donde los nombres aquí mostrados, a sugerencia del Cónsul de Argentina, Jorge Martínez, y del reconocido poeta argentino, Roberto Alifano, son solamente huellas que la ciudad va dejando, en un convulsión cuyo movimiento está íntimamente ligada con la urbe, con Santa Cruz de la Sierra, o como muchos prefieren, la ciudad de los anillos, uno de ellos, la literatura.
08/22/2007 por Marcelo Paz Soldan