Un viaje por el planeta Günter Grass
Por: Juan Carlos Flores Escobar
Con los ojos cansados, la mirada penetrante y unos espejuelos que colgaban discretos por su rostro, Günter Grass observó su tiempo, su Alemania y su mundo con esa profundidad digna del intelectual comprometido e incorruptible. Supo conjugar muy bien su sólida función literaria con el lado político siempre de la mano con las causas justas.
Günter Grass fue un escritor espléndidamente maduro, no sólo fue testigo directo del siglo XX, sino también el portavoz de una Alemania particular y que jugó un papel protagónico en el amplio espectro de la historia. Cuestionado y acusado por su pasado en las Juventudes Hitlerianas, cuando aún tenía 17 años, Grass alzó la vista hacia el Olimpo y se consagró como escritor definitivo, a tal punto de obtener el Premio Príncipe de Asturias en 1999 y el Premio Nobel de Literatura ese mismo año.
El tambor de hojalata (1959) es su primera novela y la que lo catapultó hacia el éxito. La crítica mordaz, la ironía despiadada, el espectacular sentido del humor y la libertad creadora con que construye esta obra maestra la convierten en uno de los títulos más destacados de la historia de la literatura. Es más, Óscar, su protagonista, quien no desea crecer fue inmortalizado en el filme del director alemán Volker Schlöndorff que le valió el Oscar a la mejor película extranjera en 1977.
Recorriendo las latitudes del bagaje literario de Grass y tras un largo silencio de más de 10 años de su primera publicación, encontramos a Años de Perro (1963), una obra que muestra afanosa un cuadro de la Alemania en que nace, se desarrolla y desaparece el arrebato imperial del nacional socialismo. Decir, por ejemplo, que su propia técnica es ya una sátira, un ajuste de cuentas con la megalomanía cultural es decir mucho. Obra original reinventa el lenguaje y la narrativa para describir los horrores nuevamente inventados.
El gato y el ratón tercera obra de Grass, con la que se compone la trilogía de Danzig, es una novela inolvidable, a veces postergada por otras más famosas, donde el candor es, paradójicamente, el que desnuda la realidad. Sin duda alguna, Grass cuestionó al poder a lo largo de la historia, lo que siempre le acarreó – en especial en Alemania—todo tipo de ataques, común destino de los profetas, pese a su solidaridad y su coraje para con el dolor humano.
Cabe citar otros títulos para saber de qué estaba hecha la literatura de Günter Grass. Recordemos entonces a El rodaballo (1977) o Es cuento largo (1995) para darnos cuenta que su narrativa logró consolidar su imagen de escritor prolífico y de buena pluma. La ratesa, por ejemplo, es una obra diría apocalíptica, es una fábula, una alegoría futurista, un nuevo fin de los tiempos en el que humor y ternura, burla y candor, configuran de la mano de una libérrima estructura una sobrecogedora advertencia acerca del presente y el futuro del hombre sobre la tierra.
En efecto, Grass trató siempre de componer situaciones y jugar con el lector, aunque se mostró cauto y precavido para que el que lo lea no tenga todo servido, sino pueda investigar un poco y busque cierta información con qué disgregar las tramas y los personajes. No es casualidad que otro libro suyo Mi siglo (1999) forme parte de lo que dijimos. Cien relatos, uno para cada año, cien viñetas, cien grabaciones que reflejan los hemisferios, los meridianos, las latitudes, los océanos y los continentes del planeta llamado Gúnter Grass. En efecto, múltiples voces que recorren escalas sociales y geográficas diversas donde no existe nada moralizador, pero sí un pensamiento crítico e irónico.
Gúnter Grass, alemán de nacimiento y escritor de corazón, contuvo en él ciertos criterios de templanza y madurez, sobre todo en su obra. De más está decir que su vida política estuvo siempre en la cuerda floja, jugándosela por defender sus principios y sus ideas. En suma, Grass es un planeta que no murió, por el contrario, se transformó en una estrella que brillará y vagará eterna en el firmamento.
Fuente: Ecdótica