El “Chueco” y la narrativa del nacionalismo revolucionario
Por: Ignacio Vera Rada
1932. Latinoamérica necesita ya reconocerse, aproximarse a sí misma. Los sinos han señalado a dos pueblos hermanos la lid para resolver sus controversias –”la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Guerra de trincheras en un páramo desértico e inhóspito donde la canícula hierve y atiza el patriotismo en el espíritu.
Millares de mozos son llamados, por la orden oficial y por el corazón, para defender la Patria. Lágrimas en la terminal ferroviaria y denuedo en la esencia de los hombres.
Un joven abogado levanta su cantimplora y sus cartuchos, sus cuartillas y lapiceros: es un gladiador en el parapeto mas también lo es en la letra escrita. Empuña la péndola con la diestra; retiene el fusil la siniestra. Un guerrero integral. Témplase en el alma de esos batalladores un sentimiento progresista inigualable: nacionalismo. La revolución se inicia en el núcleo del Continente.
Augusto Céspedes nació revolucionario. Alma y cuerpo son inquietos. Estandarte de la historia de las luchas emancipadoras americanas. Periodista de bríos, narrador y político, Céspedes marca, junto a Carlos Montenegro y Armando Arce, un hito no sólo en lo referido a la novelística y narrativa americanas, sino aún en lo que concierne al oficio periodístico. Porque el periodismo es combate, es denuncia, es interpelación, es ideal.
En el campamento militar que se alza entre las malezas espinosas, el soldado apunta con precisión cada victoria, cada derrota, cada bala que hiere a un compatriota. Son los borradores de Sangre de Mestizos, relatos descarnados, irónicos y hasta humorísticos. Narrativa de denuncia. Obra que describe la experiencia de los soldados de primera línea; de los que están en la trinchera cargando munición o escribiendo cartas de amor; de heridos cuya sangre redimirá el pecado del país adormecido. Romances y belicismos. El mestizo es alma y cuerpo en esa guerra. La Guerra del Chaco es para Bolivia lo que el sufrimiento que purifica para dialéctica del alma cristiana.
Céspedes descuella como narrador, como cronista; su prosa es un deliquio revolucionario. Su cuento El Pozo ha sido traducido a varios idiomas y figura en no se qué lista que cataloga a los mejores cuentos de siempre.
Crónicas Heroicas de una Guerra Estúpida: indignación, acerba denuncia; ¡belleza literaria! ¡Es la Bolivia semicolonial! El texto narrativo que sintetiza el pensamiento nacionalista revolucionario es sin duda Metal del Diablo. Con sátira y mordacidad el autor retrata la personalidad del barón del estaño Simón I. Patiño. ¡Hay que reñir contra las plutocracias que evaden al fisco! Es una fina ironía que no pasa a ser vulgaridad porque el escritor es un literato de gran calibre y consumado. La Rosca minera es el prototipo de la antinación.
Si los detractores de Céspedes –que los tuvo, y varios- se figuran que la brega fue librada solamente en el Parlamento y en el diario “La Calle”, están harto equivocados. La novelística del aguerrido movimientista es quizá tan fundamental para echar los cimientos del nacionalismo del MNR como lo fueron Nacionalismo y Coloniaje de Carlos Montenegro, la Tesis de Ayopaya de Walter Guevara Arze y los escritos ideológicos de José Cuadros Quiroga. Gloria a los forjadores del nacionalismo revolucionario. Enorgullezcámonos de haber sido alguna vez bastión y ejemplo de la lucha por la liberación de las clases oprimidas. Edifiquemos la nación. Bolivia tiene hambre de coherencia social y sed de unidad.
¡Alianza de clases!
Fuente: Página Siete