Ars Maligna
Por: Fernando Iwasaki
Hacia 1936 y después de haber publicado Historia del ojo (1928) en una edición clandestina de apenas 134 ejemplares firmados bajo el seudónimo de Lord Auch, Georges Bataille fundó “Acephale”, una sociedad secreta de Amigos de los Sacrificios Humanos cuyo anagrama era un hombre decapitado, y que para su presentación en sociedad convocó a los interesados a presenciar una ejecución en vivo. Sin embargo, ninguno de los socios fundadores se ofreció para ejercer de verdugo, a pesar de los números afiliados dispuestos a dejarse cortar la cabeza durante la ceremonia inaugural. Algunos años más tarde Bataille publicó La parte maldita (1949) y La literatura y el mal (1957), pero hasta donde sabemos jamás llegó a decapitar a nadie. Estoy persuadido de que la idea del mal entronizada por Bataille suponía la existencia del bien –aunque solo fuera para profanarlo– porque la idea del mal que destilan las ficciones contemporáneas supone la ausencia o la extinción de cualquier expresión del bien. Por eso Billie Ruth del boliviano Edmundo Paz Soldán es un fastuoso compendio del Ars Maligna de nuestros tiempos.
Edmundo Paz Soldán ocupa un lugar sobresaliente entre los narradores latinoamericanos de su generación, pues su obra comprende más de quince títulos entre novelas, ensayos, relatos y antologías de cuento compiladas por el mismo. Una de sus novelas –Río fugitivo(1998)– sin duda, es poseída por la ambición de la “novela total” que caracterizó a los grandes maestros del “Boom”, aunque en sus narraciones posteriores los clásicos frescos políticos y sociales fueron desplazados por sofisticadas instalaciones donde la manipulación de la ciencia, la imagen y la informática construía nuevos relatos políticos, familiares y conyugales. Durante años cierta crítica asumió que lo más sustantivo de la narrativa de Edmundo Paz Soldán era su presunta necesidad de distanciarse del realismo mágico a través de la curiosidad digital y el diálogo literario con las nuevas tecnologías, pero tras la lectura de Billie Ruth no tengo la más mínima duda de que aquella crítica se quedó con lo mas adjetivo.
Mi sensación es que a Edmundo Paz Soldan siempre le han obsesionado las posibilidades literarias de lo impuro, lo siniestro, lo inquietante y lo monstruoso. Pienso en dos cuentos tan memorables como desasosegantes: “Veintisiete de abril” –publicado en Las máscaras de la nada (1990)– y “La puerta cerrada” –publicado en Amores imperfectos (1998)–, cuya iniquidad en cierta forma prefiguró la crueldad que nos abrió en canal cuando leíamos Los vivos y los muertos (2009) y sobre todo Norte (2011), la mejor de las novelas de Edmundo Paz Soldán. Tal es el linaje de los cuentos de Billie Ruth, porque sus criaturas infligen las peores atrocidades con la crueldad glacial del jugador que descuajeringa a sus víctimas en una pantalla. Por eso ahora, clarísimo por que Sueños digitales (2000) y el delirio de Turing(2003) fueron imprescindibles para la preparación y elaboración literaria de Los vivos y los muertos, Norte y Billie Ruth: porque en el Ars Maligna de nuestros días el monstruo ya no es un personaje del juego sino el propio jugador. Si Bataille hubiera podido decapitar al prójimo con un mando de Playstation, la inauguración de “Acephale” habría sido un éxito.
Billie Ruth consta de quince relatos estupendos, cinco de los cuales fueron publicados como adelanto en el volumen Imágenes del incendio (2005), una antología de la narrativa breve de Edmundo Paz Soldan editada por Calembe y la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Cadiz. Podría levantar un sórdido inventario de la canalla humana que pueblan sus páginas, pero me interesa mucho reflexionar sobre la naturaleza del mal que supuran sus criaturas. ¿Por qué en las ficciones contemporáneas, la malignidad, el oprobio y la crueldad son gratuitos excesivos, nihilistas y desinteresados? Porque después de siglos de maldad, irreverencia y transgresión el mal ya no se oculta y no avergüenza a quienes los ejercen. El mal en nuestros días es parte del espectáculo y por lo tanto una de las bellas artes que arrasa en los cines, las series y las novelas. Un Ars Delendí, un Ars Malefica, un Ars Maligna.
Cualquiera de los mejores cuentos de Billie Ruth –“El acantilado”, “Díler”, “Los otros”, “Roby”, “Volvo”, “Billie Ruth” o “El croata”– tiene tanta belleza como alevosía y su prosa ha sido miniada con la misma delicadeza con la que se pulen las huellas de un crimen perfecto para que su obviedad despiste a la justicia. En Billie Ruth no hay antihéroes porque tampoco hay héroes en el sentido convencional y positivo del termino. En realidad, los protagonistas de las historias de Billie Ruth son heraldos negros. No encuentro elogió mayor.
Fuente: Revista de Libros