La memoria en 98 segundos
Por Fabiola Morales Franco
Hace unos días terminé de leer 98 segundos sin sombra la más reciente novela de Giovanna Rivero. Ambientada a finales de los ochenta, una adolescente encuentra su camino a la adultez confrontando el régimen social, familiar y moral en el que ha crecido, un pequeño pueblo de nombre futurista y de formas retrogradas.
Hacía tiempo que yo misma había enterrado mi adolescencia o tal vez, ahora lo dudo, me había esforzado por olvidarla. Hasta que me vi sumergida entre las peripecias de una púber que hace de su leitmotif la única manera que ha encontrado de salvarse: huir. Huir para no estancarse. Huir para no convertirse en una troskista frustrada o en una mujer ausente, indecisa. Huir de un pueblo que más que avanzar en el presente parece levitar sobre él, aferrado a una especie de quimera donde los límites del bien y del mal se entrecruzan y se disipan según el actor y las circunstancias. «Futuro» dice Genoveva la protagonista de esta novela «es una palabra chantajista y barata». El futuro no existe en esta historia, el futuro es hoy.
EL caso es que al toparme con personajes como la gorda Vacaflor, las gemelas Ortiz, el grupo de las Madonas o simplemente la anoréxica Inés me produjo ganas enormes de volver a escuchar Guns N’Roses, Aerosmith o Roxette, y así lo hice. Entre en modo loop y volví a encontrarme con mi hermana que se pintaba las uñas a los quince años mientras escuchaba su walkman y tomaba el sol en bikini tendida en el jardín de casa mientras yo la veía de reojo desde la sombra, oculta tras Madame Bovary o Naná o lo que fuera que estuviera leyendo en ese momento y no me atrevía a hablarle, porque yo misma guardaba tantos secretos que pensaba que de darle conversación ella, que me conocía más que nadie, podría adivinarlos todos.
Hay crudeza, dolor y transgresión, en estos 98 segundos de vida, escritos casi como un diario, en los que la autora transgrede ciertos temas tabú que no por no hablar nunca de ellos dejan de existir y que son la lacra que Latino América no ha sabido superar. El aborto en la adolescencia, el narcotráfico establecido, normalizado, en una sociedad que lo ha asimilado como un medio de vida más, la eutanasia, los abusos físicos y sexuales a menores, corren como pequeños dardos periféricos que van calando en el lector.
La adolescencia no es sólo lo que nos cuentan, la adolescencia ni siquiera es sólo lo que contamos. La mayoría de las veces lo doloroso nos lo guardamos, lo hemos olvidado, o tal vez, simplemente fingimos que lo hemos olvidado. En todo caso parece ser que la vida se trata de ir enterrando sombras. Nos esforzamos por que el pasado no se empañe. Y sin embargo al final como diría Genoveva parafraseando a Billy Joel, Honestly is such a lonely word …Honestly, guardo la esperanza de que Madre se harte un día, que decida finalmente dejar a papá…
Fuente: Editorial Nuevo Milenio