“En las historias del libro no hay moralismos, sino cotidianidad”
Por: Sebastián Antezana
Me alegro mucho por Magela y por la nueva visibilidad que seguramente obtendrá su literatura. Tuve la suerte de presentar La composición de la sal en La Paz a pedido de Magela y tengo que decir que es un libro que me gustó mucho.
En las historias del libro no hay moralismos, sino cotidianidad, escenas tiernas, equilibradas y a veces dolorosas que nos presentan el paisaje interior y el día a día de personajes que viven en ciudades como Santa Cruz, La Paz, Buenos Aires o Barcelona.
Por ejemplo, en Gourmet, el relato breve y excepcional de una pareja al borde del despeñamiento que es condenada y salvada en el espacio de una hora por la aparición circunstancial de la lluvia. O Borrasca, cuento en que una chica joven sostiene una batalla muda con su abuela, quien pretende conquistarla a través de la literatura, y quien menciona lo venenosas que “pueden ser las expectativas de la gente que te ama”.
O como en La cinta roja, en que la historia de una violación y un linchamiento es pasada por los filtros del periodismo investigativo y la experiencia personal, y configura así, junto a la crueldad del azar y el vértigo de los ritos comunitarios, una de las piezas narrativas más complejas y poderosas del libro.
Hay más. Una joven que durante la noche sueña o se transporta mirando por la ventana. Una niña pequeña que ante la perspectiva de la muerte se pone a compadecer dulcemente a su padre. Una migrante boliviana en Buenos Aires que anuncia que “es inevitable, hay que vivir con lo feo”.
Otra narradora que recuerda cómo su hermano trataba duramente a su madre fallecida y dice cosas como que “la maldad puede ser infinitamente pura a los once años”.
Un viejo que se ahoga en un mar de lágrimas sin sal y otro que junto a un reloj le regala a su nieto algo como un principio de esperanza en un contexto duro, como el de la vida minera, en el que casi no tiene cabida.
En la lectura del libro son claros los aciertos verbales de su autora, su preocupación por la elegancia, su dosificada forma de equilibrar ritmo, trama y forma. Es claro, también, desde los primeros cuentos, que Baudoin tiende al fragmento más que al sistema, que muestra una vocación de alejamiento de las construcciones masivas y privilegia en su lugar la búsqueda de algo más pequeño, si se quiere espiritual, algo como un destello o un grano de sal capaz de iluminar una habitación.
La afición mineral de la autora está presente en todo el libro y es evidente, por ejemplo, en la elección del título, la concreción de una voluntad de búsqueda y nostalgia por lo primordial, una obsesión por la sustancia de los comienzos que en los cuentos se expresa en forma de un incesante mecanismo de la memoria que parece querer recuperar, como dice Cioran a propósito de Roger Callois, “un misterio más lento, más vasto y más grave que esta especie pasajera”.
Remontarse al principio de la historia de los personajes es una tarea que los cuentos no se permiten y, presentando sólo los finales o las instancias cercanas a cada final, se la sugiere al lector, quien queda a cargo de volver al principio de las edades, a la historia de las semillas, al estado mineral y puro de la sal que en los relatos llega casi disuelta, bruta o descompuesta en sus partes esenciales.
De la misma forma, como obra de una mineralogista exaltada, el libro muestra verdadero júbilo cuando descubre en un nódulo salino notablemente ligero, además de un desierto de sodio, ruido líquido, agua oculta desde el inicio de los tiempos, agua que es vida y que propicia la disolución y la calma.
La búsqueda de los comienzos, del germen petrificado de una respuesta total, tal vez sea la búsqueda más importante de todas y todos la emprendemos aunque no sea más que a momentos, aunque no sea más que a solas, aunque implique un fracaso inevitable. De alguna forma, todos somos el producto relativamente fracasado de alguna inspiración mística. Y los cuentos de este libro, en su felicidad, en su crudeza, en su ternura, así nos lo muestran.
En un pequeño texto titulado Hacia la desnudez, Emile Cioran dice que “todo vocablo equivale a un estigma, es un atentado contra la pureza. Ninguna palabra puede esperar otra cosa que su propia derrota”.
Creo que algo de esta conciencia sobre el peso a veces insostenible de las palabras, sobre el hecho de que la pronunciación o inscripción de cada vocablo es una especie de atentado contra un orden silencioso que late detrás de la parafernalia de los sistemas lingüísticos, está presente en La composición de la sal, estos grandes 14 cuentos que componen el libro de Magela Baudoin.
Como lectores, respetando también cada palabra y cada ausencia de palabras, y conscientes de la derrota y la victoria implícita que viene en cada una, es que debemos leerlos, creo, agradecidos.
Punto de vista – Amalia Decker – escritora y periodista
“Es un año de fiesta para la literatura boliviana”
Magela Baudoin es una escritora joven y con una proyección muy bonita en el campo literario. El premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez de Baudoin es un galardón para Bolivia. Creo que uno de los temas centrales de la literatura boliviana es que somos huérfanos de alguna manera porque no tenemos quién nos empuje, pocos ojos miran la literatura boliviana. Sin embargo, este 2015 es un año de fiesta para la literatura boliviana. Por ejemplo, la cruceña Giovanna Rivero que ha ganado otro premio. Estamos en un buen momento.
Fuente: Página Siete