Bolivia y Suecia se fusionan en la novela “Tomasa”
Por: Javier Claure C.
A finales de septiembre del 2015, Carlos Decker Molina, periodista y escritor boliviano habló, de su última novela “Tomasa”, en el Instituto Cervantes de Estocolmo. Håkan Forsberg y Erik Oller Westerberg, periodistas también, participaron en el panel de discusión. La novela fue elegida finalista en el Premio Internacional de Novela Kipus 2014, organizado por el Grupo Editorial “Kipus” de la ciudad de Cochabamba (Bolivia).
A grandes rasgos, se trata de una novela con un profundo contenido social que se desarrolla, principalmente, entre Suecia y Bolivia. Gualberto Paniagua Mamani, el protagonista, es un boliviano de origen campesino que llega a Suecia como refugiado político. Había sido perseguido y torturado en su país de origen. Con el pasar del tiempo estudia, y logra recibirse como ingeniero cibernético. Es divorciado, vive en un ático en el centro de Estocolmo pero los fanatasmas que le persiguen, de Bolivia y los de Suecia, hacen un cortocircuito; y cae en una depresión abismal. Además, atraviesa una crisis de identidad. No sabe quién es él mismo, y en sus pesadillas, a menudo, ve a su madre e intenta hablar con ella. Un día recibe una llamada de Bolivia de un tal Fidel, quién le comunica ser su hermano. Gualberto queda atónito por la noticia y suma un fantasma más en su vida. Luego pide a su amigo sueco periodista que viaje a Bolivia en busca de su madre, y para averiguar quién es Fidel. Así lo hace, y llega a una Bolivia en donde el partido de Evo Morales, Movimiento al Socialismo (MAS), está en plena campaña electoral.
Decker Molina respondió a preguntas en torno a esta historia. Manifestó que es una novela sobre el exilio que tiene una transpolación a la reciente historia boliviana. Y esta realidad sirvió como una metáfora para los personajes que circulan por las páginas de su libro. Respondiendo a la pregunta sobre el proceso de integración en Suecia, dijo: “para mi la integración es un viaje de ida y vuelta. Es decir, uno puede integrarse, si le permiten integrarse, y permitir integrarse es conocer el idioma, conocer un poco la literatuta, la múscia y las tradiciones del país acogedor”. Y para clarificar esta idea, se valió de una metáfora, con un vaso de agua y un terrón de azúcar, utilizada por el sociólogo norteamericano Norman Denzin que hace una diferencia entre lo que es la integración y la asimilación. La asimilación, dice Denzin, es tirar el terrón de azúcar en el vaso de agua, el azúcar desaparece y el agua se endulza un poco. Esa es la asimilación. Muchos extranjeros en Suecia, a quienes yo respeto mucho, se han asimilado, incluso olvidándose su lengua materna. En tanto que la integración es la conservación de diferentes sabores en un mismo vaso. Vamos a poner un ejemplo: en el cubalibre tenemos la Coca-Cola, el ron y unas gotas de limón. Y cuando uno bebe un cubalibre siente todos los sabores. Eso es la integración.
En la novela existen algunas mujeres que, de una u otra manera; a veces implícitamente, tratan de ayudar al problema existencial de Gualberto. Cuando Decker Molina se refiere a las mujeres de su novela; enaltece, en general, el rol de la mujer en la sociedad. La mujer es la figura de la fortaleza. Además, mis mujeres en la novela ocupan un papel importante. La mujer es la primera que se integra en el exilio, es la primera que comprende que hay que aprender el idioma, es la primera que comprende que hay que salir a trabajar y que este país te brinda oportunidades. La mujer es más práctica. A veces las mujeres eran las que determinaban los quiebres. El hombre, en cambio, es igual que el personaje de Bertolt Brecht en el poema “Meditaciones sobre la duración del exilio”: No pongas ningún clavo en la pared/ tira sobre una silla tu chaqueta/ ¿Vale la pena preocuparse para cuatro días?/ Mañana volverás/ No te molestes en regar el arbolito/ ¿Para qué vas a plantar otro árbol?/ Antes de que llegue a la altura de un escalón/ alegre partirás de aquí/ Cálate el gorro si te cruzas con gente/ ¿Para qué hojear una gramática extranjera?/ La noticia que te llame a tu casa/ vendrá escrita en idioma conocido… Eso era el hombre en el exilio, la mujer no.
El autor de “Tomasa” también hizo una comparación hipotética en ubicarlo a Gualberto en otro país. Por ejemplo en España o en México. Expresó que, en este caso, no hubiera sido la misma novela, porque las condiciones en España u otro país son diferentes a las de Suecia. Si Gualberto se hubiese desarrollado en un país de habla hispana, se hubiera comunicado con la gente con más facilidad que en Suecia. Seguramente no hubiera sido un número (cada persona en Suecia está registrada con un número personal), pero tampoco hubiera hecho una carrera; porque las ventajas que ofrece Suecia probablemente no existen en otros paises.
En fin, la novela es, sin duda alguna, una metáfora del exilio; en donde Gualberto traza la geometría de su destino en Suecia, infierno y paraíso, que lo acoge como refugiado político. Es profesional, lee los periódicos suecos, vive en un departamento céntrico, vota en las elecciones, nunca lanza piropos a las mujeres, no habla con desconocidos y solamente dice “hola” a sus vecinos. En realidad, Gualberto vive en soledad en medio de un mar de gente sin poder comunicarse como él quisiera, porque las estructuras de lo cotidiano le ponen un cerco. ¿De qué le sirve a Gualberto sus bienes materiales? cuando en el fondo no ha resuelto su propia identidad. ¿De qué le sirven sus amistades de trabajo? cuando solamente ellos, y la sociedad, lo identifican con un número personal: 53.08.02-9159, y ni siquiera lo visitan cuando cae enfermo, o cuando tiene tremendas depresiones y se hunde en su dolor. Camina por las calles de Estocolmo, como cualquier otro ciudadano, pero nadie sabe que en sus adentros, este extranjero educado en una universidad sueca, lleva la pesadumbre de su existir. Carga las cruces pesadas de su país de origen, pero también las cruces macizas de la experiencia dolorosa del exilio.
Fuente: Ecdótica