Angustia transversal
Por: Luis Carlos Sanabria
Si algo caracteriza el asma, más que la tos, es la dificultad respiratoria. Entre estertores, el cuerpo se desespera por llenarse de oxigeno, y se entabla una lucha contra los alvéolos que insisten en estrecharse, una lucha contra bronquios angustiados que forcejean por la liberación. Sin la ayuda de la medicación necesaria, la respiración se convierte en una misión pesarosa y desesperante. No es casualidad que los cuentos que componen Asma, el más reciente trabajo del joven escritor Aldo Medinaceli, estén aglutinados bajo el nominativo de tal cuadro clínico: hay una constante lucha por la respiración en este libro.
Y probablemente esa sea la característica que pueda definir el conjunto. Es decir, lo que de acá en adelante se propone es que la angustia en Asma funciona como categoría aglutinante, como hilo conductor transversal que permite una homogeneidad en los diversos estilos y registros de los cuentos reunidos en este volumen. Porque otra de las características importantes de Asma es, justamente, la diversidad de estilos y escenarios en los relatos, destacando principalmente tres formas narrativas diferentes que a continuación señalaremos.
Antes de continuar, es menester señalar que al hablar de angustia, me refiero, sobre todo, a un efecto que, en mayor o menor medida, es común en los personajes principales de Asma por las características de los relatos; efecto que, a su vez, tiende a apoderarse de las sensaciones del lector.
Lo kafkiano
El argentino Jorge Luis Borges, en su ensayo “Kafka y sus precursores”, señala que los grandes temas de la literatura podrían salir todos de un tronco común, y para ejemplificar la idea, cita textos muy anteriores a la obra de Franz Kafka, textos que muy probablemente el escritor de Praga nunca leyó, y en los que, sin embargo, se encuentran los temas que intentó explorar a lo largo de su obra.
Resulta pertinente comenzar con esta paráfrasis, no solo porque ayuda a reforzar el argumento señalado en principio –el de la transversalidad de los cuentos de Asma–, sino también porque uno de los estilos, de los registros, que encontramos en el libro de Medinaceli es, justamente, el kafkiano. Este término es utilizado comúnmente para describir situaciones trágicamente absurdas y a veces surrealistas. Desde la experiencia particular de lectura, este tipo de situaciones siempre me han parecido, cuando menos, angustiantes. Desesperantes podría ser un mejor adjetivo. Recordemos a aquel huelguista expuesto en una jaula en “Un artista del hambre”, o a Gregorio Samsa convertido en un horrible insecto después de un sueño intranquilo en La metamorfosis.
En este sentido, no es descabellado considerar a Kafka como precursor de los cuentos de Asma, pues siguiendo ese absurdo trágico, Medinaceli recupera con maestría esta tradición en su libro. Un ejemplo más que claro se encuentra en el cuento “Inyecta” –probablemente el más kafkiano de los relatos–, cuyo protagonista despierta un día en una especie de clínica, tras haber sufrido un accidente en una fiesta de su trabajo. La clínica, de la que no puede huir por encontrarse altamente vigilada, proporciona tratamientos tortuosos y hasta letales a los pacientes. Un ambiente similar al de la “Colonia penitenciaria” ideada por Kafka.
Lo intimista
Mucho se ha comentado sobre que el relato intimista se ha puesto de moda en la literatura boliviana contemporánea. Historias en las que lo que sucede, y cómo sucede, importa un poco menos que el impacto que tiene en el personaje; lo relevante es cómo este se encarga de ordenar su mundo, interior y real, ante esos acontecimientos. Por eso, en este tipo de cuentos, el espacio –tan arraigado en la tradición narrativa boliviana– pierde relevancia y el relato adquiere mayor universalidad.
La nueva narrativa boliviana parece seguir estos derroteros en búsquedas estéticas propias, reflejadas en la escritura de varios autores jóvenes, como Maximilano Barrientos o Sebastián Antezana, entre otros. Aldo Medinaceli no es ajeno a esta tendencia, y la explora en algunos de sus relatos. Tal vez el ejemplo más notorio sea “Casa museo”, donde el personaje central y su pareja se encuentran de visita en Amsterdam, y entre el itinerario turístico, la relación toma otros rumbos que, pese a resultar angustiantes, no tienen un solo ápice de drama. Y conforme el personaje nos narra lo que acontece, somos testigos de sus flujos interiores y reflexiones, que son trascendentales para él, aunque para otra persona pueden ser simplemente nimiedades. O al revés. Otro ejemplo de este caso puede en encontrarse en “Sangre Voyeaur”.
Lo marginal
Si bien hace un momento comentábamos que la narrativa boliviana contemporánea ha dejado de concentrarse en el espacio, para empezar a explorar subjetividades, durante un tiempo –que ha dado una importante producción–, las búsquedas estéticas se encontraban, precisamente, en una categoría espacial: el margen. El grotesco social ubicaba las historias lejos de los centros para explorar los mundos marginales, violentos, clandestinos. La obra entera del escritor Adolfo Cárdenas es un importante referente de esta categoría estética; para muestra un botón: su novela Periférica Blvd., en la que se recorre los márgenes paceños durante una persecución policial bastante peculiar, ya que los oficiales persiguen al único testigo de un crimen que ellos han cometido.
En Asma también aparecen relatos en los que el espacio geográfico, manifiesto en la dualidad centro-margen, cobra importancia. Los cuentos “Reina de corazones” y “Feria 16 de Julio” pueden considerarse como herederos de la tradición del grotesco social de la literatura boliviana de los años 80. En ambos relatos, el mundo que se recorre es marginal, con personajes del hampa y situaciones que pertenecen al tipo de moral que –estereotipos y prejuicios mediante– practican los habitantes del margen. Por lo menos, del margen que Aldo construye.
Hemos visto, de manera breve, tres estilos narrativos, con sus propias características, en los textos que componen Asma, lo cual podría generar la impresión de que es un libro de evidente irregularidad. Pero como se comentó desde el principio de esta reseña, más que la “unidad” –por llamarla de alguna manera– de formas literarias, importa el fondo transversal. Aquella angustia que tanto he mencionado sin llegar a describirla. Encontrarla, como ente transversal, como hilo conductor, corresponde enteramente al lector –y, por qué no, a su sensibilidad–.
Fuente: www.88grados.net