Un motel, un hombre y una mujer
Por: Claudio Ferrufino-Coqueugniot
En la cama, Matías Bize/Chile, 2005. Un motel; un hombre y una mujer que se conocen en una fiesta (lo sabemos después) y deciden tener un encuentro. Comparten horas en las cuales, bajo el pretexto del sexo, comienzan a hablar sobre ellos y, aunque de manera remota, se ilusionan con el inicio de una relación que el texto hará imposible.
Nada más sencillo que el argumento de este filme. Ahí radica su dificultad, porque dos personas de género opuesto -desconocidas entre sí, además- encerradas en un ambiente cursi como el de los moteles ¿qué pueden ofrecer de extraordinario a ellos mismos y al espectador? Poco. Esta orfandad se atenúa, sin embargo, en la película de Matías Bize, con la soberbia actuación, y el no menos soberbio cuerpo, de la interesante Blanca Lewin (en el papel de Daniela) y, para las mujeres sin duda, lo mismo con Gonzalo Valenzuela (Bruno). El sexo tan real que parece casi explícito es el hilo que mantiene vivos los 85 minutos de la cinta. Se pierde cuando un débil guión improvisa conversaciones triviales y hasta absurdas. Pero, ¿qué más absurdo que la situación en sí, de dos individuos que se atraen por casualidad y que deciden darse un gusto? Bize no se equivoca, no podía haber puesto en labios de sus personajes alta discusión filosófica; es más bien un milagro que no hablasen del clima, del tiempo, de que hace frío o estará lloviendo. El ser humano se complica en relación al placer. Luego de un terceto de coitos bien logrados el nexo entre dos desconocidos sólo puede esfumarse. Este tipo de aventura sexual debiera ser eso, una expedición al mundo animal a la vez que bosquejo dentro de la sensualidad y punto. Nada de conversación, de que papá esto y abuelita lo otro. Sobre todo no en una situación compleja y decisiva como la de los personajes, con un futuro cercano ya definido -que no menciono para no destruir la incógnita- y quizá irrevocable. Más que penetrar en el alma humana, el director nos acerca a su estupidez (la humana). Mientras los sentidos priman, la película es buena, intensa. Cuando se intensifica el drama de la trivialidad, abruma. Mas no lo digo en el sentido de crítica, lo repito, Matías Bize lidia con algo concreto, el imperecedero impulso de las personas de hablar necedades en una situación “delicada”.
Alivianando en algo lo nihilista de mi acercamiento, “En la cama” es un aleccionador encuentro con el cuerpo; a pesar del barroquismo del entorno -un motel que se presta- que los rodea, el filme sobrevive en base a sudor y prendas íntimas. ¿Las conversaciones? Usuales, diríamos, e intrascendentes como son en la realidad.
Fuente: www.lostiempos.com