04/23/2008 por Marcelo Paz Soldan
Poesía rebelde

Poesía rebelde

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Cien años de poesía rebelde
Por: Lupe Cajías

La canción con contenido, la poesía hecha música surgió en los albores del siglo pasado, de los combates e insurrecciones libertarias populares
Aunque suele creerse que la poesía rebelde, contra el orden social injusto y contra el sistema capitalista, es una novedad de los años 60, en el continente americano los poetas rimaron con la denuncia y la convocatoria al combate hace por lo menos un siglo.
La prensa anarquista de principios del siglo XX, sobre todo la chilena y argentina, es una fuente inagotable de esas poesías, himnos, cantos que la trova popular redactó para informar de algún hecho histórico o de alguna situación conflictiva. Los cantantotes, jilgueros armados de los pueblos en todo el continente, cantaron de plaza en plaza cuentos y cuentas de héroes, líderes, enfrentamientos. Presentamos tres casos que retratan tres momentos históricos de particular significado.
Canto a la pampa
Francisco Pezoa era “un militante libertario chileno, obrero cigarrero y poeta popular. Participó en diversas organizaciones e iniciativas libertarias. Allá por 1904, junto a otros compañeros como Luis Olea y Alejandro Escobar y Carvallo, tomó parte en los intentos de extender la influencia del incipiente movimiento anarquista hacia las provincias del norte salitrero”. Pezoa participó como reportero en periódicos anarcos, como Agitación y en sociedades de estudios ácratas. Como muchos otros fue impactado por la masacre de cientos de obreros, pampinos, en la Escuela de Santa María de Iquique. Utilizando música de la época, fue el primero en denunciar los sucesos. Su poema a La Pampa, publicado en 1908, es himno del proletariado chileno y fue grito de combate durante la Unidad Popular. El tono aprovechaba un canto de moda, La Ausencia. Guitarras, quenas y tambores:
I. Canto la Pampa, la tierra triste, réproba tierra de maldición, que de verdores jamás se viste, ni en lo más bello de la estación; donde las aves nunca gorjean, donde no crece la flor jamás creció, donde riendo nunca serpea, el arroyuelo libre y fugaz, su cristalino bullir se oyó.
II Año tras año por los salares, del desolado Tamarugal, lentos cruzando van por millares, los tristes parias del capital; sudor amargo su sien brotando, llanto sus ojos, sangre sus pies, los infelices van acopiando montones de oro para el burgués
III Hasta que un día, como un lamento, de lo más hondo del corazón, por las callejas del campamento vibró un acento de rebelión; eran los ayes de muchos pechos, de muchas iras era el clamor, la clarinada de los derechos del pobre pueblo trabajador.
IV “Vamos al Puerto, dijeron, vamos, con su resuelto, noble ademán, para pedirles a nuestros amos otro pedazo, no más de pan”. Y en la misérrima caravana al par del hombre marchar se ven, la amante esposa, la madre anciana, y el inocente niño también
V ¡Benditas víctimas que bajaron desde la pampa, llenas de fe, y a su llegada lo que escucharon, voz de metralla tan sólo fue! ¡Baldón eterno para las fieras masacradoras sin compasión! ¡Queden manchadas con sangre obrera como un estigma de maldición!
VI Pido venganza para el valiente que la metralla pulverizó; pido venganza para el doliente, huérfano triste que allí quedó; pido venganza por la que vino tras del amado (por los obreros), su pecho a abrir: pido venganza para el Pampino que como bueno supo morir (que allá en Iquique supo morir).
Villa les gana a los yanquis
Los corridos durante la Revolución Mexicana (1910-1920) fueron difundidos en todo el continente y aún los grupos de jóvenes roqueros los reproducen con variantes musicales. De la música de los agrarios revolucionarios se ha escrito en todos los tiempos. La mayoría de las estrofas son anónimas, quizá de los propios guerreros que en las noches copleaban a la espera de la batalla del próximo día.
Baste un ejemplo, de la burla de los trovadores, acompañados de acordeón, guitarras, guitarrón que registraron cómo el campesino Francisco “Pancho” Villa hizo escapar a los aviadores estadounidenses:
Aquí está ya el valiente, el valiente Pancho Villa, por eso nunca lo podían encontrar
¿Qué pensarían, ay, los americanos, que a nuestro suelo pretenden conquistar?
Si ellos tienen muchísimos cañones, los mexicanos tienen lo principal
Los de a caballo no se podían sentar y los de a pie no podían caminar, Pancho Villa les pasa en aeroplano y desde arriba les dice good bye
Cuando llegan los vecinos a Chihuahua, en las afueras del pueblo de Parral
Pancho Villa les puso una emboscada, de la que ninguno se pudo escapar.
Se los llevaron al desierto de Chihuahua, los encerraron allá en el carrizal, a los vecinos les puso Pancho Villa la paliza más fenomenal.
¿Qué pensarían, ay, los norteamericanos que combatir era un baile de karkin?
Con la cara cubierta de vergüenza se tuvieron que volver a su país.
Yo soy nacido en las tierras de Chihuahua Soy el soldado más fiel del batallón
(1) ¡Viva Villa, qué vivan sus dorados y que viva la Revolución!
Los llaneros colombianos
En los últimos meses los nombres del Casanare, del Guaviare, de Villavicencio han sonado con frecuencia en el mundo entero en relación con la liberación de secuestrados por las guerrillas colombianas. Un extraño paisaje que es a la vez fin de la sabana, llanura que une a Colombia y Venezuela e ingreso a la selva amazónica.
Tierras y ríos infinitos, casi siempre ajenos a las noticias cotidianas. Los conocimos inicialmente con la descripción que de ellos hace el magistral José Eustaquio Rivera en la novela La Vorágine: “Se los tragó la selva”, a los protagonistas que jugaron su corazón al amor y fueron ganados por la violencia. El recorrido de Álvaro Cova y sus compañeros es similar a las manchas de los actuales frentes guerrilleros.
Es además zona de violencia política centenaria, como la describe el propio Rivera y como cuentan los cantos llaneros.
Hace unos años llegó a La Paz un grupo de músicos colombo-venezolanos y tocaron música llanera en la Casa de la Cultura. Poco público para tan bella música; vendieron un disco del que extraigo la letra. Una de las canciones era del inmortal Arnulfo Briceño y describía la violencia de los chulavitas (los paramilitares conservadores de la época) contra los campesinos liberales (foco de la guerrilla comunista de los años 50).
Además de los tributos al líder sin par Guadalupe Salcedo, recordado en obras musicales y de teatro, Dolores cuenta una historia de cada día.
Con guitarra, arpa, percusión, cantan los llaneros:
“Ah, ah, ah, Dolores negra querida, en tus albores marchita, porque segaron tu vida los malditos chulavitas que ensangrentaron los llanos. Ah, ah, ay, pero donde tú caíste, creció la flor del mastranto para que perfumara el aire que respiro cuando canto.
Ah, ah, ay, así eres vida en mi vida. Ah, ah, ay, Dolores nunca habrá paz ni en mi alma ni en estas tierras hasta que mis propias manos que perdieron la inocencia no devuelvan la Violencia.
Ah, ah, ay hasta que muerdan el polvo los agentes del infierno, quienes cobardes masacran mujeres, niños y viejos, tiemblan ante un guerrillero.
Ah, ah, ay, un día yo me iré contigo, Dolores, pero antes quiero vender muy cara mi vida y con Guadalupe Salcedo tumbaremos al gobierno.
Ah, ah, ay y segunda independencia a la Patria le daremos, entonces, Dolores mía, habrá un nuevo sol y un cielo en nuestra Colombia querida, ah, ah, ah”. (3)
Nuevos rumbos
Si bien hay poemas y cantos populares, las letras marcan nuevos rumbos, nuevas situaciones, aunque siempre la guitarra es el instrumento principal.
En el Cono Sur la preocupación de los cantadores se mantiene en torno a las luchas proletarias, a los obreros, siguiendo la línea marcada por compositores como Víctor Jara: amor y guerra se conjuran siempre y la figura feminaza adquiere una tonalidad de batalla y ternura.
En México, los nuevos corridos cuentan (denuncian) los sucesos en torno a las actividades de los “narcos”, y varios compositores han sido asesinados por la mafia. Mientras en Colombia, las historias marcan más los casos de refugiados, de emigrantes a Caracas, de los desplazados. El paisaje no se descuida.
De la poesía y el canto popular en Bolivia habrá que hablar de la influencia del hip hop, cuyos cultores son a veces mejores maestros para difundir la historia, la realidad y la memoria local.
Fuente: www.laprensa.com.bo