02/24/2015 por Marcelo Paz Soldan
Lo que habita en la hojarasca

Lo que habita en la hojarasca

Primeras Jornadas

Lo que habita en la hojarasca
Por: Cecilia Romero

(Ponencia leida en las Primeras Jornadas de Literatura Boliviana, en la 19 Feria Internacional del Libro de La Paz, 2014)
En esta hojarasca habitan:
Una adolescente en forzadas vacaciones permanentes, errantes sin patria, la Mamá Usta en su propio funeral, una punk en el país de la anarquía, finos dedos que incendian las esquinas de lo cotidiano, una mujer a la que una foca de corbata a lunares ha violado en un solitario domingo, una voyeur camaleona, Juvenal Nina quien vuela a través del tiempo con las alas de cóndor negro, una madre que mira un cuchillo, una Eva con corazón de Minotauro, manos que abren una bragueta en la cual habita un molusco negro, la muerte que cuelga de una red de araña; la furia inexplicable de una mosca.
Es así, como afirma Ángeles Mastretta, las historias nos habitan mucho antes que decidamos narrarlas e irrumpen convirtiéndolo todo en una feria de lo desconocido y de algún lugar recóndito de nosotros mismos procuramos lugares de aparición para nuestros fantasmas penitentes, en esta feria de lo desconocido la seducción del lenguaje goza tocándose asimismo como diría Roland Barthes, la lengua lenguaje es una península o muñón táctil que se dilata para hacer suyos todos los límites; abrir las aldabas de las ermitas cerradas.
En este espacio me interesa hablarles de la literatura escrita por mujeres, no un como acto privativo y mucho menos excluyente, considero vital, sin embargo, hacer una fotografía panorámica, lo más amplia posible sobre los rasgos comunes de las escritoras bolivianas contemporáneas, esta mirada por supuesto responde a una selección un tanto anárquica, pero considero que puede brindar algunos puntos donde los caminos no se bifurcan sino que se unen en una infinita ruta de posibilidades.
La literatura escrita por mujeres en Bolivia, tiene por tema la evocación o memoria y la necesidad de cartografiar las ciudades como entes duales, porque en ellos se cruza la fatalidad y la decisión, lo mágico y lo terrible. También, en las escritoras que he seleccionado para esta exposición, se habla de una escritura de los no lugares en una sucesión emocionante de revelaciones y de momentos de comprensión haciendo, por ejemplo, de lo que no se puede fagocitar, un motivo. Este es un zoom a la memoria donde el lenguaje proscribe el falso sentimentalismo, la palabra entonces, será el médium del proceso evocador, un territorio donde se retiene brevemente lo efímero.
Amar en tiempos de soledad e individualismo será también un tema en común que permite cruces y coincidencias, Francisco Umbral en “Tratado de Perversiones” sostiene que la tendencia predominante es asumir a la mujer no como una verdadera compañera, sino la más electrocutante experiencia del otro, a este universo hay que asignarle roles y formas a veces lejanas a su verdadera esencia, en una especie de culto fanático y excluyente, entonces, desde la espesura de la literatura escrita por mujeres, se habla y muchas veces se denuncia este tipo de relación de fe y no de imaginación..
A partir de ciertas lecturas en una selección variada y por supuesto intima de las algunas escritoras bolivianas, vemos la construcción de un lenguaje que resiste la objetivación totalizadora, o la impostura de educar la mirada para que linde con formas tradicionales de representación, porque como aconseja Voltaire cada uno debe cultivar su propio jardín, el jardín de su sexo y estas autoras trabajan, en definitiva, en un texto que fundará las bases de una discursividad alternativa.
La escritora paceña Yolanda Bedregal abre camino al andar, rescato de ella su uso talismánico del lenguaje, cuando en su poesía habla de la Mama Usta, convoca y visibiliza a la gente que acompaña las historias de las familias con el baile callado de sus polleras y la tibieza de sus brazos de madres que nos rodean hasta que desaparecen arrebatadas por la muerte, es desde ahí donde Bedegral acompaña la necesidad que tenemos de alcanzar la realidad, abarcándola rodeándola para sacarle su esencia, por tanto en este uso de talismán, las vidas adquieren un brillo que no ciega pero que para siempre nos acompaña.
La escritora Jessica Freudenthal en Hardware y Memorias de una samaritana, va a construir un “cuerpo” de la escritura, es desde el cuerpo de donde se habla. Es una forma de trabajar con el lenguaje donde la mirada se construye desde la piel, el tacto y el olfato, conscientes de que lo que nos rodea nos aísla pero también nos conecta. Desde su poesía los dedos incendian lo cotidiano para asumir la otra forma que asume el destino, ellas tendrán el sino de Eva y también el corazón de un Minotauro, sus mujeres son en palabras de la misma Freudenthal, crisálidas redentoras de donde emana la delicia, haciendo caso a lo que aconseja Julia Kristeva cuando habla de la noción celebrante del lenguaje que funde al hombre con la naturaleza. En Freudenthal, la palabra es cuerpo pero no se agota en esta instancia, es también la construcción de un lenguaje literario que busca afianzarse en una mirada intima para señalar la condición del un humano viviendo en la constante búsqueda de encontrarse en la sinceridad de los verdaderos afectos.
En el mismo camino transita Yancarla Quiroz, quien construye el relato desde las esporas, su proceso escritural nos recuerda ese verdadero acto transgresor del que habla Georges Bataille, en el que revelamos nuestra escondida intimidad y donde narramos las historias que destilan las heridas, revelando nuestras batallas diarias, la fragilidad de nuestro andamio, el lado maravilloso que tiene la vulnerabilidad.
Lourdes Saavedra desde Cochabamba, en Alicia en el país de la anarquía, un cuento donde se configuran personajes viviendo sus propias historias de redención, siendo estos las dos caras de una medalla; una violenta ambivalencia. Saavedra despojándose con valentía del saco de cierta idealización y mostrándonos a la gente que vive en los márgenes de las ciudades, construye ciudades sucias y hermosas, donde Alicia decide penetrar en el continente salvaje de su sexo. Porque Alicia precisa errar y saber que su vida es un proyecto de pasos adelante y caminata de cangrejo.
En su veta poética la autora asimila el lado B de la vida, donde nos invita a visitar cementerios y nos cuenta que hay maneras de entender a la gente mirando sus nucas y no solo sus rostros ya que nos dice que la imagen no lo es todo. Habla también del cuerpo como sus antecesoras y se pierde en esas factorías del sudor, el cuerpo será entonces lugar de evasión y aprendizaje.
En consonancia esta Liliana Colanzi, la escritora cruceña que en Vacaciones Permanentes, nos habla de una perdida de fe, relatando ese tránsito de la juventud a la adultez y los ritos iniciáticos que son la prueba de ciertos desencantos. Madurar es cosa seria como serio es el vacuo que deja un aborto.
Y cerrando el corolario de estas autoras, está la generosa presencia de la novela “Las Camaleonas”, donde Giovanna Rivero nos narra sobre el puente que se tiende entre dos mujeres diversas y definitivamente regidas por la certeza de que la vida debe vivirse en estado de celo, como diría Rainer Maria Rilke, ambas ejercitando desde sus cotidianidades una mirada ácida sobre su entorno. Donde estas dos mujeres se construyen como camaradas de un insólito viaje. Han conquistado sus soledades y a pesar de estar conscientes de que existe la convicción cultural de que la mujer sola no es cosa buena, defienden sin pausa su derecho a tener su lugar bajo el sol. Estas camaleonas acorraladas por ciertas circunstancias tienen fuertes alianzas que las salvan de la tragedia y la victimización.
Mediante estos casos evidenciamos un hecho real que se trabaja en la tesis de Elaine Showalter, quien reflexiona sobre la posibilidad de que la cultura femenina haga de bisagra para una experiencia que hermana a las escritoras a través del tiempo y el espacio, y ese sin duda es un acto político que genera espacios vitales de transgresión.
En esta hojarasca, este viento que irrumpe como un tiempo de libertad inmenso, en las historias escritas por mujeres, el cuerpo es lugar de fuga y encuentro, donde la literatura pone el acento en diversos temas, uno de ellos será la perdida de fe como una pandemia que nos ataca diariamente y ante esto debemos sacudir nuestra conciencia y corazón cuantas veces sea necesario. También está una escritura del terror íntimo, de la búsqueda de identidad, una conciencia de que debemos recuperar constantemente la otra mitad de la mirada humana, extender los puentes espantando los cocodrilos que viven en los fosos. Esto supone un salto de fe, es nombrar y dejar un escrito que quedará como testimonio para todas las generaciones como una forma tangible de cambiar lo que precisa ser cambiado. El testimonio que brinda la literatura tiene ese poder, porque permite el entendimiento profundo de lo que hay y lo que podemos construir juntos.
Por tanto y a manera de epilogo es pertinente hacer nuestras las palabras de la escritora Cándida Elizabeth Vivero: “Un texto femenino no puede no ser más que subversivo: si se escribe, es trastornando, la volcánica antigua costra inmobiliaria. En incesante desplazamiento. Es necesario que la mujer se escriba porque es la invención de una escritura nueva, insurrecta lo que le permitirá llevar a cabo las rupturas y las transformaciones indispensables en su historia… Censurar el cuerpo es censurar, de paso, el aliento, la palabra”.

Fuente: Ecdótica