10/10/2014 por Marcelo Paz Soldan
Liliana Colanzi: «Escribir se convirtió en una forma de reinventar la realidad»

Liliana Colanzi: «Escribir se convirtió en una forma de reinventar la realidad»

Liliana Colanzi

Liliana Colanzi: «Escribir se convirtió en una forma de reinventar la realidad»
Entrevista a Liliana Colanzi
Por: Claudia Eid Asbún

Cinco autores bolivianos participaron en la Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba), que se realizó a fines de septiembre en la capital argentina, en Santiago de Chile y en la capital uruguaya, Montevideo. Sin duda, un honor para las letras bolivianas, haber sido homenajeadas en un evento de tal magnitud. Una de las escritoras invitadas por nuestro país fue Liliana Colanzi, una de las voces literarias más fuertes y frescas de su generación. Junto a ella estuvieron Edmundo Paz Soldán, Wilmer Urrelo, Maximiliano Barrientos y Christian Vera. En esta entrevista, Liliana Colanzi habla sobre sus impulsos literarios y el trabajo que realiza actualmente, mientras aún estudia el doctorado en literatura comparada en Cornell, Nueva York.
Es la única escritora boliviana en el Filba, ¿por qué cree que no hay tantas mujeres en la escena literaria nacional?
Sé que Giovanna Rivero estaba invitada al FILBA pero no pudo ir por cuestiones de visa. Hay otras escritoras muy buenas pero es cierto que siempre estamos en minoría. Me imagino que tiene que ver con la desigualdad de oportunidades y con el hecho de que no se le da la misma motivación a una mujer que a un hombre. Además escribir le roba muchísimo tiempo a la vida familiar, y el peso de la familia todavía recae en la mujer. Pero este no es un problema boliviano sino latinoamericano, global. Aunque Bolivia tiene una tarea pendiente enorme en el tema de género.
El espacio especial para Bolivia en el Filba, ¿es síntoma de que las letras bolivianas están creciendo?
En Bolivia se está escribiendo mucho y muy bien. Hay una apuesta por la literatura que no se ha visto antes: escritores que prefieren tener trabajos esporádicos, freelance, que no se dejan arrastrar por la tentación de un trabajo estable en otra cosa o por puestos en el gobierno. Hay precios personales a pagar, sin duda, como la dificultad para equilibrar trabajo y familia, pero los resultados se ven en la calidad de los libros que se están produciendo.
También hay un deseo de conocer y recuperar a nuestros clásicos. En Chile, por poner un ejemplo, se publicará pronto Pirotecnia, de Hilda Mundy, un libro raro y deslumbrante que en Bolivia no tiene toda la atención que merece.
He leído en alguna entrevista suya que comenzó a escribir a los 8 años, ¿cuál fue el impulso para comenzar a esa edad?
Tenía la sensación de que me tocó nacer en una época sin gracia. Leía a Julio Verne o a Lewis Carroll y pensaba: ésas sí eran aventuras. En cambio todo lo que veía a mi alrededor, mi colegio, mi familia, mi barrio, se me hacía aburrido, ordinario. ¿Dónde estaban los monstruos? ¿Dónde estaban los territorios por explorar? Entonces escribir se convirtió en una forma de reinventar la realidad, de transformarla de cero. Además, yo era la introvertida en una familia bulliciosa y me sentía más a gusto en la soledad de la lectura y la escritura. Mi madre me decía que yo era un lobo solitario, pero yo era una nerd feliz.
¿Qué le hace escribir ahora? ¿Cuáles son sus fuentes?
Mi libro ‘Vacaciones permanentes’ es una carta de despedida al país de mi infancia y de mi adolescencia. Hace diez años que me fui de Bolivia. Es verdad que vuelvo todos los años, pero mi experiencia ya no es la de quien vive ahí: hay vínculos que se rompen, cosas del contexto que se me escapan. Esa dislocación fue uno de los temas de VP. Y La ola es un regreso a Bolivia, pero también un regreso a algunas cosas atávicas: la figura del diablo, por ejemplo, aparece por ahí, la religión, la atracción/terror a la muerte. ¿Cuáles son mis fuentes? Los libros, las personas y el inconsciente: la escritura es la manifestación de lo reprimido, de lo que está oculto incluso para mí misma. Escribir es como enfrentarte a la inteligencia alienígena de la novela Solaris de Stanislaw Lem: sabés que te va a devolver imágenes incómodas o dolorosas de cosas que ni sabías que estaban ahí. Pero escribir también es robar las historias ajenas, y eso se consigue mirando a tu alrededor, escuchando, prestando atención a los otros.
¿Qué le da el periodismo, que no le da la literatura?
El contacto con las personas. Escribir es un ejercicio muy solitario, y a ratos, también muy solipsista. El periodismo te da la oportunidad de escapar de la vocecita tiránica del yo y de entrar a la vida y las urgencias de los otros.
¿En qué está trabajando actualmente?
En un libro de cuentos titulado Mordor.
¿Alguna vez ha recibido malos comentarios sobre su trabajo? ¿Cómo se relaciona con la crítica?

Yo soy mi crítica más feroz. Y cuando paso un texto en proceso de edición en busca de opiniones, espero que me traten con la misma falta de compasión. La crítica es necesaria, saludable, siempre que no sea mezquina o que no responda a razones extraliterarias.
¿Qué hace que una novela le atrape?
No sé si hay una fórmula. Soy una lectora bastante ecléctica. En todo caso, me fascinan los proyectos raros y ambiciosos, aunque sean fallidos.
Además de la literatura, ¿hay otras artes que disfrute como espectadora?
El cine, la fotografía y la música son complementarias a la escritura. Y bailar, para mí, es reconectar con el cuerpo, salir de la cabeza.
¿Cuánto falta para que termine su doctorado y qué quiere hacer después?
Tengo un par de años más por delante con el doctorado, ahora mismo estoy leyendo e investigando para la tesis. No me he puesto a pensar qué vendrá después. Quiero acabar mi libro de cuentos y la tesis, y después me gustaría dormir cinco días seguidos y pasarme un fin de semana viendo películas y comiendo pipocas.
¿Qué libros nacionales recomienda leer?
Aprovecho para tirar algunos nombres que he leído últimamente: Aldo Medinacelli está por publicar Asma, un muy buen libro de cuentos que saldrá con Nuevo Milenio. Me gusta mucho La región prohibida de Fabiola Morales, y me interesa el trabajo con el género del horror y el género fantástico que hacen Daniel Averanga y Guillermo Ruiz. El perro en el año del perro, de Alejandro Suárez, es una novela muy lograda sobre las contradicciones de la Santa Cruz de hoy.
Fuente: Revista OH!