De Therox a Ganímedes
Por: Fernando Iwasaki
De un tiempo a esta parte, la visibilidad de los narradores bolivianos es cada vez mayor, pues los nombres canónicos de Alcides Arguedas (1879-1946) y Oscar Cerruto (1912-1981), los lectores de América Latina hemos ido sumando los de Juan Claudio Lechín (1956), Edmundo Paz Soldan (1967), Yuri Soria- Galvarro (1968), Wilmer Urrelo (1975), Maximiliano Barrientos (1979), Rodrigo Hasbún (1981), Liliana Colanzi (1981) y Sebastian Antezana (1982). Todos jovenes y publicados por estupendas editoriales, Giovanna Rivero (1972) pertenece a esta nueva promoción de narradores bolivianos y, de hecho, la FIL Guadalajara 2011 la incluyó entre los “25 secretos literarios mejor guardados de América Latina”, aunque sus libros de cuentos Sangre dulce (2006) y Niñas detectives (2009) no fueran ningún secreto para una inmensa minoría de lectores. Sin embargo, la mejor noticia es que 98 segundos sin sombra es las mas ambiciosa narración de Giovanna Rivero y su publicación en España le garantiza su difusión por todos los paises de habla hispana.
Las criaturas de 98 segundo sin sombras provienen del mismo mundo de Las camaleonas (2001), Contraluna (2005), Sangre dulce (2006) Niñas detectives (2009); es decir, un mundo de mujeres sabias, duras, valientes, resueltas y avezadas. Mujeres que prefieren tejer redes familiares entre abuelas, madres e hijas, antes que con amigas, compañeras de estudios o las colegas de trabajo, como si los conocimientos y las experiencias de las matriarcas del clan siempre fueran más útiles a pesar de los cambios impuestos por la modernidad, la alienación o la dependencia cultural. Así Genoveva — la protagonista de 98 segundos sin sombra– solo tiene oídos para su abuela Clara Luz, la unica persona que la une al mundo antes de la huida final porque 98 segundos sin sombra quiere ser una novela sobre la adolescencia, y los adolescentes siempre huyen para no tener que enfrentarse a la realidad.
Genoveva tiene dieciséis años y es hija de un trotskista fracasado (perdón por el oxímoron) a quien detesta porque vive en un mundo trasnochado (“Siempre pienso en cuanto odio a mi padre y en como nuestras vidas, la de mamá y la mía, y claro, la de Nacho, podrían convertirse en algo fantástico, una fábula, tan sólo si él tuviera la decencia de morirse”). Su madre no tiene nombre –Clara Luz la llama “ella”–, y aunque Genoveva la encuentra linda, desde el nacimiento de Nacho con síndrome de Down se abandonó al espiritualismo tántrico y a toda la quincallería new age, ovnis incluidos. Su hermano Nacho “es hermoso como un cactus bebé” y los momento más líricos y conmovedores de la novela están dedicados al intenso amor que siente Genoveva por Nacho. Clara Luz es la abuela paterna y hace las veces de oráculo, amiga y confidente, pues entre Genoveva y Clara Luz no hay secretos, aunque “Padre ve a Clara Luz, su propia madre, mi abuela, como si fuera un extraterrestre”. La familia de Genoveva vive en Therox –“El culo del mundo”–, un pueblo cada vez mas envenenado por la droga y la delincuencia, invadido por agentes de la DEA, narcotraficantes y su corte de milagros. El colegio de Genoveva –Escuela Salesiana de Señoritas María Auxiliadora– es una suerte de colonia marciana en los Andes, porque las monjas tienen una visión estrafalaria de la realidad que nada tiene que ver con la de sus alumnas y especialmente con la de las “Madonas”, malignas y engreídas “niñas bien” que imponen su poderío tanto en la vida escolar como en la sexual. Inés es la íntima amiga de Genoveva, pero está internada en un hospital por anoréxica. Y finalmente está el maestro Hernan, una suerte de charlatán, rapdomante y espiritero que organiza viajes astrales a Ganímedes (sic) y seduce a mujeres aburridas como la madre de Genoveva. En realidad, el encuentro de Genoveva con el maestro Hernán abre el cráter de la novela.
Me resulta fascinante como Giovanna Rivero es capaz de endosarle a cada uno de sus personajes una visión de un mundo que resulta extraterrestre a todos los demás, pues el trotskismo del padre, el new age de la madre, la religión de las monjas y el Ganímedes (sic) del maestro Hernán vienen a ser una versión galáctica del ovni en el ojo ajeno. La novela está llena de hallazgos geniales como “Mi vida es la imposibilidad. La caca de Dios” o la interpretación del Apocalipsis en clave rockera de Clara Luz, más si tuviera que ponerle un reparo a la novela sería la edad mental de Genoveva, porque no es verosímil que una adolescente de dieciséis años que conoce los secretos sexuales de sus compañeros, que intuye los de su madre, que descubre los de su abuela y que ayuda a abortar a una amiga no sepa lo que es un sex – chop: “Ese póster Hiper garabateado de tres cruces borrachas sobre la imagen de una mujer lamiendose la boca: XXX prohibido el ingreso a menores” Y para que el clímax sea más convincente, Genoveva quizá debería tener trece o catorce”.
Giovanna Rivero es una escritora de buena prosa, capaz de crear personajes poderosos y con una mirada que desasosiega sobre las criaturas familiares, 98 segundos sin sombra es su carta de batalla y así ha escrito su nombre con mano firme en el libro de la literatura latinoamericana. Estoy persuadido de que sus historias se contarán con el asombro con que se cuentan las hazañas.
Fuente: El Mercurio