Nashira, La Gran Mamada
Por: Sergio de la Zerda
Novedades. Dos singulares títulos llegaron a mis manos esta semana: Fuego en la piel. Cuentos eróticos para mayores escritos por una menor y No Más. La Gran Mamada. Análisis crítico del proyecto de constitución del MAS. Dos verdaderas joyas. La primera escrita por Nashira Cuba y la segunda por Israel Mérida Martínez, ambas presentadas en Cochabamba el mismo día, viernes. Y ambas haciendo un pobre uso de las tetas para llamar la atención, para venderse como lo que no son, para mamar al incauto lector. El papel lo aguanta todo, qué duda cabe. Acá va mi aporte para que nuestros “escritores” dejen de tomarnos por imbéciles. Nashira, la “morena inevitable” Si su proveedor de porno le falló esta semana, una alternativa desesperada puede ser “Fuego en la piel”, material que astutamente se presenta como “libro de cuentos”. ¿Qué no es porno? Hasta donde sé, la pornografía tiene por característica, además del desnudo explícito e incentivo al sexo, la cosificación de la mujer. Basta entonces leer la dedicatoria de la autora: “Dedicado al hombre que me formó desde mis trece años como un padre y luego, ya convertida en mujer, se quedó conmigo”. Qué autoestima más pequeña la de una fémina que, como si fuera un objeto, festeja que se quedaran con ella. ¿Insistimos en que son cuentos y no porno? Bueno, de las casi 120 páginas que trae la publicación, poco más de una decena no llevan fotos. Vaya fotos las que vienen después. En una breve hojeada, se pueden apreciar los senos de Nashira, el trasero de Nashira, la vagina de Nashira, y de nuevo los senos de Nashira, el trasero de Nashira…..y ¡ah!, sí, los relatos de Nashira. Eso si por relatos se pueden entender composiciones con algún sentido y no mínimos apuntes mentales, como por ejemplo este titulado “Una pregunta”: “Porfa estoy harta de ser virgen…………¿me ayudas? (no recuerdo a que edad escribí esto)” (sic). O qué tal esta otra joya literaria titulada “Presentimiento”: “Presiento que ya vienes y que traes un preservativo”. Creo que yo ya me vine, ja, pero el librillo continúa con títulos como “Seductora de doce años”, “El niño que amaba mi cuerpo” y “Él prefiere no recordarlo”, por cierto, relato dedicado por la autora a su padre. La señorita (¿señora?) Nashira Cuba piensa que mostrando sus carnes y haciendo hincapié en la proclama del tabú logrará que el lector, al que cree un obtuso baboso, le reconozca el título de “escritora”. No por nada la presentación de su libro incluía una “demostración de danza árabe”, a cargo de ella misma, y no es gratuito tampoco que el afiche de su publicación sea un collage de semidesnudos, o que anuncie “escandalizar aún más” con sus próximos textos/álbumes (porno)gráficos. Y que no se me entienda mal. No es en la “doble moral de la sociedad hipócrita” que tanto y superficialmente critica Cuba en lo que estoy incurriendo, aunque a estas alturas no estaría demás preguntarse dónde están las entidades que protegen a los niños y adolescentes de esta “morena inevitable” (como se define) de 18 años. Quién podría negar la difusión de miles de cuentistas y novelistas que narran la unión sexual y lo prohibido con verdadera maestría y contenido. Pero qué lejos está nuestra “Lolita” criolla de artistas que priorizan la creación antes que en el mero escándalo o la figuración. Sin embargo no todo está perdido, al menos Nashira es algo sincera y pone en duda lo suyo: “No se si (este libro) es literario, pero quize que mis fotos rimaran con el texto” (sic), cosa que no se hace en el caso que veremos a continuación. De periodista deportivo a constitucionalista Como periodista cultural me acostumbré a recibir a los más inverosímiles visitantes: convencidos autores de libros sobre la llegada de los extraterrestres, añejísimos cantantes del ayer que juran estar en boga, altaneras señoronas que dicen hacer novelas del más alto nivel, osados videastas que adelantan su discurso en la próxima entrega del Oscar. Aún así, debo admitir que hace dos años me sorprendió el particular encuentro con un individuo al que, vestido con la casaca del Wilstermann, en ocasiones veía y escuchaba por canales marginales en los que se hablaba de fútbol. Pensé que el señor se había equivocado de sección, casi estaba a punto de indicarle que los colegas del deportivo están en el segundo piso. ¿Qué hace “Stuart Little” por acá?, ¿Qué quiere el “Milhouse” en Cultura? Se preguntaban los compañeros de redacción, haciendo una graciosa alusión a lo caricaturesco del personaje, ya conocido para algunos de ellos. Israel Mérida Martínez venía a ser entrevistado por haber hecho un libro -¡de poesía!-. Bue, me dije, dándole el beneficio de la duda. Sabía yo de grandes maestros en la cancha, el periodismo y la literatura, todoterrenos como Jorge Valdano, Eduardo Galeano y Juan Villoro. Claro, la expectativa fue rápidamente ahogada al hojear “Epidermis”, que así se llamaba el material de Mérida, una infantil colección de versillos sin rima. Bue, otra vez mi voz interior. Más vale mal poeta que policía o soldado, me repetí varias veces, aunque ya dudando de la frase hecha, y así pasó la cosa, como otra nota exótica a la que obliga la profesión. Tiempo después me entero de que el poeta había decidido dejar la charla de balompié y la literatura para enfrascarse en un sesudo programa de análisis político. Qué carajo, total, si hasta el Valverde se da el lujo de hablar huevadas al aire, pensé. Y más recientemente, supe que Mérida había devenido en organizador de eventos para la Prefectura. Qué bien, qué hombre-orquesta, me dije, hasta con algún atisbo de envidia. Pero casi me caigo de asombró al ver a Mérida nuevamente en el diario para presentar otro libro, ahora ¡de interpretación constitucional! Sólo falta que el tontote Fermín Zabala de Unitel sea candidato a algo, protesté. Ésta ya no la trago, me juré. “No más. La Gran Mamada. Análisis Crítico del proyecto de Constitución del MAS” dice el grandilocuente título de la cosa que, como la de la ardiente Nashira, apela a las tetas hasta en su portada. Supongamos que no conocemos de la sospechosa versatilidad del autor, que nunca hemos leído sus pésimos versos, que Mérida tiene al menos un cartón de abogado o estudió rigurosamente el tema y comencemos a hojear “No más”….. No, es que no se puede. El prometido “análisis crítico” pronto se desvanece en lugares comunes, rumores de té rummy, prejuicios, tergiversaciones, mentiras y falta de ética. Empecemos por lo último, en su primera página, Mérida agradece a aquellos que “al enterarse de este emprendimiento alimentaron el correo con análisis propios y de ‘anónimos’ terceros (…) que merecen, en un acto de ética y honestidad intelectual, ser reconocidos”. Bonita ética ésta la del anonimato ¿no? Página nueve: “Además de mamada ilegal” titula un escrito que sostiene, sin mayor desarrollo, que la nueva Constitución Política del Estado (CPE) significa la “EXCLUSISION DE GRANDES MAYORIAS DE ESTE PAIS” (sic). Momentito, ¿quién es la que firma esta especie de prólogo? El nombre es de Norma Piérola. No me equivoco al recordarla como asesora del Comité Cívico de Cochabamba y defensora de un grupo de jovenzuelos por la democracia que, en un día de paro comiteísta, llevaban en su vagoneta alambres de púa y miguelitos, elementos defendidos como “material de construcción”. Retrocedo entonces para ver la lista de colaboradores del libro, y me encuentro con nombres como Cayo Salinas, ex secretario general de la Prefectura y rabioso opositor al gobierno; y Ramón Daza, candidato a asambleísta por el partido opositor del ex-mirista Samuel Doria Medina. Se consigna además en la lista de fuentes a varias organizaciones vinculadas con la ayuda estadounidense y los partidos tradicionales. Una bonita constelación de derechas. Me obligo a no ser prejuicioso. Ningún nene tiene la culpa de te
ner malos padrinos, me aseguro, y avanzo otra vez para encontrarme con el prólogo del propio Mérida: “Me bastaron tres charlas de café, cuatro entrevistas y cinco llamadas, para acrecentar en mí el pavor y la incertidumbre, ante tremendo embuste y descaro”, sostiene el novel escritor, refiriéndose al texto constitucional. ¡Ajá! Ahora sí me sentí muy feliz. Descubrí la fórmula del éxito, e inmediatamente tomé muchos cafecitos y charlé de todo con amigos, y llamé como loco por teléfono, pues así de simple había sido convertirse en académico-político. Pero, como Mérida, luego no me sentí tan alegre y comenzó el miedo, pavor por encontrar embustes y descaro, no sé si más embustes o más descaro, como lamentablemente pasó. Página 28, dice la Constitución: “El Estado respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales, de acuerdo con sus cosmovisiones. El Estado es independiente de la religión” ¿Qué interpreta Mérida? Lo siguiente: “(el artículo) Confunde creencias como la pachamama con la religión y otras cosmovisiones introduciendo peligrosamente la libertad de culto” (sic). Es de campeonato. Para el ignorante caballero, las milenarias cosmogonías indígenas habían sido apenas “creencias” que no pueden (¡como históricamente lo hicieron!) confundirse con la religión. Lo que es peor, para el susodicho inquisidor la libertad de culto había sido “peligrosa”. Válgame, ¿no será que entre sus múltiples ocupaciones Mérida es también directivo del Opus Dei? Otrita: el artículo 5 de la CPE reconoce, como ninguna otra, al castellano y a los idiomas indígenas que se hablan para el país. ¿Qué replica Mérida? “Introduce varios dialectos (que no tienen ni escritura ni gramática) como idiomas oficiales además del castellano, quechua y aymara que tienen gramática y escritura, no así los otros dialectos señalados que no son conocidos ni siquiera por los pocos pueblos indígenas que quedan en nuestro país”. Excuse me, Mister Mérida, pero es que su atrevido fascismo llega al colmo. Usted, a quien en la escuela le pondrían orejas de burro (¿o de ratón?) por no saber ni siquiera de gramática española, ¿viene a quejarse por la falta de “gramática y escritura” de idiomas tal vez más ricos que el que cacarea? ¿Puede, señor, borrar de un plumazo a millones de compatriotas de los ¡¡“pocos”!! grupos indígenas que hablan distinto de usted? Quiero creer que se trata de embuste y descaro, y no de la más conspicua imbecilidad. Y el libro sigue, y Mérida se lanza magníficas conjeturas como esta: “(la wiphala) Es un símbolo impuesto arbitrariamente y poco representativo de nuestra nación”, o “se ha reconocido a la nación y pueblo indígena originario campesino, el derecho a la titulación colectiva de sus territorios, en una pretensión muy peligrosa”. Para este intérprete, cualquier tentativa de justicia social es “peligrosa”. Lo más grave es que a continuación vienen las mentiras. A pesar de que la Constitución reconoce en varios artículos (que hasta se difunden por spots) la iniciativa y propiedad privada, en todos los ámbitos, incluido explícitamente el de salud, el caballerito en cuestión se esmera en la falacia: “elimina toda forma de prestación privada de servicios de salud”. Igualmente, hasta el cansancio se ha dejado en claro el reconocimiento a entidades educativas privadas y la educación plural, pero para Mérida “se deja establecido que los contenidos (educativos) serán estándares e idénticos y en los hechos, los padres de familia no podrán elegir el tipo de educación que consideren pertinente para sus hijos”. Mejor dejémoslo ahí, pues con el cafecito y el enojo el hígado se me pone malo, y de pronto no llego a ser tan brillante y multifacético como Stuart. Tan sólo al principio, ya hay pruebas suficientes para inferir que el resto de las 200 páginas de “No más” son la muestra de lo estúpidamente colonizadas que están algunas mentes, de cómo pocos reaccionarios, aprovechándose de salir en la tele, quieren seguir sosteniendo un injusto orden, por fortuna en agonía. Y ya casi escucho las airadas protestas por esta nota, la acusación de “masista” para el autor, único argumento que tienen para tratar de descalificar a alguien que no condice con su estrechez mental. Tendré que decir entonces que no respondo a ningún partido político y que, además, tampoco estoy de acuerdo con varios artículos de la nueva CPE. Pero el relato de un partido de fútbol a las patadas no puede ser el estilo en el que discutamos los errores de este proyecto legal que nos incumbe a todos. Más en común Nashira e Israel presentaron sus libros, por separado, en la Casa de la Cultura y el Centro de Convenciones El Campo, lugares que reflejan el afán arribista de quien quiere ser “escritora” o “yuppie”. A pesar de ser ambos jóvenes, ninguno se ha dado cuenta de que hay muchos contemporáneos a quienes ya no se les puede tomar el pelo y quedar impune en el intento. Tal vez si presentaran un libro juntos la cosa tendería a progresar. Cuba podría poner mejores tetas en la portada de Mérida, y éste a su vez darle algo más de “seriedad” a los textos de la escritora. A algunos compañeros se nos ocurre incluso un nombre conjunto para la nueva obra, mezclando los títulos de las publicaciones. Es poco creativo, pero muy revelador: “Fuego en la piel. Israel Mérida Martínez. Cuentos para mayores escritos por una menor. No Más. Nashira. La Gran Mamada. Libertad desde la literatura. Análisis crítico del proyecto de constitución del MAS”. Bellísimo. mirandoelhumo@yahoo.com
Fuente: www.opinión.com.bo