El dolor de haber sentido dolor
Por: Brayan Mamani Magne
Alguien me dijo que llegará el día en que ya no habrá grandes escritores con vida. Que la raza de los Hemingway, Vallejo, Neruda, Pound, Onetti y compañía se habrá extinguido por completo. Que solo habrán escritores menores, grandes a medias, olvidables. Y que, finalmente, la “alta literatura” se extinguirá. Nunca creí en eso. Al contrario: me parecieron los presagios de algún viejito estancado en sus librillos tapa dura, de esos que mierdean todo lo que no tiene olor a tiempo. Sin embargo, con la muerte de Gelman, el viejito parece tener razón. Mucha o poca, no lo sé. Lo cierto es que un grande -grande entreo los grandes- se ha ido. De esos que no se volverán a repetir en algunas generaciones.
Leer los poemas de Gelman ha sido como leer el itinerario de mi vida. Es raro: que alguien que ha nacido en otra tierra, en otro tiempo (y por tanto en otro mundo) sienta como vos parece el resumen de un mal best-seller. Pero Gelman ha hecho eso: navegar en el espíritu de miles de lectores que aman la vida con el mismo dolor con el que la ama él. Ha sido amigo, compinche, camarada, pastillas para dormir. Y ya se cuelan versos a la memoria, como:
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio
o:
Ser uno es no tener nada
o:
Tu voz
irrumpe el mundo
y le da otra palabra
Y decenas, y cientos de versos que fueron cuchillos que ayudaron a rayar la cara más pedregosa de la vida. Palabras como mujeres, libros como botes salvavidas que, indefectiblemente (o afortunadamente, quién sabe), tenían un hueco en la base. También emergen las lecciones del maestro: ese trabajo con la palabra, comprometido y doloroso, aventurero, siempre arriesgado. Él nos enseñó que interesarse por la política no es malo, siempre y cuando el verso se mantenga fiel a su fin: encontrarse, perderse, encontrarse, perderse, encontrarse y así mil veces.
Se ha ido un grande. Qué afirmación más cliché, ya lo sé. Pero estas palabras son de alguien a quien le duele que su amigo ya no pueda seguir escribiendo. Alguien que ha sentido dolor. Un dolor a lo Gelman: “El dolor de haber sentido dolor”.
Fuente: Ecdótica