Un ajuste de cuentos con Juan Pablo Piñeiro
Entrevista a Juan Pablo Piñeiro
Por: Martin Zelaya
Escribe Ricardo Piglia: “Borges considera que la novela no es narrativa porque está demasiado alejada de las formas orales, es decir, ha perdido los rastros de un interlocutor presente que hace posible el sobreentendido y la elipsis, y por lo tanto la rapidez y la concisión de los relatos breves y de los cuentos orales”.
Comenta Juan Pablo Piñeiro: “Creo que en el cuento hay una dimensión narrativa muy poderosa que solamente se puede traducir por lo que no se dice, por lo que se calla, por lo que no se cuenta. Pienso que para encarar la construcción de personajes y tramas en un texto breve se debe hacer un pacto incondicional con el silencio”.
¿Por qué detenerse en estas referencias…? Pues porque parece muy oportuno para introducir esta charla en la que Piñeiro adelanta el que será su primer libro de relatos tras dos novelas –Cuando Sara Chura despierte e Illimani púrpura– que, más allá de tener buena acogida entre la crítica, lograron -sobre todo la primera- un amplio reconocimiento entre los lectores.
Que conste -por si acaso- que si bien el autor paceño no comulga con las reticencias del maestro Borges hacia la novela, sí coincide con él en el enfoque hacia el cuento y en cómo abordar la esencia de éste.
– Después de dos novelas, ¿qué te anima a publicar un libro de cuentos?
La verdad, como todo en la vida, las cosas se dieron. Pensé que estaba bien encaminado en mi tercera novela, hasta que decidí darle una leída y me di cuenta de que le faltaba mucho para germinar. Paralelamente, Magdalena Gonzales me pidió un cuento para una antología por publicarse en Córdoba, Alfredo Grieco me pidió una colaboración para una antología en Buenos Aires y una revista de Estados Unidos me pidió otro cuento, gracias a Edmundo Paz Soldán. Así que tuve que aventurarme en el cuento y como una cosa lleva la otra, apareció este nuevo libro.
– Continúa Piglia en el ensayo Nueva tesis sobre el cuento, de su libro Formas breves, esta vez citando un párrafo del diario de Kafka: “En el primer momento, el comienzo de todo cuento es ridículo. Parece imposible que ese nuevo e inútilmente sensible cuerpo, como mutilado y sin forma, pueda mantenerse vivo.
Cada vez que comienza, uno olvida que el cuento, si su existencia está justificada, lleva en sí ya su forma perfecta y que sólo hay que esperar a que se vislumbre alguna vez en ese comienzo indeciso, su invisible pero tal vez inevitable final”.
– ¿Eres de los que piensan que más allá de estilos, el cuento debe regirse siempre en las “re g l a s de oro”de un inicio fuerte y atrapante, y un desenlace sorpresivo y contundente o más bien consideras que no hay normas que se deben seguir y escribes en plena libertad…?
Cada vez estoy más seguro de que mi primer lector soy yo, porque generalmente me entero de lo que sucede a medida que sucede. A veces me imagino que el que escribe es como un agricultor que pone la semilla, cuida el cultivo y después cosecha. Por eso nunca pienso en las reglas de oro. Eso sí, nadie garantiza que la cosecha sea buena.
– ¿Te animas describir, a explicar en tus propias palabras este libro de cuentos…?
Ya me he animado, por eso he decidido publicarlo. Creo que la única forma que tengo para explicar este libro de cuentos es justamente ofrecerlos al lector tal y como son.
– En tus novelas, La Paz es un protagonista innegable, ¿van tus relatos por el mismo derrotero? ¿Puedes hallar algún hilo común en los cuentos que formarán parte del libro?
En este caso hay algunos cuentos en los que La Paz no aparece. Incluso uno se desarrolla en Lisboa. Todavía no le encuentro ningún hilo en común a este conjunto de relatos, pero estoy seguro de que debe de haber uno. Me imagino que cuando esté totalmente listo será más fácil.
– Alguna vez conversamos sobre lo complejo de poner nombre a los libros, que si se lo hace al principio, durante el proceso de creación, al final a modo de reflexionar brevemente al respecto, cuéntanos si este libro ya tiene nombre.
Me has leído la mente, porque realmente me está costando descubrir el título de este libro. Creo que con la novela es más fácil porque se tiene que bautizar una sola obra, en cambio los cuentos son muy distintos entre sí, como para llamarse lo mismo. Aún así seguramente tienen un nombre y me quedan unos días para descubrirlo.
¿Pero cómo? ¿El propio autor debe descubrir lo que hace cuando ya está casi hecho? Piglia sostiene: “El cuento es un relato que encierra un relato secreto. No se trata de un sentido oculto que depende de la interpretación: el enigma no es otra cosa que una historia que se cuenta de un modo enigmático. La estrategia del relato está puesta al servicio de esa narración cifrada. ¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra?”.
– Siempre fuiste muy exigente con tu propio trabajo y muy cuidadoso a la hora de publicar (dos libros en más de diez años). ¿Cómo y cuándo sentiste que estos relatos ya estaban listos para ser difundidos…? ¿Por qué publicarlos ahora?
A mí me gusta concebir la creación literaria como un proceso vegetal. Hay personas que me dicen que lo adecuado será decir vegetativo, seguramente porque la mayor parte del tiempo doy la impresión de que no hago nada de mi vida.
Algo germina en nuestro interior de forma paralela a la distancia que vamos recorriendo. Simplemente que en ese algo son más evidentes los ciclos. Son vegetales. Por eso cada obra tiene su hora. Finaliza Ricardo Piglia: “El arte de narrar es un arte de la duplicación; es el arte de presentir lo inesperado; de saber esperar lo que viene, nítido, invisible, como la silueta de una mariposa contra la tela vacía”.
“Sorpresas, epifanías, visiones. En la experiencia siempre renovada de esa revelación que es la forma, la literatura tiene, como siempre, mucho que enseñarnos sobre la vida”.
“Lo que se construye como destrucción siempre acaba fallido”
– ¿Te animas a mencionar un par de cuentistas bolivianos que te gusten por encima de otros, y luego otro par de ejemplos en la literatura universal?
Soy un entusiasta admirador de René Bascopé Aspiazu, sus cuentos me parecen una ófrica invitación a la luz de La Paz. Por otro lado, La piedra imán o Vidas y muertes de Jaime Saenz pueden disfrazarse de grandes libros de cuentos, a pesar de que son algo más. A su vez, Augusto Céspedes y Oscar Cerruto han creado grandes obras en este género.
Últimamente estuve leyendo una gran cantidad de libros, para confirmar que mis gustos siguen siendo los mismos. Me quedo con Horacio Quiroga, Edgar Allan Poe, Juan Rulfo y Felisberto Hernández. Y aunque Joyce es perfecto, los rusos podrían dar cátedra en otras galaxias. Ésos sí son los mejores.
– Algunos escritores celebran que la literatura boliviana de la última década haya roto con el compromiso tácito que había antes de encasillarse en temáticas (política, dictadura, costumbrismo, literatura saenziana en el caso de La Paz, etcétera). Pero otros sostienen más bien que al tratar de romper a toda costa ciertos referentes se corre más bien el riesgo de encasillarse como “rupturista ”. ¿Qué reflexionas al respecto?
En un encuentro que hubo hace décadas en Alemania entre los escritores latinoamericanos más representativos de aquella época, Guimaraes Rosa abandonó la sala en el instante mismo en que se empezó a debatir sobre la literatura comprometida. Como él decía que el único compromiso era con el corazón, seguramente esa charla estuvo de más. Sin embargo, también decía que lo más importante de un hombre es su relación con el idioma.
En este caso, escribir desde Bolivia supone también enfrentarse con un castellano de polifónicas aristas, y que por lo tanto está siempre a punto de estallar, y debe ser trabajado profundamente desde la literatura.
Jaime Saenz y Jesús Urzagasti, por ejemplo, a pesar de tener obras distintas, tienen mucha afinidad en la manera de pensar este país, o mejor dicho esta patria. Para mí es este pensamiento el que los convierte en representantes de una sólida tradición literaria.
Yo no le encuentro sentido a intentar romper esa tradición, primero porque considero que lo que se construye como destrucción siempre acaba fallido, y segundo porque se necesita el trabajo de una vida para aspirar al honor de dar continuidad a esa tradición. No es moco de pavo.
Fuente: Página Siete