Manfredo Kempff narra la pesadilla menonita
Por: Marcelo Suárez Ramírez
En una sociedad absolutamente tradicional, pacífica, digna y entregada a Dios, ¿es concebible que una decena de hombres pervertidos pueda aterrorizar a miles de sus congéneres, abusándolos sin miramientos y dejándolos en la más grande vergüenza?
Manfredo Kempff Suárez se planteó estos cuestionamientos antes de ahondar en el caso de los violadores de Manitoba, un grupo de menonitas que ultrajó a cientos de mujeres en su comunidad en el lapso de dos años. El hecho, que ocupó los titulares de los medios locales, está plasmado en la última novela del autor de Cuando fui Nerón y El águila herida. La obra se titula Los violadores del sueño, un volumen de 353 páginas editado por La Hoguera, que fue presentado en la XIII Feria Internacional del Libro de Santa Cruz.
El escritor cruceño se refiere en esta entrevista a los pormenores de este libro y también hace un repaso por su obra narrativa, la cual, hasta el momento, está confomada por siete novelas y un libro de cuentos.
– ¿Qué lo motivó a escribir sobre lo que pasó en Manitoba?
– El hecho en sí fue algo que conmocionó a la ciudadanía. Desde el primer momento en que vi las noticias respecto a este caso, no pude dar crédito a lo que había sucedido, sobre todo porque se trataba de los menonitas, gente honrada y pacífica dedicada al trabajo y a Dios. Al saber de golpe que durante dos años se habían realizado alrededor de 150 violaciones, de las cuales medio centenar podían no haberse denunciado, decidí informarme más y seguir leyendo lo que aparecía sobre el tema con el fin de escribir algo, porque me parecía que ameritaba ser contado.
– ¿Le interesó, desde un principio, hacer un relato de ficción basado en hechos reales?
– La idea no era hacer una crónica periodística, porque eso me hubiese obligado a hacer las cosas más puntillosamente y a realizar una investigación exhaustiva, pero ese no era mi propósito porque no soy cronista, pero sí soy novelista. Entonces, leí mucho sobre el asunto en Internet, en los periódicos y luego visité Manitoba y las demás colonias que están cerca.
– ¿Tuvo obstáculos para recoger la información en la comunidad?
– Fue difícil porque el tema es muy delicado y la gente rehuía a hablar. Pero, de todos modos, tuve contacto con los menonitas, menos con las mujeres, pues acceder a ellas es complicado, además que la mayoría no habla español. Así que busqué apoyo por otro lado. Fue el doctor Freddy Pérez, fiscal que llevaba el caso, que me colaboró en la tarea de obtener documentación y en ingresar a las audiencias públicas.
– ¿El tener acceso a las audiencias le dio una mejor perspectiva para narrar la historia?
– Exactamente, sobre todo el escuchar las declaraciones. Allí tuve tiempo de ver a las mujeres que habían sido violadas, y a los violadores. Me impresionó saber que estos hombres cometían el delito utilizando un espray con escopolamina, una sustancia también conocida como burundanga que se obtiene de la flor de la belladona. Cuando supe esto me pareció algo terrible. Fueron siete los sentenciados, dos de ellos casados y con hijos. Recibieron una pena de 25 años.
– Este hecho no tiene precedentes en la historia de los menonitas en territorio boliviano, ¿a qué atribuye que se hubiese llegado a este nivel de barbarie?
– A la endogamia, al hecho de vivir ligados entre familias. Eso produce con frecuencia el incesto y fue lo que se dio en este caso, pues hubo casos de padres que violaron a sus hijas y de hermanos que hicieron lo mismo con sus hermanas. Estos sujetos pusieron en emergencia total a la comunidad. La presencia de los menonitas en Bolivia es muy grande, ellos llevan medio siglo en Bolivia, en todo este tiempo nunca ocurrió algo similar.
– Llama la atención que hubiese ocurrido en una sociedad entregada a Dios, tan conservadora…
– La sociedad menonita tiene como única lectura la Biblia, que es su base de la alabanza a Dios, no siguen otro tipo de literatura. Esta doctrina forma parte importante dentro de esa vida de encierro, soledad y trabajo sin compensaciones. El hecho de que algunos integrantes de esta sociedad se hubiesen revelado se debe también a ese excesivo encierro. Son jóvenes que no conciben en su mente el estar excluidos de la modernidad y el no tener acceso a la radio, a la televisión, a la Internet. Esa gente busca otra salida, entonces, se rebela, se entrega al alcohol y a sus más bajos instintos. Por otra parte, las víctimas pensaban que las violaciones eran cosa del demonio, porque estaban inconscientes y los verdugos no dejaban rastros. Usaban condones con los cuales no quedaban huellas de esperma. Eso duró hasta que cometieron errores y fueron descubiertos.
– ¿Cómo califica esta novela? ¿Tal vez es lo más fuerte que ha escrito?
– Bueno, mi anterior trabajo, Confesiones inconclusas de Juan de Dios, era también terrible, porque tocaba el tema del celibato en la Iglesia. Luna de locos y su continuación, Sandiablo, también son fuertes. Tampoco escribo siempre sobre estos temas, porque mis primeras novelas están ambientadas en la Santa Cruz de antaño. De todos modos, queda claro que mi literatura no es costumbrista. No escribo del paisaje, ni de las costumbres, sino sobre temas específicos, como el machismo, la mujer, el sacrificio, etc.
– Margarita Hesse es la historia de una mujer en la que también sobresale el comportamiento del hombre machista…
– En Margarita Hesse hay una crítica al machismo pero, sobre todo, se resalta a la mujer como dueña de la historia. Ella termina con el hombre que quiere de cualquier forma y tiene mucho que ver con el talento de una mujer ambiciosa e inteligente.
– ¿Cuáles son sus personajes favoritos de sus novelas?
– Uno de mis favoritos es Fabián Aguilera, de Luna de locos, una persona triste; asimismo, Salvatierra, el otro protagonista de Sandiablo. Un personaje que muy poco se ha conocido y que me gusta mucho es el de mi novela El águila herida.
– ¿Qué le pareció la versión de Luna de locos llevada a la televisión por Safipro?
– Me gustó mucho. Es una telenovela muy interesante, hecha objetivamente. Recuerdo que lo único que le pedí a ‘Quique’ Alfonso cuando me dijo que quería hacer una versión era que debía ser real, que se basara en la novela. Y se basó tanto en la novela que causó hasta protestas por sus imágenes que en esos tiempos se consideraban fuertes. Estamos hablando de que se hizo hace unos 17 años, cuando la gente pensaba de otra forma y era muy complicado hacer producción local en la televisión. Safipro hizo un trabajo adecuado, con buenos actores. Curiosamente, Guísela Santa Cruz, una de nuestras mejores cantantes, no podía hablar en la historia, pero actuó muy bien, al igual que Carola Castedo, mi hermano Julio y el actor que personificaba a Fabián Aguilera.
– Aunque no escribe sobre el paisaje, la mayoría de sus historias se sitúan en Santa Cruz…
– Dicen que esa imagen del lugar donde uno ha pasado sus primeros años no se borra nunca de nuestra mente. Yo, por supuesto, viví acá hasta mis 11 años, cuando viajé a Chile con mis padres, pero conservo buenos recuerdos de mi niñez en Buen Retiro, en una propiedad de mi tío Noel (Kempff Mercado), donde estaba en contacto con la naturaleza de esta tierra. Lo que uno oye contar a la madre, a la abuela, a la lavandera o a la cocinera es lo que a uno se le queda, bien lo debe saber García Márquez, que si nunca hubiese conocido Cartagena difícilmente hubiese escrito gran parte de sus novelas, o Vargas Llosa no podría haber escrito La casa verde. Se trata de escribir inspirado en lo que se ha vivido.
– ¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?
– Empecé con literatura clásica, con adaptaciones para jóvenes. Leer La Odisea o La Ilíada para un chico de 12 años es un poco difícil, así que primero leía versiones más cortas. Lo que me influyó realmente fueron los escritores del boom, como Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, además de la literatura europea.
– ¿Qué lectura lo ha atrapado últimamente?
– He terminado de leer el primer tomo de la trilogía Millenium (del extinto escritor sueco Stieg Larsson) y estoy empezando el segundo. Son más de 2.000 páginas en los tres volúmenes, algo que a uno le puede parecer muy pesado en estos tiempos. A mi edad uno empieza a preguntarse cuántos libros más de este tipo tengo para leer por delante.
– ¿Qué tiempo le dedica a la escritura?
– Ahora le dedico un poco más que antes. Con este ritmo que llevo voy escribiendo un libro por año y me parece que voy bien, porque se trata de un oficio muy agradable, me anima ver cómo la gente de Santa Cruz va leyendo y escribiendo cada vez más. No hay todavía una crítica literaria como tal, pero a medida que vaya creciendo la producción, aparecerá la crítica. Cuando no existe la crítica, todos los libros son buenos, o todos malos, así que es realmente necesaria.
– ¿Qué puede decir de Hombres de papel? ¿Es cierto que nació al calor de su trabajo en el Ministerio de Informaciones durante la gestión de Banzer?
– Así es. Acababa de salir del ministerio y quedé un poco escaldado con la prensa, así que la escribí al poco tiempo. Muchos dijeron que fue una venganza mía contra los periodistas, pero no fue así. La idea era decir lo que yo advertía desde mi posición sobre el poder que tienen los dueños de los medios. Es un libro que se ha perdido un poco y que ahora sería muy interesante volver a hablar de su contenido, tomando en cuenta el conflicto permanente del Gobierno contra los medios.
– ¿Es difícil el trato con la prensa cuando se está en un cargo gubernamental?
– Absolutamente, y eso pasa con todos los gobiernos. Son pocos los políticos en el poder que se han podido llevar bien con la prensa, porque los medios están llamados a ser críticos. La prensa debe estar hecha para hacer crítica, no solamente debe decir lo que está bien, sino que tiene que estar fiscalizando permanentemente, no de la misma forma que lo hace el Congreso, pero el periodista de por sí debe ser curioso y debe cuestionar a la autoridad.
Este fenómeno se ve con mayor amplitud en otros países, lo que pasa acá es nada comparado con las palizas que pega el New York Times o el Washington Post en Estados Unidos, de la misma forma como se porta la prensa en Argentina. Es el caso de Clarín y La Nación, medios que están abiertamente enfrentados con el Gobierno argentino.
Ahora, la influencia de la Internet tiene mayor importancia en estos tiempos. Hemos visto lo que ha pasado recientemente con Mubarak en Egipto, cuya caída tuvo mucho que ver con lo que se logra hoy a través de las redes sociales.
Sus principales obras
Luna de locos (1994). Fabián, un joven de buena familia, decide, por influencia de su entorno, asumir las actitudes de poder que ejercían los miembros de una pequeña sociedad machista. No hace concesiones a la vida y decide bebérsela de un trago.
Hombres de papel (2003). Los amores seniles de un viejo rico y poco cultivado, Teodoveo Porras y Porras, provocan situaciones hilarantes cuando enamora a una joven sesenta años menor que él. Esa historia describen la personalidad de las mujeres que pasaron por su vida
Margarita Hesse (1997). En una sociedad machista y conservadora, la protagonista de esta novela se enfrenta a los rígidos códigos morales y al poder. Escandaliza a toda una ciudad cuando, en un desvarío aparente, narra sus amores adúlteros con los políticos.
El águila herida (2004). Un oficial alemán de la alta aristocracia, el mayor Sigfried von Below, sentenciado en ausencia por crímenes de guerra en el frente ruso, llega hasta la Chiquitania boliviana luego de innumerables peripecias.
Fuente: Brújula