Guillermo A. Ruiz: “hay que fisurar la realidad”
Por: Mauricio Murillo
Lo fantástico se postula como un espacio importante en nuestras letras. En 2013 saldrá una antología que empieza a buscar relatos del género.
En días recientes, un grupo de escritores bolivianos constituido por Guillermo Augusto Ruiz, Daniel Averanga, Iván Prado Sejas y Miguel Esquirol lanzó la convocatoria de la primera Antología de Relato Fantástico en Bolivia. El plan es compilar un volumen con varios cuentos que vayan a ser publicados el próximo año en un libro editado por la editorial El Cuervo. Es una convocatoria abierta, que tiene como plazo el 1 de noviembre de este año. Las bases y requisitos pueden ser consultadas en el blog de uno de los organizadores: www.elfuegoylafabula.blogspot.com. Con relación a esta antología, pretendiendo conocer sus objetivos y motivaciones, Fondo Negro entrevistó a uno de sus principales ideólogos, Guillermo Augusto Ruiz.
— ¿Cómo surge la idea de organizar esta antología de relato fantástico?
Me inspiró la excelente labor de Daniel Averanga y Willy Camacho con Gritos demenciales, antología de cuentos de terror, que hace poco se reeditó y que pronto sacará un segundo tomo. Hace tiempo tuve la idea de una selección de literatura fantástica en Bolivia, pero fue el mismo Daniel quien, hace unas semanas, me impulsó a que concretáramos el proyecto.
— ¿Por qué elegir este género? ¿Cuáles son las particularidades que han llamado la atención de los antologadores?
Es uno de los géneros más destacados de la literatura en general y de la hispanoamericana en particular. Lo fantástico no es, como muchos creen, una evasión de la realidad, sino, al contrario, un adentrarse en las arenas movedizas de lo que, por convención y comodidad, llamamos realidad. Es más, creo que lo fantástico nunca pasará de moda, pues, antes que un género, es una visión del hombre y del mundo en que predomina la duda o el asombro. En ese sentido, se asemeja a la fresca mirada del niño o a la lúcida del filósofo. Se define lo fantástico como un elemento inexplicable que irrumpe en lo real, resquebrajándolo. Olvidamos que la realidad es inexplicable en sí misma. Basta echar una luz distinta sobre las cosas para darse cuenta de que son extrañas. Hubo que esperar a los descubrimientos de la física cuántica para recibir una confirmación de una intuición antigua, que se manifestó tanto en la tradición oral como en la escrita: que no hay tal cosa como la estabilidad de la materia y que, por tanto, lo real no es estable sino por comodidad, por conveniencia o por pereza de quien lo observa. En cuanto a los antologadores, por un lado a Daniel le encanta el terror, que es una rama posible de lo fantástico. En ese sentido, coincidimos en que lo fantástico es un género paradigmático, que integra a otros pero que, a la vez, resulta inconfundible. Por otro lado, Iván Prado y Miguel Esquirol realizan, desde hace años ya, una labor encomiable, que consiste tanto en una indagación como en un estímulo constantes de la ciencia ficción y la fantasía en Bolivia a través del blog del mismo nombre.
— ¿Cuál crees que es la importancia de realizar antologías que reúnan a varios autores bajo una misma premisa? ¿Qué impacto se pretende con este libro?
No creo que esta actividad sea importante en sí misma, pero tampoco es superflua. Me explico. Por un lado, es una buena forma de difundir a nuestros autores. De abrir brechas y mostrar filones. También de estimular –no el anatema ni el panegírico– ese discurso plenamente literario, inteligente y matizado que es la crítica. Una antología, si está bien hecha, puede ser uno de los catalizadores de esta dinámica, que sí es fundamental.
— En la historia de la literatura boliviana, el género fantástico no ha sido central ni canónico, ¿cuáles serían los hitos en nuestras letras? ¿Qué libros son fundacionales para este género?
Es extraño que no lo haya sido. Decimos, con razón, que nuestra realidad, la boliviana, es mágica. En rigor, toda realidad lo es. ”El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible”. Eso decía Wilde. Es extraño que el imaginario fantástico haya nutrido prácticamente toda la literatura latinoamericana cuando, en nuestro país, ha sido puntual, casi anecdótico. Con Borges, y luego con el boom, lo fantástico pudo mostrar toda su potencia, que no excluye la mirada crítica de la realidad o de la historia, sino que la integra y la dota de universalidad. Aunque, por supuesto, contamos ya con hitos. Sin duda, el más importante es Cerco de penumbras de Óscar Cerruto, que contiene relatos fantásticos admirables. No me parece mera coincidencia el hecho de que Cerruto fuese también poeta. En cierto modo, la poesía es una forma de traducir lo fantástico. Cuando lo indefinible hace temblar el marco seguro de lo real, inquietándonos, se produce el efecto fantástico, sucede la poesía. Otro ejemplo, no menos ilustre, es el de Sáenz, especialmente con algunas narraciones memorables de La piedra imán. Antes que libros canónicos prefiero mencionar algunos de los que para mí son imprescindibles. Hablo de Narraciones extraordinarias (Poe), El Horla (Maupassant), Otra vuelta de tuerca (James), La metamorfosis y El proceso (Kafka), Cuentos orientales (Yourcenar), Cuentos completos (Cortázar), Ficciones, El Aleph y El libro de arena (Borges), Antología de la literatura fantástica (Borges, Bioy y Ocampo) y Sesenta relatos (Buzzati). De niño me gustaba la serie La dimensión desconocida. Luego me enteré que entre los guionistas estaban Ray Bradbury y Richard Matheson, también autores de excelentes relatos del género.
– Cuando escribiste tu libro El fuego y la fábula, ¿tenías planeado que fuera un libro de literatura fantástica?
Fue una premisa y, a la vez, algo inevitable. Creo que lo fantástico es una tensión que se puede traducir de dos formas: ya como resistencia, ya como agresión a la anestesia que enraíza en nosotros a causa de la rutina. Nunca es neutra ni pasiva. Lo real es como un muro circular: hay que fisurarlo para poder mirarse a la cara, ver a los otros, ver el mundo. Al cometer El fuego y la fábula intenté exorcizar esta tensión a través de imágenes que fueron cuajando en historias cotidianas, fisuradas por un fantástico ambiguo. De hecho, si logré mi objetivo, los doce relatos que componen el libro pueden leerse también en un plano perfectamente realista.
Fuente: Fondo Negro