Santiago Gamboa es el motivo
Por: Por Christian J. Kanahuaty
Es difícil hablar de uno de los escritores que más me gustan. Podría decir todo lo que sé sobre sus novelas, sobre las fechas en que fueron publicadas y los premios que han logrado obtener. Pero no me parece honesto. Entonces, lo que quiero hacer es escribir sobre él, o mejor dicho, sobre la forma en que sus novelas ingresan a la vida de un aspirante a escritor. Un novelista como Gamboa, cuando uno lo encuentra, no puede dejarte tranquilo. Entra a tu vida y se convierte en un virus, te puebla y te excita, te hace dar ganas de seguir leyéndolo, pero más que eso, te da ganas de escribir. Gamboa tiene el extraño don de hacerte creer que escribir es fácil. Eso es la literatura.
Ya sabemos que hay dos tipos de escritores. Escritores que te hacen dar ganas de seguir leyendo novelas, sólo por el placer de leer, y otros, pocos, que te hacen dar ganas de escribir. Aquellos que entre párrafo y párrafo te hacen dejar el libro, tomar un cuaderno y escribir unas cuantas palabras que pronto se convertirán en el principio de una historia. No importa si buena o mala, no importa si a la media hora la dejarás porque quieres volver al libro que estabas leyendo. Lo que importa es ese acto reflejo. De pararte, tomar aire, agarrar el cuaderno, acercar la silla a la mesa y garabatear algo. Gamboa logra eso. Y esa fuerza sólo se la reconoce cuando se descubre que, en él, el arte está en los acontecimientos cotidianos, en la captura perfecta del habla de sus personajes, es de esos pocos escritores que cuando uno lo lee, de verdad se escuchan las conversaciones de sus personajes, que, claro, ya no son personajes, sino personas de carne y hueso por arte de la palabra que Gamboa utiliza, un gran amplificador que hace resonar la voz de cada uno de los hombres y mujeres que encontraremos entre las páginas de sus libros con el objetivo de que sean ellos, y no él, quienes nos cuenten sus vidas y azares.
Cada novela de Gamboa es parte de una gran novela, no tiene miedo a repetirse, ni tampoco siente temor de explorar los mismos ámbitos una y otra vez, porque sabe que todos los escritores, o al menos esos escritores que se proponen más el proyecto de obra que de una novela más otra novela, arman con cada libro un capítulo más de esa gran novela que sólo concluirá con la muerte del autor.
Gamboa tiene otro rasgo que encanta. Es capaz de hacer de lo finito algo infinito y eso nos encandila porque sorprende que con tan poco material haga tantas cosas. Simplemente está dotado con el extraño don de ponerse en el lugar del otro, de sentir lo que el otro siente, pero no como ficción; sino porque de veras lo siente y ese nivel de implicancia hace que sus novelas sean más que novelas y se conviertan en historias de vida. Vidas que, por su normalidad, están llenas de belleza y amor.
Algo que siempre me pareció que sus novelas transmitían es el amor al oficio. Escribir es una profesión y no sé cómo explicarlo, pero es algo que se siente cuando se empieza a leerlo. Él sabe que no hay improvisación, que no es un juego, que no es una apuesta en la que no importa nada el resultado. Cuando uno lo lee se da cuenta de que el arte de escribir es algo tan vital como comer o respirar. Santiago Gamboa, sin decirte nada, te enseña de todo. Te enseña el amor al oficio, te enseña que con pocas cosas se hacen millones de historias. Que todas obedecen a un sentido único que es hacer que haya vida dentro de esas hojas blancas impresas con letras negras. Y que todas las novelas son parte de la misma novela; que la obra sólo se termina con la muerte del autor, no de los personajes, que su objetivo es justamente que ellos lo sobrevivan.
Gamboa es de esos pocos escritores que todavía piensa la novela como algo total. Como un ente vivo que representa, interpreta y cuestiona su sociedad. No es de esos escritores que se alejan del mundo para edificar sus novelas y no quiero decir que esa actitud frente al mundo sea mala, lo que digo es que Gamboa no es parte de esa estirpe. A él le mueven otras cosas. El ritmo de los cambios de las ciudades que conoce, son el pulso de sus novelas. Por eso me gusta tanto, por eso Gamboa es de esos escritores que nunca te abandonan. Gamboa siempre tiene algo que decirte, en cada lectura te da algo nuevo. Es inagotable.
Me gustaría que otros, cuando lo encuentren, sientan lo mismo, y el ímpetu que sentí cuando leí su segunda novela sea también la corriente eléctrica que atraviese sus cuerpos. Leer a Gamboa te da miles de bocanadas de aire fresco. Cuando sientas que ya no tienes nada que leer ni nada que escribir y que todo lo que ves a tu alrededor no vale la pena, volver a Gamboa es lo que cabe hacer. Ahí, en esas novelas suyas, está la respuesta. En serio. Y cuando la encuentras, descubres que siempre estuvo ahí. Que sólo quedaba ver con atención.
Fuente: Lecturas