Sobre Riñón de cerdo para el desconsuelo, obra de Madrastra Teatro
Por: Irina Soto-Mejía
Riñón de cerdo para el desconsuelo es un trabajo de dramaturgia, del mexicano Alejandro Ricaño, que Madrastra Teatro (grupo de teatro local), presentó en la Alianza Francesa hace algunos días.
El título de la obra resulta por demás interesante en una ciudad como Cochabamba, en la que la comida como consuelo es una costumbre fuertemente arraigada. ¿Cómo no ir a ver algo que nos suena tan familiar? En este punto, aplausos para Madrastra Teatro, que tuvo a bien elegir un pieza de dramaturgia brillante, llamativa desde el título.
La obra estuvo dirigida por Alejandro Marañón (actor, y ahora director de teatro, conocido en nuestro medio por sus colaboraciones actorales con Kíkinteatro y el Masticadero, además de varias participaciones en audiovisuales). A tiempo de dirigir, Marañón compartió escenario con Anapaola Sánchez.
Durante algunos años, formé parte de proyectos de puesta en escena junto a Alejandro Marañón y, por llamarla de alguna manera, ‘la escuela’ de teatro que compartimos es la misma: el Taller de Teatro de la UPB y el Taller de Teatro Municipal entre los años 2004-2007. La formación teatral bajo la dirección de Diego Aramburo y Claudia Eid es algo que se puede reconocer en la escenografía de Riñón de Cerdo para el desconsuelo: los elementos en escenario son casi nulos, (reducidos para este re-estreno, pues si las fotografías del estreno de la obra el 2011 no son solamente promocionales, se puede inferir que la obra pasó de una decoración naturalista a una minimalista), así, los actores emplean tan solo una silla, un marco de ventana e iluminación para reproducir dormitorios, una celda en la prisión, la estación y hasta la calle.
La trama de Riñón… por escrito, es sencilla: Gustave y Marie son amantes. Marie es algo idiota. Gustave es un escritor obsesivo que desea, por sobre todo, ser mejor que un ‘jodido irlandés’ escritor (Samuel Beckett) que le quitó a la mujer que deseaba y el primer lugar en un concurso literario. Así, Marie ayuda a Gustave en sus emprendimientos por tomar venganza, los que dan un giro inesperado cuando la obra que Gustave desea sabotearle al irlandés resulta ser Esperando a Godot, y en lugar de destruirla, no puede hacer más que protegerla, porque cae rendido ante la genialidad de la pieza.
La puesta de Madrastra conserva muchas ideas de la pieza escrita, aunque la construcción de los personajes resulta algo débil. Aquello, porque en los personajes visuales (más en el teatro, por su presencialidad) es necesaria la construcción de presencias memorables y ese trabajo está fuertemente ligado con la provocación de sentimientos extremos: amor u odio, llanto o risa: conmover al público o dejarlo indiferente. Los personajes sobre el escenario deben ser presencias que nos conmuevan entre el amor el odio, porque aquellas que no nos lleven a ningún extremo, que no nos hagan reír o llorar, son personajes que no recordaremos, que están destinados a morir en la hora y media (o tal vez menos) que dure la función. De esa manera, existe algo que es claro: la perdurabilidad de Marie y Gustave estará siempre en las manos de los actores que los representen.
La Marie construida por Sánchez no es detestable pero tampoco adorable: no es una construcción destinada a permanecer en la memoria. Eso, a pesar de que tiene todas las potencialidades hacerlo, pues la Marie escrita resulta ser una mezcla de Marilyn Monroe, Hello Kitty, y Dora Exploradora (sí, eso es posible en la brillante dramaturgia de Ricaño) que queda corta en la puesta en escena de Madrastra; aunque hay algo que queda a rescatar y destacar: la comunicación gestual de Sánchez, pues el uso de los ojos en lugar de las palabras es una herramienta que la actriz aún puede llegar a explotar al máximo.
Sobre Marañón: el peso de la experiencia recae en su manejo de escenario, y en la mentira que lograr crear y hacernos creer: realmente nos encontramos frente a un Gustave verosímil, un escritor desesperado por ser algo -hacer algo, robar algo, matar algo, cuidar algo-. Marañón nos muestra a alguien a quien deseamos tenderle una mano y decir: basta, está bien.
¿Qué es lo más interesante de la obra? Sin lugar a dudas, el trabajo del texto, seguido de la propuesta escénica que emplea sólo los recursos justos. Además, se puede reconocer el amor al teatro que ambos actores sentían mientras realizaban su trabajo –y digo esto deseando no caer en una suerte de hippiesmo-, sé que Marañón trabajo con afecto y cariño cuando se trata del teatro. Como pocos, este director hace teatro por vocación, no por fama ni figurismo. Pero, al terminar de ver la obra no podía dejar de recordar el artículo escrito por Andrés Rodríguez en La Ramona, sobre la película La Virgen de Copacabana, hace un par de semanas. Se repetía en mi mente la frase que ayuda a cerrar ese artículo: “La Virgen de Copacabana, concebida con “buenas intenciones”, como decía Obermaier para “entrar al corazón de la gente sin buscar generar espectáculo”, no logra ni lo uno ni lo otro”.
Esta versión cochala-Madrastra de Riñón de cerdo para el desconsuelo rebosa de buenas intenciones, pero aún necesita algo más de trabajo, algo más de sabor, madurar (o cocerse, viniendo a bien el término) un poco más.
Puedes descargar el texto de la obra aquí, como parte de nuestra biblioteca gratuita.
Fuente: Ecdótica