01/18/2008 por Marcelo Paz Soldan
Entrevista a Wolfango Montes

Entrevista a Wolfango Montes

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Wolfango Montes, letras sobre el diván
Por:Darwin Pinto

El autor cruceño habla de su más reciente novela publicada y de la que acaba de terminar y aún no ha presentado. También esboza sus pasiones: la novela y la psiquiatría, e indica los pasos para ser escritor y para ser lector
Son las 09.25. Faltan cinco minutos para la hora pactada, pero él ya está listo. Abre la puerta, apretón de manos, y tras andar por un pasillo en el interior de su casa, en el centro de la ciudad de Santa Cruz, nos acomodamos en una sala que tiene la comodidad precisa para charlar sin presiones con el escritor cruceño más leído en la actualidad. Atrás queda el estrés de los micros demorados y el calor de la mañana armada con su garrote de grados centígrados. Entonces, Wolfango Montes invita a sentarse y la grabadora empieza a correr…
—Tu novela Los aimaras están llegando fue la más vendida en la Feria del Libro y una de las más leídas …
—En esa novela coloqué a una familia conservadora cruceña en una situación límite: la hija menor se enamora de un aimara, y eso genera un conflicto.
—¿Se la puede considerar como una metáfora sobre Bolivia?
—Sí. Existen personajes de todos los tipos: el idealista, la chica que “traiciona” a la región, los racistas y los radicales de izquierda de un socialismo indígena.
—¿Cómo eliges los temas?
—El tema me elige. De repente comienzo a sentir una presión… Para esa novela yo había empezado a sentir una preocupación grande por lo que pasa en Bolivia y percibí que llegábamos a una encrucijada histórica. La historia suele ir lenta, pero hay momentos en que todos los procesos se aceleran. En este momento es difícil saber lo que nos depara este 2008. Estas situaciones el político las puede resolver por una acción política, otra gente la ignora, o se preocupa o se enferma, pero el artista debe transformarla, sublimarla para entenderla.
—En situaciones así, ¿los artistas deben aclarar los escenarios?
—No creo que el arte debe estar al servicio de una causa. Cuando ocurrió eso con el realismo socialista fue un fracaso. El artista transforma el problema y le da características estéticas. La persona al entrar en contacto con la sinfonía, el cuadro o el poema, por catarsis se identifica. Creo que T.S. Eliot dijo que los artistas son las antenas de la sociedad.
—¿Los aimaras están llegando es tu primera novela política?
—En Jonás y la ballena rosada toqué temas sociales. En todas mis novelas intento hacer una aventura del alma. Son temas que me interesan y yo siento esa presión íntima para expresarlos. A veces son temas psicológicos o sociales, pero el tema político social es la primera vez.
—¿Qué novela te habría gustado escribir?
En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
—¿Cuándo decidiste ser escritor?
—Desde muy pequeño viví en un mundo de libros. Así uno termina queriendo ser escritor por imitación. A los 17 años tenía ya una vocación y a esa edad desistí de serlo (risas). Me dije: “¿Será que se puede ser escritor aquí, en un lugar perdido en América del Sur?”.
—¿Y por qué eres psiquiatra?
—Me parece que no podía estudiar otra profesión, porque ahí se juntan una serie de ciencias. Para ser un buen psiquiatra tienes que conocer al ser humano como materia, psique y espíritu. Al mismo tiempo, un buen psiquiatra debe tener una visión filosófica del mundo y una postura en relación con la condición humana. Un buen psiquiatra termina leyendo grandes obras de literatura porque ellas nos enseñan mucho más que un libro de psicología. Era una profesión que me daría más placer que trabajo.
—Entonces la psiquiatría te devolvió a la literatura…
—Sí, me trajo de vuelta y no me siento culpable. Si un cirujano lee a James Joyce dirá: Estoy perdiendo el tiempo (risas). Un psiquiatra no, por el monólogo interior y todo lo demás…
—¿Por qué te quedaste en Brasil?
—No fue una decisión, fueron accidentes de la vida. Me casé allá y comencé a trabajar. Allá se trabaja muy bien en mi profesión. Intenté trabajar aquí un año y medio y tuve dificultades porque antes los psiquiatras no podían competir contra las chupas. Algunos cruceños en aquella época resolvían los problemas bebiendo. Existía una negación del mundo interior. Sin embargo, he percibido que eso acá ya ha cambiado. Yo hablo de una generación que fue obligada a ser activa. Negar el problema interior no era un defecto, fue una generación que construyó la Santa Cruz de ahora. Cuando construyes y te dedicas a la acción, no puedes pararte y pensar mucho en tu mundo interior porque eso te detiene.
—¿Te gusta más ser el psiquiatra Vanucci o el escritor Montes?
—La escritura te toma pocas horas del día y si sólo te dedicas a eso pierdes el contacto con la gente. Un novelista necesita el contacto con las personas. En mi consultorio tengo muchas vidas pasando rápidamente frente a mí, es como si yo viviera 20 ó 30 vidas al mismo tiempo. Eso enriquece al escritor.
—Según tu experiencia, ¿cuáles son los atributos que debe tener un buen escritor?
—Creo que el novelista debe ser una persona que tenga bastante experiencia en la vida y conocimiento del ser humano. Debe ser alguien culto, haber leído mucho. Se aprende a escribir leyendo. Existe el buen escritor que no es un gran hombre y el buen escritor que sí es un gran hombre. En el mundo occidental tenemos ese segundo criterio como modelo y para mí el gran hombre y gran escritor ideal es Goethe.
—Y para ser un buen lector, ¿qué se necesita?
—Los hombres más inteligentes de la humanidad dejaron condensado su pensamiento en libros. Tienes que saber aceptar la grandeza y disfrutarla.
—¿En qué andas trabajando ahora?
—Ya terminé una novela que no sé cuándo la voy a publicar. Se llama La Habana nunca más. Trata sobre la historia de amor entre un escritor boliviano y una poetisa cubana.
—¿Cuál es tu método de trabajo?, tomas apuntes, te enfocas en los principios y finales…
—Tomo apuntes, escribo y reescribo. A veces la historia se dispara y hay que reencauzarla.
—¿Te preocupa el lector o sólo escribes tu historia?
—Tengo respeto por el lector, pero no me dejo dominar por él. Si escribes un libro pensando en el lector, vas a bajar la calidad. El libro está hecho para él, pero durante la construcción hay que dejarse guiar por los demonios internos, por las intuiciones.
Fuente: www.laprensa.com.bo