“El lugar del cuerpo” de Rodrigo Hasbún
Por: Gaby Vallejo Canedo
Entre la niña de ocho años, violada por el hermano, y la anciana que toma una taza de té y se re-encuentra con ella misma, han pasado muchísimos años. Ese instante denso, que contamina “la proximidad de la muerte” con el recuerdo del líquido viscoso deslizándose por los muslos delgados” impulsa a la anciana escribir en una máquina antigua.
Al medio de esos extremos vitales, Elena, la protagonista, es una escritora, con el oficio de reseñar obras literarias. Detesta la novela social y quiere escribir sobre los “movimientos secretos del alma”. Por eso, escribe – casi como Anais Nin – sesenta cuadernos de un diario personal.
Elena, se mueve en una atmósfera de “malestar” perenne. La permanencia del sello quemante de la infancia la degradada. Transcurren los años desde la edad de la pérdida, de la “caída” a la falta de sentido de la existencia de la madures. La seguridad de que “el infierno son los demás”, la mantienen a Elena y nos mantienen en una evidente lectura-escritura sartriana, existencialista. Así nos dice. “Era inocente, el mundo le haría daño” (Pag.57), “La sensación persistente de que lo que está afuera de la prisión es la prisión” (Pag.103)
Sin darnos tregua, aparecen páginas en cursiva, muy íntimas, que pudieron ser escritas por Elena, una chica aburrida, sin ilusiones; por la mujer madura que se torna reflexiva o por la mujer anciana que se piensa y se mira.
Hay otra situación para Elena entre el retorno a su país y lo que sucederá después con su elección: “la vida para escribir la vida”, en la que manifiesta ideas y posiciones rebeldes sobre los escritores, sobre las mesas redondas de autores, sobre las prácticas de los escritores que se reúnen para escucharse.
Algunas escenas de la novela están trabajadas con fragmentos vagos, inconclusos, como en proceso de búsqueda íntima, de preguntas sin respuestas. Otras páginas se aproximan a describir una vida desenfadada, de fuerte sensualidad femenina, de velado lesbianismo. También otras, con apreciaciones sobre la escritura de mujer.
La novela es de ruptura. No solo por el íntimo personaje femenino que Rodrigo Hasbún, siendo hombre, elige para escribir una novela o por el seguimiento detenido que hace a su protagonista, sino porque realmente como autor – en total correspondencia con las ideas de Elena – escribe muy lejos de la novela social que ambos detestan. Elena-Rodrigo escriben sobre el dolor invisible: “Miles de mujeres, millones son abusadas por padres y hermanos”, (Pag.90).
Ya dijo Alba Balderrama que Hasbún escribe “…para que nos movilicemos, para que nos sacudamos del tedio”
Fuente: Los Tiempos/Ecdótica