El poeta Edmundo Camargo
Por: Elías Blanco
Edmundo Camargo pasó de la vida a la muerte conscientemente. El sabía que “el ser es desde el momento en que tiene la capacidad de morir”, como define su pariente literario Jaime Saenz. Al igual que Guillermo Bedregal García o René Bascopé Aspiazu, su tiempo de vida fue corta, sin embargo, su obra se prolonga sobre la muerte a la que dominó con sus escritos.
Su existencia fue intensa de literatura desde su niñez, devorando todo cuanto llegara a sus manos, de manera urgente, como presintiendo lo corto del tiempo. La vida lo valoró desde que tenía cinco años de edad, al ser atacado por una de esas enfermedades que le dieron más de un susto a su frágil humanidad. Así, reconocida la magia de la vida y la literatura, se apuró en elaborar su obra.
En sus jóvenes años le cantaría a la vida, a la esperanza, con poemas como “Atahuallpa naciendo de los surcos”, escrita en homenaje a la dictación de la Ley de Reforma Agraria, o “Canto a Stalin”, en que se descubre partidario de los intentos de cambio social y político en los años 50. Y ésta su esperanza también se traduce de su familia, aquella que intentó construir junto a Francoise Vaervele, dama francesa que conoció en París, y con quien tuviera dos hijos. Tal su amor a la vida que gustaba de la pintura, de los impresionistas y surrealistas. También la música fueron sus aguas, en especial la clásica de la etapa barroca.
Pero el otro lado de la vida: la muerte, vestida de una rara enfermedad, se adelantó a su tiempo. Entonces empezó a repetir con certeza: “Yo sé que he de morir un día en que no encuentre mi soledad junto a mi sombra…”.
Fueron pocos pero largos años, en los que vivió la muerte de su ser. Escribía para denunciar el drama que lo atormentaba. Prosiguió acumulando versos que serían presentados de manera póstuma en el libro “Del tiempo de la muerte” (1964); allí su testimonio estaría plasmado en 53 composiciones, presentados según ordenamiento pedido por el mismo autor a su amigo Jorge Suárez, quien oficio de editor y prologuista.
De esta manera, 28 años de existencia le bastaron para sobrevivir a la muerte. La obra, su obra, todavía lo hace permanecer entre los suyos. Solo que ahora “el tiempo traza la tenebrosa sombra de otro tiempo”.
“Entre nosotros –afirma el crítico nacional Eduardo Mitre–, ninguna obra como la de Carmago se instala con tanta claridad y contundencia en los ámbitos de la poesía de vanguardia inaugurados por los surrealistas y, en Hispanoamérica, por Vicente Huidobro. Como ellos, la poesía de Camargo hace de la imagen entendida como invención maravillosa o revelación de analogías inéditas para los ojos lagañosos de la costumbre, la piedra de toque del poema”.
Uno de los versos de Camargo, titulado “Yaceremos aquí”, expresa: “La muerte nos cosió los costados / la carne es telaraña revistiendo los huesos / el corazón sacude sus cadáveres / como un hacinado crematorio. / Miro tu rostro, han volado los pájaros / mis manos se hunden en ti, / lodo adherido a mi lodo / tu carne segrega cuervos a mis costados”.
Edmundo Camargo nació en Sucre el 21 de enero de 1936. Falleció el 27 de marzo de 1964 en Cochabamba.
12/04/2007 por Marcelo Paz Soldan