01/04/2010 por Marcelo Paz Soldan
Hay herrores que matan

Hay herrores que matan


HERRORES
Por: Mauricio Rodríguez Medrano

Cuando pregunté al chófer del minibús porqué en la ventana trasera tenía pegado un letrero que decía “Mery te Hamo”, me dijo que la razón era simple: “Es que guardé ese amor en silencio por más de tres años, la hache lo confirma”. Después me contó que el amor de su vida tampoco se llamaba Mery, sino María, pero si el padre de la pretendiente se enteraba, con seguridad cambiaría de conductor.
El error ortográfico no importa cuando se llena de sentido. Tal vez por esta razón (además de los problemas que acarrea el vivir, como diría Kierkegaard) mi vecino decidió escribir en una última nota, antes de colgarse con los cordones de su zapato desgatado y de punta carcomida por el caminar diario: “Me siento sólo”. La tilde acentuaba la gravedad de la soledad en que estaba sumergido. Así también lo entendió su padrastro que hizo escribir en el epitafio: “Sólo. Y yo jamás te entendí. Lo siento hijo. Que Dios te reciba. Atte: Ruvén”.
Pero muy pocas veces el error en la palabra se da por esta carga de sentido. La mayoría de las erratas son por el desconocimiento o el azar. Me contaron que cuando capturaron a García Meza (ex-presidente y ex-dictador de Bolivia), el jefe de redacción del periódico Presencia decidió escribir en el titular: “Cayó el Verdugo de Bolivia” (Verdugo era el apodo con que se lo llamaba a García Meza, por las muertes y desapariciones que se realizaron en su gobierno).
Por un error al azar, a la hora de la impresión, algunas letras cambiaron de lugar y el titular fue: “Cayó el Vergudo de Bolivia”. Nadie fue despedido porque a ningún trabajador se lo halló culpable, pero todos los que leyeron aquel periódico, no sólo recuerdan a García Meza como dictador, sino como un hombre vigoroso de miembro descomunal.
En colegio nos obligan a educarnos en el correcto uso la ve dentilabial y la be labial, de la ese y de la ce, de que aún con tilde es diferente al aun sin tilde, de que la conjugación del verbo prever no es prevee, sino prevé. Y cuando entramos a la universidad, a menos que nuestra vida dependa de ello (escritor, periodista-editor), esas reglas se van olvidando y la correcta forma de escribir las palabras o conjugarlas se anulan cuando se redacta a la enamorada vía SMS: “Laly t kiero Nos bremos n tu kasa?”. Y ella responde: “Yo t amo Oy no pedo Me sta bajando el VAMPIRO. Smile Lalita”.
Qué tendrá signado el tiempo sobre el uso del lenguaje escrito. ¿Estará bien, estará mal escribir sin reglas? Un amigo que llegó por primera vez a La Paz fue a buscar alojamiento a la calle Kennedy (zona roja donde pululan señoritas malcriadas y hombres de vestido y pelo en pecho). Decidió entrar al “Alojamiento Colon”. No se percató que la falta de tilde acercaba más al recuerdo del aparato digestivo que al descubridor de América.
Al día siguiente, mi amigo dijo al casero que de haber descubierto ese error en el tablero de entrada, jamás habría dormido en aquel cuarto donde ingresaron, a medianoche, “tres hombres que quisieron mellar mi honorabilidad”. El casero miró el tablero y dijo sonriente: “No es error, usted se equivocó. Me debe 500 bolivianos por el servicio”, luego le guiñó el ojo. Por las dudas, ahora siempre me fijo en los carteles antes de entrar a algún lado.
Fuente: Ecdótica