El Aura del Rock
Por: Miguel Esquirol Ríos
Walter Benjamin en su obra La Obra de arte en la era de la reproducción mecánica, explica como las obras de arte originales, aquellas que podemos encontrar en un museo o en el estudio de un artista, poseen un aura que las hace únicas. O mejor dicho, al ser estas obras únicas es posible la aparición de esta aura que las seña y diferencia. El problema surge a partir del surgimiento de la reproducción técnica, primero con los grabados, con la entrada de las nuevas tecnologías, hasta que finalmente por la llegada de obras de arte cuyo formato no está basado en la obra única sino justamente en la capacidad de ser reproducidas. ¿Una película, una fotografía o un flamante CD tienen la categoría de arte?.
Al enfrentarme a obras clásicas del arte universal, recuerdo particularmente la Venus de Milo, el cielo estrellado de Van Gogh, el Guernica de Picasso, o las Meninas de Velásquez, pude experimentar aquel Aura del que hablaba Benjamín. Es cierto que esta aura estaba a medias compartido por el conocimiento de saber que me enfrentaba a la obra original, como apreciarla finalmente en el formato imaginado por el artista, y más aun, con una calidad mayor que cualquier reproducción pueda traer. Pero al final, estas obras poseían esa aura tanto por su carácter original, como justamente por estar presentes en la cultura popular, en la cultura de la reproducción, y formar parte de nuestro bagaje personal. Hoy en día es gracias a la reproducción técnica que nos hace familiar, gracias a copias, es que la original adquiere esta aura.
Es por esto la extraña sensación surgida a partir de la visita del “Rock and Roll Hall of Fame”, el Salón de la Sala del Rock es un museo situado en Cleveland, dedicado al recuerdo y memoria de los artistas más famosos e influyentes de la historia del rock.
Como cualquier museo, este tiene exhibiciones centradas en un tema (Las Raices del Rock), un artista (Janis Joplin) o una categoría (El Rock Psicodélico). Además apoya a las exhibiciones con diferentes materiales audiovisuales. Como la colección de las 500 canciones más influyentes, videoclips y grabaciones en vivo de diferentes conciertos. Pero lo más importante del museo, y lo que atrae más publico, es la colección de recuerdos de los diferentes músicos, es así que es posible encontrarse con las ropas usadas en conciertos, los coches, manuscritos originales, fotografías personales y un largísimo etcétera.
Personalmente al acercarme al museo no me sentía excesivamente emocionado. Primeramente porque nunca le he encontrado gusto a los souvenirs que los artistas van dejando detrás suyo. Su obra verdadera está en discos, videos, DVDs y vinilos, y lo que está encerrado en ese museo, a diferencia de un museo de arte, son elementos mundanos que no están del todo relacionados con su verdadero arte. Y después por mi falta de conocimiento de un buen porcentaje del Rock and Roll más clásico
Al principio encontré interesante la historia e influencias de los distintos músicos. Una infografia multimedia que analiza las relaciones entre los distintos artistas. También verlos en conciertos en vivo, filmados para la pantalla gigante fue emocionante, principalmente al escuchar y ver a Janis Joplin, que me da carne de gallina por aquella textura exquisita de su voz.
Pero lo que me resultó verdaderamente sorprendente fue enfrentarme a la parafernalia de algunos mitos de la cultura popular que ya se encuentran alojados en nuestra más íntima experiencia. Hablo del momento en ver la Chaqueta de Michael Jackson de Thriller, las gafas de John Lennon que todos quisimos tener, el impecable traje blanco de Elvis Presley, o traje negro de Johnny Cash, el psicodélico porche de Janis, la guitarra de Hendrix, el corsé con pechos en forma de conos del concierto “Like a Virgen” de Madona, y un largo etcétera de objetos que a primera vista pertenecen más a una tienda de ropa de segunda mano, pero que presentados así generan un poderoso influjo tan fuerte como la misma Monalisa detrás de un vidrio antibalas.
Es innegable decir que esos objetos poseen un aura. El brillante guante de Michael Jackson, por ejemplo, enjoyado y dentro de una urna de cristal, girando con lentas revoluciones, emitía una luz propia. El conocimiento de que el mismo rey del pop usó esa excéntrica ropa de vestir, la teñía de un aura imposible de resistir.
En la época de la reproducción técnica, los artistas del rock no producen obras únicas, ya que los millares de copias que venden son justamente las que les permiten acceder a este Salón de la Fama. Por otro lado, ellos mismos son capaces de generar con su propia presencia objetos únicos, de los que por otro lado serían objetos comunes y corrientes. Entonces el objeto artístico, único y merecedor del aura benjaminiana, se ha dividido. El objeto de arte es el reproducido, el objeto único no es artístico. Pero la presencia de ambos en nuestro bagaje cultural permite, y muchas veces obliga, al surgimiento de esta aura de objeto único. Y como no puede envolver una intangible producción, se aferra a aquellos artefactos banales que rodearon al artista.
La excesiva manipulación de este fenómeno ha generado pingues intereses a usuarios de Ebay, ha dejado estafado con sabor de poco a algunos fanáticos, y en fin se ha convertido en una carga deplorable en el mundo del cine y la música. Pero ver estas reliquias de la cultura pop permite entender a aquel que paga millones de dólares por un pantalón usado una tarde por un famoso, e incluso a aquellos que se persignaban al pasar por una urna que protegía el supuesto cráneo de Juan Bautista.
(Fuente: ecdotica-6413e4.ingress-bonde.easywp.com)
11/13/2007 por Marcelo Paz Soldan