“Vender revistas de cuento no es como vender comida”
Por: Claudia Daza Durán
Para su primer número, en el año 1996, se invirtieron alrededor de 900 dólares, y para las últimas publicaciones, un monto de 550 dólares. Eso es lo que cobra una imprenta por 1.000 ejemplares de 64 páginas llenas de cuento boliviano. El resultado: La revista Correveidile, que ha cumplido con la publicación de su número 30 once años de vida.
Manuel Vargas vende y distribuye la revista, siempre carga los últimos ejemplares en su cartera de cuero y alguna que otra vez me los ha vendido sacados del horno. Me los muestra cuando puede con orgullo, comentando los cuentos, pidiendo opinión sobre las ilustraciones e incluso sobre el título de la selección.
Los lectores nos encontramos entre sus páginas con autores novísimos, con cuentos escritos por mujeres, para niños, eróticos, de la ciudad, de tierra adentro, de tradición oral, de la colonia, de la Guerra del Chaco, de la dictadura, de la Guerrilla, de la modernidad y hasta con los primeros cuentos bolivianos de los siglos XVIII y XIX. Pero no se trata solamente de escoger cuentos al azar. Se trata, sobre todo, de un trabajo editorial que ha movido y conmovido a varios escritores que fueron parte de Correveidile.
Manuel Vargas recalca el trabajo de Adolfo Cárdenas y Marcela Gutiérrez, que de cierta manera son los padres de la revista. También destaca la participación de Virginia Ayllón y Elvis Vargas. Pero de manera especial recuerda a aquellos que se acoplaron y se quedaron con la idea de trabajar permanentemente. En ese sentido, para Vargas, hay que reconocer el trabajo de Germán Araúz y Edgar Arandia, actuales miembros del Consejo de Redacción.
Al no tener publicidad, Correveidile se ha mantenido gracias al lector y al capital pequeño que ha ido acumulando la misma revista. Manuel Vargas cuenta que las revistas se venden, pero lentamente, y que terminan agotándose porque al final van llegando a los lectores como gotas de agua.
–¿Qué faltó? ¿qué retos no se cumplieron con la revista?
En la antología para niños, me hubiera gustado publicar un cuento de Oscar Alfaro, pero sé de antemano ya, que sus parientes se niegan sistemáticamente a dar permiso. Entonces, no nos metemos.
Lo que no hemos podido publicar es el cuento de terror. Juntamos un buen material, pero no era exactamente terror. Tuvimos que buscarle un nombre un poco especial. Lo llamamos “Cuentos crueles y extraños”, pero no tenemos un número exclusivamente de terror ni tampoco cuento fantástico. Hay muchas ideas, cuentos de animales, cuentos en verso, policiales… siempre hay cosas pendientes.
–De todos los números de la revista ¿cuáles son sus cuentos favoritos?
Yo me guío por los comentarios de la gente. A muchos lectores les ha gustado el número 12 y 13 de “Los olvidados”, de autores no conocidos que no han estado en antologías; escritores como Neftalí Morón o Arturo Borda, que son un poco ajenos al ámbito del cuento. Otro número que ha recibido buenos comentarios es el 30, que son los “Primeros cuentos bolivianos”. Otro más es el de cuentos costumbristas, para el que se escogió lo mejorcito.
Entre los círculos literarios siempre comento el cuento de “La Miski Simi”. El común de los lectores no ha leído este cuento, y te estoy hablando de la gente que le gusta leer. Otros números especiales y muy queridos son el de cuentos escritos por mujeres y “La Torre de Babel”, donde los cuentos fueron traducidos a idiomas muy diversos: Quechua, aymará, francés, sueco, alemán e incluso esperanto. Ese número es una rareza.
–¿Cómo es la acogida en el exterior?
El cuento boliviano debe ser una cosa rarísima en otras partes, pues cuando los extranjeros lo ven aprovechan y se lo llevan. Yo he estado en ferias de Miami por ejemplo, he llevado colecciones completas de Correveidile y he visto a tres lectores que miraron y se compraron todos los números. En el exterior no he tenido una distribución formal, pero aprovecho cualquier situación de viaje para mandar, para regalar o vender.
–Después de once años de trabajo, ¿qué viene?
Lo que tenemos claro es que de alguna manera hemos cerrado un círculo, hemos completado un panorama, porque por un lado están cuentos de autores nuevos y por otro lado una selección de autores clásicos.
Hemos dado una vuelta, pero podemos renovar, no está todo claro, vamos a tratar de darle un nuevo diseño, un nuevo impulso. Hay mucha gente que dice que esto tiene que seguir. De todas maneras, es a veces difícil, ¿no? Si bien hay lectores, esto no se vende pues fácilmente, las revistas van saliendo poco a poco. Esto no es pues como vender comida. Las revistas se guardan nomás y se van distribuyendo lentamente. La idea es renovar, para hacer una segunda etapa de la revista Correveidile.
–¿Cómo se siente Manuel Vargas al concluir esta etapa de Correveidile?
Yo me siento doblemente contento, porque es lo que me gusta hacer. Un escritor, no sólo en Bolivia, es un trabajador de la cultura. Entonces, distribuye, lleva sus libros, da conferencias, va a charlas, regala sus libros, difunde. Es importante que se difunda la literatura boliviana. La experiencia de editar cosas que no son mías, es igualmente un placer, y yo me siento realizado y feliz cuando sale un libro de Elvis Vargas, de Adolfo Cáceres y otros porque para ellos yo he dado mi trabajo y mi tiempo.
Por otro lado, yo siempre apelo al lector, al no especializado, al lector joven, que es el que da vida a este tipo de publicaciones. La intención de la revista más que ser perfecta y con un gran nivel estético es invitar al lector para que él mismo se interese y decida si le gusta o no le gusta. Crear un público lector, eso es lo que más nos interesa.
La búsqueda de más cuentos bolivianos no termina. Las joyas viejas y las aún no descubiertas seguirán conformando la pasión de la editorial Correveidile. Las últimas muestras, en el número 30, nos llenan de realidad, humor, fantasía y anécdotas. Cerrar esta primera etapa con Bartolomé Arzán Orzua y Vela, Pedro B. Calderón, Ricardo Jaimes Freyre, Alfredo Ascarrunz, Daniel Pérez Velasco y otros constituye verdaderamente la unión de los extremos del tiempo, donde podemos apreciar ya el modernismo literario con finales como el siguiente: “Tal vez se realizaría la predicción del hechicero. Quizá desde que le ciñeron el cuello aquélla, Feliciano es ya feliz…”. Por supuesto, no comento de qué cuento se trata, eso averígüenlo, corran, vayan y díganle a Manuel Vargas que les venda el último número de la revista o si no busquen en cualquier librería que se haya abierto a la aventura de vender revistas de literatura boliviana.
Lo demás es puro cuento.
(Fuente: pulso)
11/13/2007 por Marcelo Paz Soldan