Los hombres que no amaban a las mujeres
Por: WIlmer Urrelo Zárate
Lo malo de ser Stieg Larsson, autor de Los hombres que no amaban a las mujeres, (Destino, 2005) es que se murió antes de ver el éxito de sus libros. Sin embargo, no se trata éste de un triunfo fugaz de temporada, de esos que cuando pasa el verano ya nadie lo recuerda. Larsson es un poco más y esta primera entrega de tres novelas bajo el título de Millennium también lo es. La historia gira en torno a una investigación con tintes periodísticos sobre la desaparición de Harriet Vanger, una mujer perteneciente a una familia millonaria y por ende poderosa. Los dos personajes centrales son el periodista Mikael Blomkvist, quien está dedicado a hurgar lo más sórdido de las empresas multinacionales ¿un alter ego de Larsson? y, para mí, la mejor creación de la novela: la anoréxica y exquisitamente rara Lisbeth Salander. Si me dieran a elegir con qué parte de Larsson me quedo es con eso: el difuntito era buenísimo creando personajes, quizá no tanto ambientes de hecho, sacarle unos cuantos capítulos a la novela no era una mala idea o situaciones, o ideas profundas. La chica Salander te embruja antes de saber a qué cuento viene su presencia en la novela. Y pasa eso porque es una chica dura, de esas abandonadas por la fortuna y que se abre camino a las piñas. Una buena chica. De aquella que uno se sentiría orgulloso de presentar a su familia como su novia. En fin, que tengo la impresión que el personaje, al autor, se le salió de las manos. No pudo controlarla y de alguna manera se sobrepuso al periodista, quien, la verdad, es un poco aburrido, como lo son casi todos los periodistas.
Otro punto a favor de esta primera entrega es develarnos que ese primerísimo primer mundo, la Europa culta, civilizada, no es tanto así. En la primera página del libro hay una cita y una cifra aterradora sobre la violencia contra las mujeres. Y los personajes oscuros del libro así lo demuestran. En resumen: es una buena novela, llena de suspenso, de intriga, e incluso con algunos ejemplitos sobre cómo hacer un periodismo ético. Recomendable para los de este lado del mundo, dicho sea de paso.
Cosa rara: Larsson falleció luego de entregar los manuscritos de sus novelas, ni siquiera las vio publicadas. Como si dijera: «yo ya hice lo mío». A eso se llama escribir.
Fuente: Ecdótica