11/13/2009 por Marcelo Paz Soldan
Claude Lévi-Strauss

Claude Lévi-Strauss

claude lévi-strauss

Claude Lévi-Strauss
Por: Pedro Shimose

Hace 42 años, el 8 de noviembre de 1967, el filósofo boliviano Guillermo Francovich pronunció una conferencia sobre “El estructuralismo de Lévi-Strauss”, en el paraninfo de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz. Hace días, el centenario etnólogo francés murió nimbado por la gloria y sumido en el pesimismo. En una entrevista grabada en 2005 para la TV francesa, dijo: “Ahora que mi existencia llega a su fin, puedo decir que no me gusta este mundo”. Sabía que su pensamiento había sido degradado a nivel de ideología política por los populismos indigenistas del Tercer Mundo y por los nacionalismos identitarios proclives al racismo y la intolerancia. Sus investigaciones siguen siendo válidas, pero sus conclusiones han perdido vigencia porque aisló las estructuras de las sociedades que él investigó, de los datos históricos, los avances de las nuevas tecnologías, la genética, la demografía y la acción individual de los sujetos de la Historia.
En sucesivas declaraciones, Claude Lévi-Strauss (Bruselas, 28.11.1908 – París, 30.10.2009) aparentaba ser un moralista que reprendía a la sociedad occidental por la destrucción sistemática de las sociedades primitivas. “Una de las funciones del antropólogo -decía- es ofrecer sus conocimientos para que pueda establecerse una relación de igualdad y respeto entre los distintos pueblos de la Tierra”. Aducía, con ingenua nobleza, que “las sociedades primitivas pueden darnos una lección de sabiduría” y aceptaba, con cierta resignación, que “lo único que puede hacer el etnólogo, en algunos casos particulares, es aconsejar a los gobiernos – que normalmente nunca escuchan tales consejos – para que eviten ciertas transformaciones y advertirles de los peligros ecológicos. Todo ello, en el caso de que nos atendieran, cosa que dudo”, decía con dejo melancólico. Lévi-Strauss era agnóstico, laico, socialista militante de 1925 a 1935, estudioso de Marx (con el que rompió definitivamente en 1960), pero cuando decía que “un humanismo bien ordenado no comienza en uno mismo, sino que ubica el mundo antes que la vida, la vida antes que el hombre y el respeto a los otros antes que el amor propio”, más parecía un pensador cristiano de la categoría de San Francisco de Asís, Bartolomé de Las Casas y Francisco de Vitoria.
Hijo de un pintor retratista, nació de casualidad en Bruselas, ciudad donde su padre realizaba un trabajo por encargo. Sus estudios los realizó en Francia. Licenciado en Filosofía y Derecho, y doctorado en Letras por la Sorbona, fue profesor de Sociología en la Universidad de San Pablo. Declaró que amaba a Francia, sentía saudade por Brasil y admiraba profundamente al Japón, país que visitó en cuatro ocasiones.
Durante su estancia en Brasil (1935-1939) estudió a los indígenas de la región del Mato Grosso, fuente inagotable de sus reflexiones y teorías etnológicas de gran repercusión mundial en los años ’60 y ’70. Visitó Bolivia en 1936 y al retornar al Brasil, en compañía de su amigo y colega Jean Vellard – a quien Bolivia le debe un homenaje – fueron apresados en Santa Cruz de la Sierra y retenidos en una comisaría, sospechosos de ‘espionaje’. Quizás por eso, Lévi-Strauss odiaba los viajes y detestaba a los exploradores. Hasta es posible que muriera sin interesarse por Alcides d’Orbigny y sin saber que, en la capital cruceña, otro francés permaneció también cautivo no de la Policía, sino del amor de una hermosa mujer, tal como nos cuenta el historiador Alcides Parejas Moreno en su última novela.
Lévi-Strauss contribuyó a que, en Europa, se viera con otros ojos a los pueblos ‘salvajes’ y ayudó a combatir el racismo desde la cátedra y el libro. En 1952 publicó el libro Raza e Historia, el mismo año en que irrumpía en la escena boliviana un régimen revolucionario que aboliría la esclavitud de los ‘pongos’ y ‘mitayos’ e incorporaría a los indígenas y cholos a la tarea de construir Bolivia, hechos que los ideólogos indigenistas de la nación aimara y del MAS se niegan a aceptar.
Fuente: El Deber