Los hoteles de Maximiliano Barrientos
Por: Martín Zelaya Sánchez
Historias rutinarias, y tediosas en las que, no obstante, se entretejen las angustias existenciales de cada personaje. El sello del novel autor cruceño, cercano al estilo de los mejores cuentistas estadounidenses, indaga sobre todo en el “yo”
Historias cotidianas. El relato de un día común en la vida de alguien, con sus ritos y rutinas de costumbre, trabajo, estudios, obligaciones y relaciones. Sin una trama compleja, rebuscada o armada, sin un nudo o problemática central y también lejos de la sorpresa y golpe de timón que aconsejan los manuales del buen cuentista. Pero con mucha agilidad y habilidad para decir más entrelíneas y tácitamente.
Ese es el común denominador de Hoteles, segundo libro de Maximiliano Barrientos (Santa Cruz, 1979). Una fresca y esperanzadora prosa que les debe mucho, tal vez demasiado, a los maestros del relato estadounidense, desde Hemingway y Truman Capote, hasta Raymond Carver, salvando las distancias.
Carver, para muchos el mejor cuentista de fines del siglo pasado, escribe en Vitaminas del libro Catedral: “Yo tenía empleo y Patti no. Trabajaba unas horas de noche en el hospital. No hacía nada. Trabajaba un poco, firmaba la tarjeta por ocho horas y me iba a beber con las enfermeras. Al cabo de un tiempo, Patti quiso trabajar. Decía que necesitaba un empleo por dignidad personal. Así que empezó a vender vitaminas de puerta en puerta”.
Y Barrientos escribe en Turismo de su libro Hoteles: “Desde hace algún tiempo vivo con Alejandra, mi novia, pero hace una semana viajó a Argentina para pasarse una temporada con sus padres. Nació en Mendoza y vino hace algunos años a hacer una investigación sociológica, traída por la universidad en la que trabajo. Acabó su estudio y decidió quedarse en Santa Cruz. ¿La razón?: me conoció.
El estadounidense es célebre por dotar de impensable agudeza a sus tramas que aparentemente no dicen nada: un ebrio y una histérica que apenas se soportan juntos, una pareja de jubilados que se pasan las horas, los días y los años en desesperante rutina, o un misterioso hombre que viaja por EEUU sin objetivos ni rumbo precisos.
Barrientos transmite la misma sensación. Historias vacuas de damas cruceñas que engañan a sus maridos con jóvenes modelos. Empresarios que se desviven por el ansiado ascenso que jamás llegará y jóvenes que ocupan su tiempo en beber cerveza y conocer chicas en los pubs de la cálida noche camba.
La fuerza del escrito se encuentra en el manejo psicológico de los monólogos, que predominan en el estilo utilizado, en desmedro del diálogo, y en la casi siempre pertinente voz narradora omnisciente.
La identidad en todos sus bemoles, generalmente en crisis, es, a no dudar, la mayor preocupación de Maximiliano Barrientos que se nota de entrada en las características de sus personajes. A ello se suman el ansia de libertad y quiebre de rutina, y la tentación de la transgresión.
Una mayor pulcritud en la redacción y construcción de párrafos, y una mejor coordinación en la yuxtaposición de escenas y planos, espaciales y temporales (la saludable diferencia con los referentes antes citados, que va de la mano con la tendencia narrativa actual) son los pendientes en el joven autor, aunque el ojo entrenado hace presumir que ello no será mayor problema con el suceder de los libros.
[Fuente: www.laprensa.com.bo]
10/31/2007 por Marcelo Paz Soldan