Literatura que navega entre dos tierras
Por: Marcelo Suárez Ramírez
Claudio Ferrufino-Coqueugniot regresó de Denver (Estados Unidos) para presentar, en la Feria del Libro, El exilio voluntario, novela con la que ganó el premio Casa de las Américas 2009. Buena parte de su estilo en el que refleja, desde su experiencia, el tema de la migración, se ve plasmado en sus artículos que escribe para Brújula
Con El exilio voluntario, el escritor boliviano Claudio Ferrufino-Coqueugniot conquistó el premio Casa de las Américas 2009 de Novela. La obra se centra en una importante problemática latinoamericana, la de los desplazamientos que por distintas razones se producen en la región hacia los centros de poder hegemónico y sus consecuencias.
– ¿Qué opina de que la editorial El País haya logrado que El exilio voluntario se edite en Bolivia junto con Casa de las Américas?–
Es una maravilla, estoy muy feliz. Me gusta la edición, está muy bonita. Es un logro muy importante para mí y para los escritores bolivianos, al ser la primera vez que Cuba accede a una coedición antes de la edición cubana.
– ¿Cómo nace la obra?
– Hace 20 años que vivo en Estados Unidos. En mis primeros tres años en Washington D.C. tuve experiencias muy ricas, de diversa índole, fue por ello que quise plasmarlas en un libro. De esta manera la novela, en cierto sentido, es autobiográfica, pero también tomo historias que fui recolectando a medida que amigos y conocidos me iban contando acerca de su vida y de su experiencia como inmigrantes latinoamericanos.
– En esos primeros años desarrolló diversos oficios…
– Así es. En esos tres primeros años trabajé en el gueto negro. Cumplía diversas labores en los mercados, cargando y descargando camiones. Era el único latino. Ahora ya la mayoría en esa zona son mexicanos. Fue una experiencia inolvidable.
– Esa especie de ejercicio literario, está muy presente en la narrativa estadounidense, cuyos autores están acostumbrados a escribir sobre las experiencias relacionadas con el sacrificio y el trabajo duro…
– Yo soy partícipe de esa escuela, que se basa en buena parte en la experiencia. Hay grandes escritores estadounidenses conocidos por haber sido boxeadores, obreros, estibadores, etc. Eso me parece muy enriquecedor para la literatura.
– ¿No es partidario de los academicistas entonces?
– No, en cierto modo. No niego el valor de la academia, eso me parece muy importante, pero por mi carácter, la experiencia vivida es la mejor manera que concibo para hacer literatura. De todos modos, ambos me parecen compatibles.
– ¿En qué circunstancias llegó a Estados Unidos?
– Fue una casualidad. Mi padre era catedrático en la universidad de Columbia (Misouri). Con el devenir del tiempo uno de sus alumnos terminó siendo embajador estadounidense en Bolivia. Cierto día que yo no estaba en casa, él apareció con sus agentes del servicio secreto y le preguntó a mi padre si yo no quería viajar a Estados Unidos. Así fue cómo conseguí una visa por la que no tuve que luchar. Fue una casualidad. Fui por un año, pero al final me quedé mucho más tiempo.
– A diferencia de otros latinos, el sueño americano no se convirtió para usted en pesadilla…
– Es cierto. No podemos negar que para la gente de escasos recursos de México o de Centroamérica, con la que yo he hablado, existe un sueño americano. Tengo amigos que llegaron de ranchos de la sierra mexicana de Guerrero, donde no tenían ni luz, ni agua potable, ni siquiera zapatos para vestir. Pero de pronto se encuentran trabajando en Denver (Colorado) con casa, automóvil, computadoras y llevan a sus hijos a buenas escuelas. Para ellos sí es el sueño americano.
– Inicialmente, ¿cuál fue su aproximación en el libro al respecto?
– Fue más intelectual. Yo no buscaba el sueño americano, sino experiencia, como la había buscado en otros países. Para mí, es la vida entre los dos lugares, Bolivia y Estados Unidos, lo que me permite sacar provecho en todo sentido, no sólo económico.
– ¿Qué es lo que más destaca del aprendizaje adquirido en estos 20 años?
– El hecho de conocer y ser parte de una sociedad muy distinta a la nuestra. Tanto en Bolivia como en Estados Unidos uno puede encontrar sus pros y sus contras al momento de decidir quedarse a vivir, pero creo que lo más enriquecedor viene de la decisión de ampliar las perspectivas.
– ¿Precisa de alguna excusa, instante o lugar especial para escribir?
– Las vivencias, tal vez, son pretextos para hacer literatura, pero si éstas no existieran, igual escribo. Empecé escribiendo poesía, algo que hace tiempo dejé de hacer y comparándola con la prosa que hago ahora, no tiene nada que ver con lo vivencial en ese sentido de cultura, es más intimista.
– En ese sentido ¿cómo se ha ido transformando su búsqueda en la literatura?
– Considero que la novela es lo más importante y difícil en cuanto a géneros literarios. Ha sido parte esencial de mi búsqueda como escritor. Estoy muy contento con los dos trabajos que he realizado en este género hasta el momento, pero me gustaría lograr más. Leo mucha novela y creo que es un arte superior, por eso quiero hacerlo mejor.
– ¿Cómo ve en retrospectiva a Señor don Rómulo?, la novela con la que anteriormente recibió una mención en el premio Casa de las Américas.
– Es una novela tipo testimonial histórica, en la que creo que lo importante es la estructura vanguardista. Algunos la calificaron como novela tradicionalista, pero no es así en ningún sentido. El tema de tratar un tema del siglo pasado, del campesino, no necesariamente implica que deba ser tradicionalismo o costumbrismo.
– Buena parte de la nueva narrativa se ha trasladado, sin embargo, a las urbes, dejando de lado ese tradicionalismo o costumbrismo. ¿Se puede convivir con ambos estilos en estos tiempos?
– No es nada nuevo. Lo que están haciendo los autores latinoamericanos en estos tiempos se hizo en Europa hace 100 años con una literatura de gran nivel. Se puede lograr excelentes resultados en ambas cosas y un autor puede escribir los dos tipos de novela sin problema.
– El exilio voluntario le tomó 12 años en concluir. ¿Cuál fue la razón para que se extendiera tanto tiempo?
– Alguna vez, en una entrevista, contesté que escribía cuando podía. La dinámica de trabajo en Estados Unidos fue muy radical. Muchas veces trabajaba 16 horas, 20 horas al día. Así que no tenía mucho tiempo para escribir. Sin embargo, también hubo cierta negligencia de parte mía, pues en un periodo estuve casi tres años sin escribirla. Al retomarla, tuve que leer todo porque ya no me acordaba en qué había quedado. No es qué haya trabajado los 12 años en ella constantemente.
– ¿Qué significado tiene para usted haber ganado el premio Casa de las Américas en la categoría novela?
– Es un espaldarazo a mi trabajo, e incluso a mi vanidad, que me da el impulso para seguir escribiendo más novela, que es lo que quiero hacer, sin dejar de escribir los textos que escribo, pero le quiero dedicar más tiempo a la novela. Estoy haciendo tres esbozos de una obra y quiero encontrar el tema preciso para escoger uno de ellos.
– Cuando se logra ser un escritor reconocido, es casi inevitable formar parte de círculos literarios de distinta índole. ¿Cómo piensa asimilar esta situación después del premio?
– Pertenezco al PEN Club y a la Unión de Escritores, pero no es un asunto de mi gusto necesariamente. No es que no me interese formar parte de ningún grupo; sin embargo, soy un individuo solitario, quizás hosco en algunos casos. Me gusta trabajar individualmente y en silencio las cosas que hago.
– Para usted, que acostumbra venir a Bolivia cada año, ¿qué importancia tiene el país en su literatura?
– Bolivia es el país donde quiero quedarme a vivir definitivamente. Es un lugar que me motiva siempre y participo de su realidad a través de mis escritos. Estoy constantemente informándome sobre lo que acontece en el país. Bolivia es vital para mi literatura.
– ¿Le interesa escribir una obra de ficción relacionada con algún hecho histórico o coyuntural del país?
– Justamente estoy ideando una novela mezcla de ficción con realidad. Sin embargo, quisiera salir de los límites de una situación político-social y escribir algo más relacionado con el momento actual.
Perfil
Letras que se nutren de toda experiencia
Formación: Claudio Ferrufino-Coqueugniot nació en Cochabamba el 13 de marzo de 1960. Estudió la secundaria en el colegio Maryknoll de esa ciudad, para luego seguir las carreras de Química Industrial, Sociología e Idiomas. Sus primeros trabajos publicados son de 1984, cuando Gaby Vallejo leyó un texto suyo y consiguió su publicación en el suplemento Presencia Literaria.
Producción: Sus primeros trabajos son de 1984 en el suplemento Presencia Literaria. Fue columnista de Opinión y colaboró en revistas españolas y alemanas. En 1991 publicó Virginianos, una recolección de cuentos breves.
Logros: Ferrufino-Coqueugniot vive desde 1989 en Denver, Colorado (EEUU), con Ligia Ferragutti, una italobrasileña que conoció en Cochabamba. Se doctoró en Lenguas Modernas luego de presentar El señor don Rómulo como tesis del curso de honores. Se trata de una novela que abarca un período de la historia boliviana entre 1880 y 1950. Ha escrito diversos artículos que han sido publicados en Brújula.
Fuente: El Deber