Los vivos y los muertos de E. Paz Soldán
Por Jorge V. Ordenes L.
En 2009 el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán ha publicado en España una nueva novela titulada Los vivos y los muertos, que encontré en una librería de la Gran Vía de Madrid en abril. Fue una emoción gratificante descubrir una novela de un ciudadano boliviano en semejante despliegue de libros de miles de autores de todo el mundo. Empezamos bien (el libro y yo) porque incluso dentro de esa selva de tomos multicolores y multiprecios, empecé a hojear Los vivos y los muertos y noté que en la contratapa ofrecía opiniones laudatorias de, entre otros, Mario Vargas Llosa que opinaba que “entre los nuevos autores latinoamericanos la voz de Edmundo Paz Soldán es una de las más creativas”. También vi la Nota que el autor incluye al final del libro donde explica que éste se basa… “en un dossier con recortes de periódico sobre una serie de muertes de adolescentes en Dryden, un pueblo a veinte minutos de Ithaca, la ciudad donde vivo en el estado de Nueva York” …a mediados de los noventa. También dice que a fines de 2004, cuando vivía en Sevilla, España, comenzó a escuchar ¡las voces de los adolescentes de Dryden! que le dieron la estructura de la novela… que muy pronto se convirtió en “un relato muy personal”… donde quizá la misma Nota sea imaginada lo que importa poco. ¿Algo de deconstrucción de referido dossier y de la ilusión de una realidad inventada?
De no haber leído esta Nota no sé si me hubiera interesado en Los vivos y los muertos. Pero el contenido sencillo, original, directo e insinuante de la Nota (debió haber encabezado la novela) me movió a seguir leyendo y, ya en un café, me resultó difícil dejar de leer lo que pareció una novela policial al estilo de los argentinos H. Bustos Domec (J.L. Borges y A. Bioy-Casares) , Jerónimo Rey, Manuel Peyrou, o los mexicanos Rafael Bernal y María Elvira Bermúdez, pero resultó un caleidoscopio donde cada uno de los personajes hablaba desde y/o por su perspectiva ante los fenómenos de su entorno que incluía el devenir de otros humanos enmarañados en un medio y circunstancia inescapablemente compartidos. Las voces que seguramente escuchó el autor eran de los entes deshumanizados en mayor o menor grado: Tim, Amanda, Webb, Junior, Jem, Hannah, Yandira, la señora Webb, Daniel, Rhonda y El enterrador que hablan y actúan en la parentética narración de capítulos cortos pero efectivos. La textualidad está hecha de las versiones de cada uno.
La novela se convirtió en un flujo cada vez mayor de la soledad existencial de cada personaje para luego devenir en depresión, perversión y luego muerte inesperada y truculenta afianzada en la sexualidad de un hombre ante la cada vez más llamativa y hasta provocativa indiferencia de una vecina joven, atractiva y popular sobre todo en las barras de proclama deportiva del colegio. Todo narrado sin mucho adjetivo pero con vocación de insinuación tácita que invita a detener la lectura como uno detenía el vídeo al ver películas de Buñuel, Bergman, Fellini, Almodóvar y otros; pero se continúa leyendo hasta el final en mi caso en dos sentadas. Simplemente no se puede dejar de leer no tanto en base al suspenso sino a la curiosidad.
A propósito, la novela es particularmente atractiva para los lectores hispanos que han vivido en EEUU porque contiene docenas de vocablos, expresiones y hasta un párrafo en inglés, que tienen la virtud de aportar veracidad de ambiente y lugar. El anglicismo mental late. El autor ha vivido y vive en esos lares. También menciona autores que pertenecen a la literatura escrita originalmente en inglés.
Si hablamos de posibles influencias o afinidades en la técnica de narrar sería difícil omitir el apego que Paz Soldán ha tenido a la narrativa del malogrado escritor chileno Roberto Bolaño, autor de la exitosa socio-político-policial novela Los detectives salvajes (1998), y otras, al punto de que el autor boliviano escribió Bolaño salvaje (2008). La manera ricamente encasillada de presentar y narrar la circunstancia parentética de cada protagonista me parece que está relacionada con Bolaño, con la diferencia de que éste cunde párrafos con detalle de todo tipo que copan los sentidos e invitan a la lectura apostillada, lenta y reflexiva; Bolaño avasalla genialmente. Paz Soldán, en Los vivos y los muertos, pende párrafos sugerentemente; depura, perfila, insinúa, deviene sin aparato e invita a la evocación e incluso a la imaginación del lector para completar su creación. La técnica puede ser la misma, pero la elaboración es distinta y el resultado en ambos casos, dentro de la libertad total que caracteriza al fenómeno novela, es acertado.
No digo más porque la idea es que se lea esta novela del autor boliviano que entiendo enseña literatura hispánica en la Universidad de Cornell, como tantos otros bolivianos que desde hace décadas, luego de haberse doctorado en literatura en universidades estadounidenses, han sido profesores en varias de ellas a través de los años, y también autores.
Fuente: http://www.jvordenes.wordpress.com