Justicia para Christian Urresti
Por: Ramón Rocha Monroy
Había que esperar que los ánimos se calmen y el tema se despolitice, pero el Derecho Penal y la justicia aguardaban su turno, y ahora parece que llegó la hora de aplicar el peso de la ley. Las evidencias existían desde aquel aciago enero negro. Había muchos testigos dispuestos a hablar, como que hicieron declaraciones contundentes; pero se inmiscuyó la política y el temor a las represalias, y el caso Christian Urresti está a punto de ser archivado porque los testigos de cargo dicen haber sido amenazados y algunos tuvieron que ponerse a buen recaudo.
Todo esto lo sabíamos cuando hicimos el documental ¡Nunca Más! bajo la dirección de Roberto Alem, pero no se trataba de un docu de investigación del crimen sino de análisis de ese golpe de odio que amenazó con dividirnos para siempre a los cochabambinos y quizá lo logró, porque hay una huella muy clara de esos días en el lenguaje cotidiano: hoy ya no te dicen cojudo, imbécil, infeliz, idiota; te dicen indio o cholo, que se ha vuelto el insulto preferido. La ciudad se ha segmentado, hay estamentos que no se encuentran, que no quieren verse, que viven en circuito cerrado y no tienen ningún interés en conocer otros circuitos. Los de antes teníamos amigos de norte a sur, de este a oeste; los jóvenes de hoy saben que el norte es el norte y que el sur es el sur, y no sólo temen sino que evitan el menor contacto entre norte y sur.
Pero ha llegado la hora de la justicia. Trato de imaginar la conciencia negra de quienes mataron y ultimaron a Christian Urresti. Hay una regla moral que trasciende todas las épocas y sociedades: no se remata al caído, se le concede cuartel. Los heridos son sagrados; si cayeron en un momento de furia, un ser humano sabe que debe respetarlos. Hasta a los enemigos heridos se les presta atención médica. Eso no ocurrió con Christian: hubo gente sin entrañas que forzó a quienes le buscaban auxilio médico y lo remató a palos, con una soga al cuello, para vejar a un moribundo, no para enfrentarse de igual a igual a un adversario. El primer juez de esas almas negras es su propia conciencia. ¡Cómo los atormenta! ¡No los deja en paz! Cuando les caiga el peso de la justicia, tal vez sientan hasta un poco de alivio, como que les quitan un peso de la conciencia.
En su momento visitamos a la familia Urresti como también entrevistamos a la viuda de Juan Tica Colque, para acompañarlos en su dolor y para pedir que esos actos de crueldad no se repitan nunca más. Juan Tica Colque descansa en paz porque halló justicia, pero el alma de Christian sigue clamándola, como claman justicia Blanca Ferrel y Nelson Urresti, los padres de Christian y todos los hombres y mujeres que, al margen de la posición política de cada uno, sabemos que la justicia es sagrada y que debe caer sobre los delincuentes para que sirva de lección a toda la sociedad. La impunidad genera mala conciencia para todos; ahora que al parecer se hará justicia en el caso de Christian Urresti, todos los cochabambinos nos quitaremos un peso de nuestras conciencias.
Fuente: Ecdótica