Por Joel Kellgren
La fugacidad de la vida es un motivo bien conocido en la literatura, aunque por lo general se refiere a la finitud de la vida individual. En la escritora boliviana Liliana Colanzi, en cambio, es el género humano en su conjunto cuya estancia en la tierra resulta breve.
Lo que une a la heterogénea colección de relatos Ustedes brillan en la oscuridad, bellamente traducida por Hanna Nordenhök, es justamente la conciencia de que el ser humano es una especie invasora entre tantas otras.
Esta perspectiva profunda de la historia se manifiesta ya en el cuento inicial, La cueva. Allí Colanzi se adentra en una gruta y en su ecosistema, desde la prehistoria hasta un futuro en el que el ser humano ya no habita el planeta. En pocas páginas desfilan los milenios, y la lenta formación de las estalactitas se contrasta con la rápida y agresiva expansión humana.
La mayoría de los cuentos transcurren a la sombra de una catástrofe, sea personal o social, y no es casualidad que los dos más extensos giren en torno a accidentes nucleares y de radiación. Pocas cosas ilustran mejor el afán humano por domesticar la naturaleza en beneficio propio, y el prolongado tiempo de descomposición de los desechos radiactivos refuerza aún más los vastos horizontes temporales con los que Colanzi trabaja.
El mejor relato del libro se titula Atomito, nombre de la mascota de una planta nuclear recién inaugurada en la ciudad de El Alto. Atomito es un niño pecoso y sonriente, vestido con botas blancas y capa azul, que los niños y jóvenes de la ciudad tienen como peluche. Estos, a su vez, pasan sus días drogándose en casas abandonadas, mientras sus padres mueren a causa de la radiación que reciben en su trabajo en la planta.
Que los protagonistas sean casi siempre niños o adolescentes aporta una mirada externa sobre la propia especie. Pero aún más importante es que prácticamente todos pertenecen a pueblos originarios y se ganan la vida en la economía informal. No tienen otra opción que quedarse y trabajar como mensajeros en motocicleta o caer en la pequeña delincuencia. Algunos intentan sacar lo mejor de la situación, como Carne Radiactiva, una banda que aparece en otro de los cuentos. Solo tocan en zonas contaminadas y, sin perspectivas de futuro, les da igual que tarde o temprano vayan a enfermar de cáncer.
La perspectiva de clase otorga al tema central de la influencia humana en el planeta una dimensión política más clara. Somos una especie invasora, pero algunos son más invasivos que otros, parece decir Colanzi. Una observación del todo certera, especialmente en un contexto boliviano.
Desde las minas de plata coloniales hasta las protestas masivas de comienzos del siglo XXI contra la privatización del agua potable en manos de empresas estadounidenses, el conflicto entre los habitantes del país y los intereses de capital extranjero ha sido recurrente en Bolivia.
“¡Damos golpes a quien queremos! Acostúmbrense”, escribió Elon Musk en Twitter en 2020, respondiendo a la acusación de que Estados Unidos había orquestado un golpe de Estado contra el entonces presidente Evo Morales con el fin de asegurar a Tesla acceso a las minas de litio nacionalizadas del país.
Ustedes brillan en la oscuridad trata sobre quienes viven con esa realidad.
Fuente: Ecdótica