Por Leonardo de la Torre Ávila
Quizá sucedió tras haber dictado una de sus clases magistrales, cuando él, Eduardo Mitre, poeta boliviano de ascendencia palestina radicado en Nueva York, regresaba a casa en una trabajosa conexión de buses y trenes. Todo ha quedado transparentemente expuesto en el poema “A cántaros”, que da título al libro más reciente del autor, publicado por Pre-textos.
La escena solo puede narrarse en presente. Llueve. Mirando a través de una ventana del autobús, con su paraguas dormido en la falda, el poeta –el hombre– se distrae en la belleza de una mujer que va al volante. Adivina sus largas piernas, sus medias negras de nylon, sus pies descalzos sobre el acelerador y el freno. A su lado, alguien despliega un periódico “como un cuervo / sobre los muertos de Irak”. Tras el dolor, él vuelve a distraerse.
Y entonces la magia. Desde otra ventanilla del bus, el hombre sigue a un avión que asciende de La Guardia, remonta la lluvia y “entra en el cielo azul / que se desliza hasta volverse / el de Oruro sobre mi casa”. Y el salto no es solo cuestión de hambre de espacio, como tituló el propio Mitre un estudio dedicado a Vicente Huidobro, sino también de lo que podríamos llamar sed de tiempo. Bajo el cielo de la golpeada Oruro, a 3.700 metros de altura, a quien el hombre ve con claridad es a su madre “encinta de seis meses / esperando que yo nazca. / Mi madre antojada / de una manzana que no hay”.
En un bus en movimiento, Mitre encuentra esa estructura sobre la que el poema, como una casa, se apoya sin alardes. Del autobús, el hombre pasa al metro; pero son pasajes de otro viaje los que leemos: todavía en Oruro, siendo un niño, él se impresiona para siempre con los diablos que bailan para la Virgen, la China Supay y las garras del oso del carnaval.
Luego, el niño y sus padres dicen adiós a la ciudad, para probar suerte en Cochabamba. Mientras la máquina del presente va dejando nombres (Union Turnpike, Helmhurst, Forest Hills), nunca cambian las estaciones de la memoria: Parotani, Vinto, Quillacollo, “las mariposas del quechua en la voz de las vendedoras”.
La familia se instala en una casa flamante construida por los abuelos. Antes de que el metro llegue a Queens Plaza, el hombre vuelve a ver los mosaicos y los azulejos de esa casa alumbrados por la luna. La casa protege una higuera y dos enormes cántaros. El aire celeste de Cochabamba es perfecto, pero nada borra las palabras escritas a brochazos en una pared que aquel niño lee una mañana de camino a la escuela: “cada letra como un dardo / Fuera turcos y judíos de Bolivia”.
El niño conoce por mano propia el temblor del éxtasis bajo la ducha, y se convierte en “(…) un adolescente taciturno, / temeroso, fascinado por ellas, / por ella y sus ojos…”. Conoce también las palabras revolución y exilio en sus múltiples formas. Court Square, Greenpoint, Broadway. En el vagón del metro nos imanta otro titular de periódico: “Muere niña guatemalteca / tras cruzar la frontera”. El poeta sabe: “Caravanas de parias / continúan sin miedo su marcha”.
Mientras pasa de largo por Nostrand, el hombre recuerda uno de sus ciclos de retorno a Bolivia. Confiesa, por ejemplo, el dolor de haberse atrevido a ver cómo habían dejado otros dueños el patio de su infancia en Oruro. Nada disipa, sin embargo, la imagen de ese lugar tal cual se la enseñan hoy sus ojos “el patio donde / nos perseguía el granizo / dejándonos perlas / para lucirlas un instante / en la palma de la mano”.
Tenía razón Guillermo Ruiz Plaza, que, en un reciente homenaje compilado por el suplemento El Duende (La Patria, Oruro), aseguró que lejos de ser puramente contemplativa, la poesía de Mitre “nos invita a vivir con plenitud, a sentir otra vez asombro ante el mundo y a dar el salto vertiginoso hacia la presencia, el goce, el tacto y la experiencia”1.
En ese mismo homenaje, Mayco Osiris Ruiz, celebra en “A cántaros” la rara facultad de la alegría, “aun cuando por sus márgenes desfilen los fantasmas y el resquemor del tiempo que se ceba en las cosas –y en los mejores años– de los hombres”2.
Pena o resentimiento por el tiempo y una rara facultad para la alegría. Casi al final del poema, Mitre prefiere no juzgar, tan solo comparte su hoja de ruta: “No hay más que seguir adelante / hacia el pasado, / aunque nombrarlo / no sea recuperarlo / sino cruzarse con él de lejos / y en sentido contrario». Leer esta cifra del poema obliga a levantar la mirada, a cerrar el libro por un momento. Los hombres, viajeros imperfectos en el tiempo que siempre es presente y es perfecto, tenemos alguna esperanza.
Busco entonces el remate de “Vuelta”, uno de los tantos poemas de Octavio Paz que Mitre compartió en alguna de sus clases magistrales: “Todo es ganancia / si todo es pérdida / Camino hacia mí mismo / hacia la plazuela / El espacio está dentro / no es un edén subvertido / es un latido del tiempo / Los lugares son confluencias / aleteo de presencias / en un espacio instantáneo / (…) Nunca llegamos / Nunca estamos en donde estamos / No el pasado / el presente es intocable”.
Es impresionante el poema de Paz, pero me quedo con la cercanía del de Mitre: el hombre ha dejado ya la estación de Clinton-Washington y llega a la puerta de su condominio. Ahí, atravesando un pasillo, le asalta “súbito como un felino” el remordimiento de haber vendido la casa de los padres y los abuelos, la casa de Cochabamba, con la higuera y los cántaros. “Pero mejor no mirar hacia atrás”, vuelve a decirse. “No te preocupes”, dan ganas de decirle, “tu casa ya es un poema”.
Ya en su departamento de profesor que se las apaña para salir de las dificultades, en su departamento de poeta, el hombre encuentra los últimos versos, su carta de creencia: “La noche entra en la sala, / agradezco el silencio / de pájaros y vecinos, / y pido seguir andando / con la pluma de mi paraguas, / apuntando / bajo el sol o la lluvia: / el aquí, el ahora”.
Referencias:
- Ruiz- Plaza, G. “El peregrino y la nieve” (29/11/2023). “El peregrino y la nieve”. La Patria, “El duende”. Disponible en: https://elduendeoruro.com/2023/11/29/el-peregrino-y-la-nieve/
- Osiris-Ruiz, M. “A cántaros, de Eduardo Mitre”. La Patria, “El duende”. Disponible en: https://elduendeoruro.com/2023/11/29/a-cantaros-de-eduardo-mitre/
Fuente: Revista La Trini