Por Rafael Antonio García Godos Salazar
Dios, saca tu rosario de mi ano. Lentamente extírpalo del goloso recto florido bermellón que dilata mi horadado orificio y expulsa con jadeante placer las sagradas bolitas chinas travestidas por su religión en una herramienta de fe, un lazo que une a los divinos cielos con el mundano hombre. Con las piernas bien abiertas alumbro las lubricadas cuentas anales, transformismo ecuménico de las bolitas chinas, como escupitajos sobre la cama chacana, y no hay ley ni moral ni separación de géneros de este lado del espejo de la conquista, solo gozo y diversidad. De este lado del espejo histórico es el multiverso, el doppelganger de la conquista que el literato e investigador sobre las sexualidades periféricas en la literatura latinoamericana contemporánea, Juan Pablo Vargas Rollano, parece compartirnos en su obra Anancias espirituales, compuesta por 23 poemas pecaminosos y profanos, y que se alzó este año con el primer puesto en la categoría poesía del XLVIII Concurso Municipal de Literatura “Franz Tamayo”.
La violencia de la Colonia y la extirpación de idolatrías impuestas como parte de la cultura occidental patriarcal –que persisten hasta la actualidad– dieron lugar a un discurso heteronormativo que censuró no solo la identidad trans, sino todas las orientaciones de sexo y género que hasta antes de la llegada de los colonizadores eran percibidas y manifestadas con natural respeto. Se inició así un proceso de exclusión sexual adicional a la exclusión racial. Esa lapidación a la ecovisión andina, ese pisoteo de la catedral sobre la huaca, es –de alguna u otra forma– contraatacado, respondido, denunciado, transexualizado en este proyecto literario de transubstanciación cultural; metiéndole la mano a la nueva palabra, a su lengua, para invertirla y doblarla en un perverso trucar que el autor realiza a dos volúmenes esenciales de la religión y la historia invasoras: Ejercicios espirituales, de San Ignacio de Loyola, y Crónica del Perú, de Pedro Cieza de León.
Desde la cama chacana contemplo la cruz y sus lados. En cuatro, el autor pareciera querer entretejer el alma de los antes mencionados libros desde sus esqueletos, tomando la estructura de estos para, en reflejo, organizar en cuatro secciones sus poemas, ejercicios, oraciones, meditaciones; con especial detalle y referencia a la obra del militar y canonizado Loyola, de la que toma la portada y la división calendarizada en semanas para su lectura. No hay ejercicios, hay anancias; se cuelgan los hábitos, se abren los orificios. De este lado de la cama chacana, esa guía para guerreros de la “Compañía de Jesús” del santo español se reescribe en oraciones y ejercicios para power bottoms aguantadores y activos dominantes preñadores, para orientar a la maricona en su espiritual camino penitente hacia el blanquecino llanto seminal de su conciencia cabra; para preparar el corazón y el culo a voluntad de diva con tendencia propia al pecado, a la ensoñada erección y a la compañía infiel de la Grindr app.
En su Primera semana, encontramos ocho plegarias que supondrían versos al origen del tú y a la propia indefinida plenitud de su cuerpo indígena y a deidades masculinas, femeninas y trans, cuando exclama: “Mirá esa Diosa que te observa, / palillo en mano, / para tejerte el cuerpo. / Mirá ese Dios que te santigua, / palillo en mano, / para sacarte el cuerpo”, “Sentí el pistilo resurrecto / en anado carmesí, / encarná en mi cuerpo / palpitá en mi trazo”. “Dios que nos germinas / en el cuenco de tu vientre, / ten misericordia de mí. / Diosa que excretas / nuestros cuerpos de tu miembro, / ten misericordia de mí”.
God is a woman, diosa, diose, todes samas dioses de nosotros mismos y la colonial cruz ha separado el cuerpo con su templo. El cuerpo es un templo dijeron y el cuerpo fue prisión de lo que es interior verdad. Una idea indefinida que toma el discurso y lenguaje evangelizadores para penetrarlos, para pijcharlos con el infinito deseo ancestral previo a la partición: “Prisión de mortal hueso, / ten piedad / Templo de cadáver silenciado, / callá tu muerte /… / Dejame anarte la inmersión infértil / ordenanza del evangelio. / Nos diga la Diosa si alcanza el beso / a entrelazar al viento el pelo de oro, / a renacer postrado frente al aura genital. /… / a descubrir la carne ante la imagen de la letra / a suturar el sexo entre las pieles del papel. /…/ partido por la letra de rayo en par. / Castigo humano para le Diose: / ser Dios Diosa, /… / Coserles el ombligo con aguja de lenguaje, separarlos en la lengua y en el mundo / y obligarlos a buscarse por la eternidad /… / no ha tenido más opción / que encarnarse en el espejo infértil / de un cuerpo maricón”.
La piedra de la religión se desploma de la emplumada cabeza. Los sentidos abiertos están para captar lujurias necesidades de nuestro entorno, de nuestro hermano cuerpo. Samaritana homosexual se levanta y renace abortada creatura urgida de dorada carne y santidad individual: “Compartamos el lecho de cuerpo virgen / con la tentación peligrosa de ser santos”. “Dejame darte a luz en parto anal / encendé el cirio de una vez / y bautizate conmigo. / Hoy, / resurrecto, / ten piedad sólo por ti”. “Dejame darte a luz en parto anal / encendé el cirio de una vez / y bautizate conmigo. / Hoy, / resurrecto, / ten piedad sólo por ti”.
Qhariwarmi somos para la Segunda semana de nuestras anancias. Se podría decir que ahora somos plural que convoca a otras semejantes en tres textos, de mayor extensión que los del apartado inicial, tras el incendio del alma pizarrista y su destrucción, luego que se nos ha mezclado el sexo y el género en el turbio vientre de la invasión, cuando leemos: “Qué canciones serán éstas que no escucho, / porque yo mismo las he disuelto en fuego/tinta de Pizarro infame / Son, tal vez, / hombre/mujer en el mismo ser fertiente, / mujer/hombre en el mismo cuerpo penetrante”, “de naciente qhariwarmi, / travestide anante de matriz fértil, / extrañade diose de mirada cuaternaria, / caminante amade de cuatro rostros, / cuatro bocas, / cuatro suyus, / cuatro semanas de contemplación”. “cuerpo espejo de mujer india en el pecar nefando, / comulgar anal en religión sexuada, / serranos y yungas encarnados de demonios”.
Tras estos encuentros NSA, la Cuarta semana posa su incandescente luz sobre la cama chacana por la que ascendemos a cuatro poemas y al logos, al verbo y al conocimiento eternizaste para una nueva alianza de verso y carne, lengua y fluidos, genitales y tierra (Pachamama), indígena y caucásico: “Mis dedos recorren las letras del plasma de tu piel, / para tatuar eternamente mis versos en tu cuerpo”, “deseosa de divino semen que fecunde el suelo. / Sea yo la madre sin útero fértil, / india eterna, / que quita los pecados del mundo”.
Y al final, de esta imaginaria unión pansexual a la sombra de la división moralista, de este colorido negativo de la foto a la oficial narrativa conquistadora hilvanado con poderosa inteligencia por Vargas Rollano, florece “Juan Pablo”, primer nombre propio, nueva construcción del deseo del otro-yo al que “Desearía / fecundarnos el uno al otro: / semen en semen, / dar a luz / ensangrentada, / la palabra”.
Fuente: www.revistalatrini.com/