Por Martin Zelaya
Pero no es posible echar de menos aquello que ya no se recuerda, y ella tenía prisa por convertirse en otra (75).
Identidad y futuro. De eso va Ustedes brillan en lo oscuro (Páginas de Espuma / Nuevo Milenio, 2022) de Liliana Colanzi. Sin perder de vista que ambos conceptos involucran historia y contexto. Es, entonces, un libro político que plantea una dura reflexión en torno al cada vez más tóxico paso de la humanidad por el planeta. Con semejante horizonte, además, es un libro que se sirve de lo ficcional-sobrenatural en pos de hallar salidas y respuestas.
La búsqueda de una identidad es, acaso la nueva “cuestión fundamental” en este ya entrado siglo XXI en el que la sociedad hiperglobalizada y condenada a la conexión se da cuenta, incrédula aún, de que mientras más conoce y “estalquea”, menos sabe; menos idea y sentido de vida tiene.
No se puede evitar, tras leer cada uno de estos seis cuentos y el libro como un todo, una avalancha de preguntas. ¿Qué somos? ¿Qué habremos sido para tener ya vislumbrado semejante panorama? ¿Alguien es alguien si no conoce su origen, si no se conoce y acepta a sí mismo? ¿Seremos (algo aún) cuando se logre la tecnología total que tanto buscamos?
Este es, también, un libro que advierte cuán peligrosamente cerca están los autoritarismos. No las dictaduras militares que ya vivimos y las escaramuzas que de cuando en cuando protagonizan civiles extremistas. Más bien esos regímenes totalitarios omnipotentes que George Orwell previó y Corea del Norte ya ejercita. Y no es fatalismo. Basta con abrir cualquier portal de noticias. Ola antiaborto y peligro inminente de retroceso en derechos civiles de las minorías sexuales en EEUU. Crecimiento veloz de la ultraderecha en Francia y España. Para no hablar de Afganistán y la guerra Rusia-Ucrania.
La humanidad no aprende, por más que la historia se empeña en repetir sus lecciones. Por eso la proliferación de literatura de la distopía, literatura postapocalíptica o con sustento en lo fantástico y sobrenatural, no necesita mayores explicaciones.
En pocos años nadie se acordaba de aquella ciudad ni de sus habitantes. Lo único que quedó de esta breve civilización fue su tejido, que se mantuvo vivo a través de las esclavas y pasó a formar parte de la cultura vencedora (20).
Los cuentos
En “La cueva” se da un viaje imaginario por el tiempo, con pistas en el pasado, pero con la mirada clara en el futuro. Son fragmentos de diferentes momentos en la historia de una caverna. Una mujer primitiva que pare gemelos y deja sus huellas y la de sus hijos talladas en sangre en las paredes; una civilización que prospera casi por azar debido a la mutación de murciélagos propiciada por una luz misteriosa; un escenario futuro en el que alguien se teletransporta y aparece en la cueva; y otro futuro mucho más lejano habitado por mutantes y signado por la soledad; y, finalmente, la involución: ya no hay humanos, ni mutantes, ni la cueva; solo hongos, larvas y la posibilidad de un nuevo inicio.
Comparte con otros dos cuentos de este libro (“Atomito” y “Ustedes brillan en lo oscuro”) una estructura singular: un aire de novela: relatos breves, fragmentarios, a manera de capítulos; pequeñas ficciones dentro de la ficción general, e incluso una suerte de artículo de divulgación científica sobre las formaciones rocosas de la cueva, que da idea de la inconmensurabilidad del tiempo y de que no hay mejor manera de entenderlo que mirar su paso en la imperturbabilidad de las piedras.
El personaje es una cueva, la humanidad es solo un mínimo suceso en una historia infinita; apenas una entre millones de posibilidades finitas. Cuando se acabe, no pasará nada.
El ciclo de la vida cuyo eje es la mierda, el guano, el excremento generoso. El regalo que un ser vivo hace al otro, sin saberlo, y a través del cual la existencia continúa. La mierda como vínculo, como eslabón fundamental en el mosaico de las criaturas (21).
“Atomito”. La Paz (Abajo) y El Alto en un futuro no tan lejano –hologramas, inteligencia artificial– bajo un sistema totalitario: drones que sobrevuelan controlando y un gobierno sometido a una mega transnacional nuclear: la Central.
Estigmatizados como terroristas –como todo alteño– Kurmi Pérez y sus amigos sobreviven la pobreza bebiendo en su terraza que colinda con la Central y viendo cómo familiares y amigos enferman y mueren contaminados. Hasta que un rayo lo desencadena todo. Fugan almas a través de las chimeneas de la Central; cunde una epidemia de zombis bailarines y Atomito –el muñeco logo de la Central– cobra vida en forma de nube.
Es un cuento político con muchos guiños al pasado reciente, a la actualidad y a las intemporales taras y prejuicios de la sociedad boliviana.
Algunas veces los detienen y les revisan las mochilas en busca de cachorros de dinamita o bombas caseras, aunque cargar una whipala es suficiente para desencadenar un interrogatorio (33).
Son dos grandes cuentos. Los mejores junto a “El camino angosto”: una colonia religiosa en un futuro mediato en Bolivia. Represión e ignorancia, rebelión y locura. Ningún totalitarismo puede ser total. Siempre brota la libertad aunque sea por curiosidad o instinto. El “afuera” atrae demasiado y terminará imponiéndose. Qué bello es cuando la risa de la libertad “hace temblar los campos” (90).
Hay, en este libro ganador del VII Premio Ribera del Duero, mucho de Plop de Rafael Pinedo, esa breve novela con la que el argentino abrió, ¿o consolidó?, la senda temática de lo apocalíptico y distópico en la literatura de la región.
Las mujeres parían en cuclillas sobre el barro. Todos, todo el Grupo, toda la gente, todos los grupos. Vivían en el barro, morían en el barro.
(…) Estaba cubierto de barro. El barro que estaba ahí. Y seguiría estando. Porque nunca había habido otra cosa que barro. Siempre había llovido. Siempre había hecho frío (…).
Nunca existió otra cosa que barro.
Solo figuras cubiertas de barro, como él.
Y también de Klara y el sol (Anagrama, 2021), una conmovedora historia en la que el Nobel Kazuo Ishiguro indaga sobre la inteligencia artificial que, al menos al principio, estará al servicio del capricho y egoísmo humanos.
…Que lo que dice podría ser cierto. Que la ciencia actual ha probado más allá de toda duda, que no hay nada único en mi hija, nada que los instrumentos de nuestra ciencia moderna no puedan extraer, copiar y transferir. Que los seres humanos llevan viviendo juntos muchísimo tiempo, siglos, amándose y odiándose, y resulta que todo se basaba en una premisa errónea. Una suerte de superstición que hemos ido manteniendo mientras nuestros conocimientos no iban más allá.
Identidad-origen y futuro-historia, decíamos, son las claves de este libro. El tiempo.
Fuente: Revista La Trini