Por Alex Aillón
Giovanna Rivero es narradora y es boliviana. Puntualmente, nació en Montero. Se dice de ella que es “una de las voces más imaginativas e intensas del llamado ‘Nuevo Realismo Gótico Latinoamericano’, en el que también se ha encuadrado a escritoras como Marian Enríquez, Mónica Ojeda, Gabriela Ponce, Solange Rodríguez o Michelle Roche”. En 2021 su novela 98 Segundos sin sombra llegó a la pantalla grande gracias a la adaptación realizada por el cineasta Juan Pablo Richter. Por otro lado, su último libro de cuentos Tierra fresca de su tumba (2021), ha sido aclamado por la crítica internacional como su obra cumbre hasta el momento. En 2011, Giovanna fue seleccionada por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como uno de “Los 25 Secretos Literarios Mejor Guardados de América Latina” y en 2015 le otorgaron el Premio Internacional de Cuento “Cosecha Eñe”. Para retomar diálogo entre la autora más importante de nuestras letras, según la poeta Paola Senseve, y nuestros lectores, se formula tres preguntas.
– Para ti qué es “nuevo realismo gótico latinoamericano”, ¿cómo lo defines, te sientes a gusto con esta corriente en la que se cuentan a algunas de las escritoras más notables del último tiempo?
Creo que una parte de la academia y del periodismo cultural ha recurrido a esta etiqueta o categoría para brindar herramientas críticas y/o culturales de lectura de una producción específica. Es cierto que estamos ante una sensibilidad contemporánea, compartida por algunas escritoras, que pone el foco en la transgresión, en una subjetividad horrorizada, pero también en el espanto de una nueva soledad. No se trata solo de narrar la sangre, el corte en la espalda o la persistencia de los zombis, sino de usar esa materia para elaborar una narrativa en sintonía con este gran desconcierto. Si hace años, bastantes años, se hubiera llamado “gótica” a mi narrativa, como así yo lo experimentaba en mi interior, en las diatribas de mi imaginación, me habría sentido muy comprendida, pero en este momento creo que esa o cualquier otra taxonomía es secundaria y puede ser provisional. Me alegra, por supuesto, el modo en que ‘lo gótico’ ha tejido hermandades y visibilizado propuestas literarias en comunidades de lectoras y lectores a las que quizás nuestros libros no habían llegado antes de esa suerte de bautismo. En todo caso, creo que mi último libro se mueve en el límite pantanoso de la realidad trastornada deviniendo en otra cosa. Y, en ese sentido, me siento a gusto con lo que Flannery O’Connor decía sobre el gótico sureño: la consideraba una narrativa sobre los freaks, es decir, sobre aquellas criaturas retorcidas que, por las anomalías del cuerpo o de la personalidad, se resistían al sistema. Ese gótico me gusta.
– Cómo has vivido la experiencia de tu obra 98 segundos sin sombra llevada al cine, ¿estás conforme con la adaptación? Geraldine Chaplin elogia tu literatura, ¿cómo te sentiste al respecto?
La adaptación es una belleza. Creo que las derivas que toma un texto escrito en su trasvase a la cinematografía están llenas de riesgos, peligros y posibilidades. Juan Pablo Richter ha sido consciente de ello y ha recreado con gran libertad al personaje de Genoveva. El mundo que vemos es el que ella nos muestra a través de sus ojos y su estructura afectiva. Juan Pablo ha conseguido eso. Que Geraldine Chaplin haya encarnado a un personaje que quiero tanto –Clara Luz– ha sido un honor. Y que le haya gustado el relato, la épica de esta adolescente, me emocionó demasiado. Todo esto es un regalo de la vida.
– En este tiempo de pandemia se ha perfeccionado la posibilidad de los talleres digitales. Es más, este tres de febrero inicias un nuevo taller de escritura titulado “La luz feroz”, dinos ¿cómo te sientes dando talleres a distancia, cuáles sus ventajas, y de qué va el mismo?
Ya antes de la pandemia yo fantaseaba con la idea de coordinar talleres, pero, claro, viviendo en Estados Unidos, y si no estás institucionalizada por una universidad, es más complicado. Soy académica independiente, una decisión costosa que he tomado para poder abrazar de manera más radical mi vocación. Pero cuando tomé esa decisión, sabía que debía crear mis propios empleos y recursos alternativos. Le pedí ayuda a la escritora Natalia Chávez para crear mi página web en la que ofrezco servicios de asesoramiento y clínica literaria. Los tres primeros meses pasaba muy poco, pero llegó la pandemia y me dio el empujón que me faltaba, de modo que abrí los talleres al universo de lo remoto y desde entonces no he parado. Me hace feliz decir que los talleres me han regalado amigas y amigos entrañables, que tal vez de otro modo habría tardado mucho en conocer. El taller que viene es sobre Orfeo, un mito que me estremece por su enorme hondura poética.
Fuente: Puño y Letra