Han pasado 30 años desde la escritura, allá por 1991, del cuento Un hombre sentimental, una de las primeras aventuras del detective Santiago Blanco que, sin embargo, no vio la luz hasta 10 años después, en 2001, junto a otros tres cuentos más. Tres décadas después, Blanco, un expolicía oriundo de Punata, Cochabamba, “un investigador de raza”, sibarita, hincha del Wilstermann y udepista (de la Unidad Democrática y Popular, una alianza de varios partidos de izquierda de los setentas) es, quizá, el personaje más prolífico de la literatura boliviana. Su creador, el escritor Gonzalo Lema (Tarija, 1959), vuelve a invocarlo para un nuevo caso, su sexta incursión literaria, en su más reciente novela titulada Hola, mi amor.
En esta reciente entrega, situada inmediatamente tras los eventos de Que te vaya como mereces (2017), novela ganadora de la XI edición del Premio Internacional de Novela Negra L’H Confidencial (España), Lema introduce a Blanco, casi sexagenario –ya no es el sabueso treintañero de sus primeras aventuras–, a la ciudad de Villamontes, que sufre una serie de casos delictivos, todos ellos relacionados al monopolio de prostíbulos en la ciudad y a la toma de rutas de la marihuana y la cocaína. Al mismo tiempo, deberá cerrar una relación sentimental que carga hace años.
Un hombre sentimental (2001); Dime contra quién disparo (2004); Fue por tu amor, María (2010); La reina del café y otros cuentos (2014) y Que te vaya como mereces (2017) son otras de las aventuras, entre libros de cuentos y novelas, que han tenido a Blanco como protagonista y a Lema como su eterno interlocutor. Con Hola, mi amor, novela editada por Plural Editores y que ya se encuentra disponible en todas las librerías del país, sintió el “impulso” de la escritura para sacar del retiro nuevamente al mítico detective: “Creo, y estoy resignado, no existe retiro o jubilación para Santiago Blanco”.
Lema ha obtenido también el Premio Nacional de Novela en 1998 y ha sido finalista del certamen Casa de las Américas en 1993, así como del Premio Nadal de novela en 2017. La Ramona conversó con el autor sobre su más reciente obra, su relación con Santiago Blanco y la popularidad del género policial y la novela negra.
Santiago Blanco siempre había operado en Cochabamba, ahora lleva su labor y años de experiencia a Villamontes, Tarija, de donde usted es oriundo. ¿De cómo surge la idea para esta nueva aventura del detective?
El amor por Gladis lleva a Santiago Blanco a Villamontes, esa es la verdad contundente. Él va al Chaco con la idea de “hacer” hogar con ella que tiene un hijo, una nuera y un nieto. La misma Gladis se lo propone así: “Sé abuelo de mi nieto”. Porque los graves problemas con la policía originados por la sustitución de un cadáver, tema de la novela “Que te vaya como mereces”, hubieran sido superados (él es un tipo duro) y hasta olvidados con el tiempo en la misma Cochabamba. Santiago Blanco llega a Villamontes y se encuentra con el amor de su vida. Por eso el título: Hola, mi amor. Por supuesto que luego se les complica la vida a ambos, a Gladis y a él. Los “casos” y los problemas contradictorios les salen al paso.
En otra entrevista con Opinión hablaba sobre los impulsos que siente a la hora de escribir, en el caso de Santiago Blanco, ¿cuál es el impulso que lo llevó a volver a sacarlo del retiro nuevamente?
El fiscal de Villamontes, en esta novela Hola, mi amor, afirma que Santiago Blanco es un investigador de raza. Él investiga todo o por lo menos husmea sin cesár. Debido a esta razón, no sabemos si él busca los problemas o si se los encuentra en el camino. Probablemente sea un poco de ambos. En los cuentos de La reina del café, él es el portero del edificio “Uribe”, y, sin embargo, investiga ocho casos criminales. Creo, y estoy resignado, no existe retiro o jubilación para Santiago Blanco. Inclusive investiga con los ojos parchados, en el post-operatorio de implante de lentes intraoculares por cristalinos.
¿Cuáles fueron los desafíos y dificultades de abordar esta nueva aventura?
Un par de dificultades muy ciertas: Gladis y su familia viven en un barrio casi de periferia en la preciosa Villamontes. Cuando llega Santiago Blanco a la ciudad, instalan un restaurante, tal como lo planearon en Cochabamba. Blanco frie sábalos al mediodía y Gladis es camarera; por la noche, ella cocina sillpanchos con Guillermina, la empleada, y él es el mozo. Es una doble labor extenuante tomando en cuenta el calor del Chaco. Es en medio de estas obligaciones que Blanco investiga, y prácticamente no incumple con el restaurante, por lo menos no del todo. El lector ha de advertir, además, que sólo tres veces toma taxi: un auto y dos motocicletas. El trabajo lo hace a pie, con zapatos y ojotas. Bueno, todo eso complica la narración.
Es el sexto libro de Santiago Blanco, ¿cómo ha cambiado él a medida que comenzó a envejecer y cómo ha cambiado usted como su interlocutor?
Tiene seis libros, es verdad: tres de cuentos y tres novelas. Yo empiezo a narrarlo pasados los treinta años, cuando aún juega fulbito (es arquero y lo llaman “Dormido”) en el patio de la policía. En Hola, mi amor tiene cincuenta y ocho años. Está gordo (comida y cerveza), está más melancólico (algunos recuerdos lo sensibilizan en grado extremo), pero también está más certero en sus decisiones esenciales. Sabe mucho de la vida del hampa, intuye bastante en la política (él es udepista) y continúa leyendo literatura nacional en los suplementos culturales. De reojo lee los resultados domingueros del Wilstermann. Es un hombre solo, al parecer en términos definitivos. No sabe qué será de él en el futuro, pero eso no parece importarle tanto. Yo soy sólo su transcriptor, tres o cuatro dedos en el teclado a su servicio.
En una entrevista con Luis H. Antezana, Cachín, afirmaba que la novela policial es “típicamente urbana”, por decirlo así de urbe o ciudad grande y que, como en el caso de Felipe Delgado, de Jaime Saenz, La Paz puede considerarse, más que un mero entorno o contexto, todo un personaje, con vida y personalidad propias. En el caso de Villamontes en Hola, mi amor, ¿cuál es el rol de esta ciudad en el entramado de la nueva aventura de Santiago Blanco?
Todas mis buenas afirmaciones sobre Felipe Delgado se las debo a Luis H. Antezana, entre muchas deudas que le tengo. Villamontes es una bella ciudad de frontera a la Argentina y el Paraguay. La mejor que conozco gracias a su planificación visionaria. Está cargada de historia: la guerra del Chaco y el golpe de Estado a Salamanca. Además, la provincia tiene pozos de gas que dinamizan su economía gracias a las regalías. Su personalidad es muy fuerte, nítida, y propicia para los casos a resolver por Blanco.
En más de una publicación se refieren a Santiago Blanco como el alter ego de Gonzalo Lema. ¿Se identifica en algunos aspectos con Santiago Blanco? ¿Qué opinaría él de esta afirmación?
¿Cómo podría identificarse conmigo un hombre tan rápido de la cabeza y tan valiente? Es imposible. Santiago Blanco tiene el coraje de vivir su vida a plenitud y está asumido. Quiero decir que desde muy joven sabe quién es. Esa certeza lo lleva a divorciarse de Marilú a pocas semanas de haberse casado. Marilú (una falsa rubia) lo presentaba como abogado y futuro ministro de gobierno (¡a él, que era un humilde investigador adscrito a la policía!). Las pocas coincidencias son el Wilstermann y la UDP, el gusto por unos pocos poetas. Pero, además, Blanco me considera capaz de cometer crímenes (Fue por tu amor, María) e inmerecido novio de la farmacéutica Margarita (Que te vaya como mereces). Me detesta, en suma. Yo, en cambio, lo admiro y creo que se nota.
Si no me equivoco, han pasado 30 años desde la primera publicación del primer cuento Un hombre sentimental, allá en 1991. Cuando comenzó a escribir sobre Santiago Blanco, ¿imaginó que se convertiría en el primer personaje boliviano en tener una saga?
Sí, supe que iba a ser el primero, un mérito casi deportivo, pero yo quise que fuera, además, querido por la gente. Yo escribí el cuento (Un hombre sentimental) en 1991 y, junto a tres cuentos más, lo publiqué el año 2001, diez años después. ¿Por qué? Porque quise cuidar a la criatura. La pensé y retoqué hasta conocerla muy bien. El cuento El gordo de La Paz se publicó muy pronto en inglés (The fat man from La Paz). Que te vaya como mereces salió finalista en Nadal, el más antiguo y emblemático premio español y ganó el L’H Confidencial en Barcelona cuatro días después. Hace apenas un mes se publicó el segundo tomo del libro A quemarropa, en Barcelona, que hace un seguimiento a la literatura policial mundial y cita a Santiago Blanco en cuatro oportunidades, algo impensado para mí. Está junto a Mario Conde, de Padura y Heredia, de Díaz. Santiago Blanco es cada día más popular y también más apreciado. Me alegra por él.
En los últimos años se ha producido una especie de boom por la literatura negra, que no solo se han quedado en las páginas de los libros, ya que ha trascendido a películas, series. ¿Por qué gusta tanto el género?
Es cierto. Existen decenas de colecciones en todas las lenguas de Occidente y miles de títulos en varias de ellas. Por eso apunto como alto mérito que Santiago Blanco tenga lugar en “A quemarropa”. Yo creo que su propagación se debe mucho a la televisión y algo al cine. Sin embargo, este género permite conocer lo que la sociedad oculta, todo aquello que se barre debajo de la alfombra. Tiene su morbo, por lo tanto. Los ricos esconden cadáveres, igual que los políticos poderosos o los artistas afamados. Del endiosamiento a la cárcel. ¿Cómo no va a gustarle a la gente común? Le fascina. Su moral y su ética siguen siendo constatables, no así la de quienes fungen como triunfadores hasta que llega la justicia.
Con ingredientes muy distintos al estadounidense y los crímenes nórdicos, el género policial -en especial la novela negra- ha tomado vuelo propio en la región. ¿A qué se puede atribuir esta popularidad?
Estoy de acuerdo en que la literatura policial latinoamericana tiene otro ingrediente central, que es la política. No es tanto un tema de ricos o de estrellas mundiales del arte o del deporte, es la política y la corrupción de los gobiernos. Se diría “lo que esconden detrás de su fastuosa y cargada propaganda”. La novela policial desenmascara las imágenes y palabras oficialistas y presenta la verdad descarnada: Cuba vive en la miseria (Leonardo Padura), todo es una vil farsa y farándula (Piglia, Soriano) o la periferia no es Santiago (Díaz Eterovic). En mi cuento Adiós, Angelina Santiago Blanco “cuida” las manos del Ché.
En un diálogo anterior que sostuvimos hace unos años, afirmaba que América Latina es un escenario propicio para el género negro por su “manera afiebrada de ver la realidad, casi delirante”. Decía que el crimen es visible, solo que a diferencia de Europa y otros continentes el delito se muestra con la picardía del realismo mágico. ¿Cómo lo irreal o extraño como algo cotidiano y común influye o destaca al género negro en nuestro continente?
Yo pienso que el realismo mágico es un manto de diversos colores que cubre América latina. Todas sus regiones son colores de una misma paleta: mexicanos, caribeños, antillanos, andinos, brasileños y pampeanos. Nuestro común denominador es la (ir)realidad mágica que nos alberga y albergamos. Lo real y lo irreal están presentes en nuestra visión de la vida y en nuestros discursos diarios. Esa es nuestra “verdad”. La novela policial es un reflejo de esta manera de vivir la vida, tan distinta a la sueca, por ejemplo. Tenemos un pie en el siglo XXI y otro antes de Colón. O en la Colonia. Si leemos a Bartolomé Arzánz de Orzúa y Vela vamos a comprender de inmediato el tiempo híbrido que vivimos en occidente de Bolivia. Zavaleta lo explica como nadie.
En una entrevista afirmaba lo siguiente: “Ahora soy más escritor que nunca”. ¿Hubo algún momento de su carrera en el que no se sintió así?
He necesitado de confirmaciones permanentes. Aún las necesito. El aplomo apenas me dura hasta el reingreso a mi intimidad.
¿Veremos más de Santiago Blanco? ¿Qué viene a continuación para usted?
Sí, yo creo que Santiago Blanco goza de buena salud y, salvo los riesgos de su oficio, bien podría vivir muchos años. Yo, en cambio, comienzo a resignarme. Creo que soy lo que ya he sido.
Fuente: La Ramona