Por Jorge Saravia Chuquimia
Peregrinando (1943), es el libro póstumo de Adela Zamudio (1854-1928), donde aparecen dos obras teatrales. La primera Violeta o la princesa azul. Juguete dramático, imitación de un cuento fantástico, arte en forma de “poema teatral” (Augusto Guzmán, 1955), escrito en 1890, cuando Zamudio tiene 36 años. La obra es una parodia de la versión de La Cenicienta (1697), del francés Charles Perrault. La segunda, El castillo negro, otro poema teatral que data de 1906, es decir, la poeta la escribe a los 52 años.
El argumento relata la búsqueda de una reina de su hijo menor que fue raptado de niño, por un hada. Habría que añadir que ambas producciones fueron escenificadas en público. Un dato peculiar brinda Guzmán al comentar que la primera pieza fue estrenada únicamente por niñas de “la sociedad local” cochabambina, y reconozco como estética teatral, de ambas, el empleo del recurso de la parodia de cuentos de hadas. Con estos datos esbozaré la concepción del teatro zamudiano, mediante El castillo negro entendiendo el teatro como texto.
Esta pieza teatral está dispuesta en tres actos. Lo que me llama la atención de principio es el argumento de tinte heroico. Así, en el acto primero (introducción) son presentados Verbena y Malek (huérfano), dos amigos que crecieron juntos desde pequeños y conversan cerca una fuente. Aparece Hada y manifiesta a Verbena que habiendo pasado veinte años visite el palacio de la reina y haga una revelación: “Que si aún anhela que a sus brazos vuelva, / En el Castillo negro de la selva / Sus valiosos vasallos le pueden encontrar”. En el acto segundo (nudo), ingresa en escena la reina Yedra que visita la choza de Verbena.
Enterada de la revelación solicita aclaración de la identidad de la hada, ya que cree que es una “cruel ironía” el pedido, pues el castillo que menciona la hechizera está encantado y es difícil acceder. Empero, Verbena propone a Malek para dicho acto osado. Finalmente, el acto tercero (desenlace) presenta al héroe Malek que asciende el castillo encantado, llega a la torre y penetra en la fortaleza.
Coincidentemente adentro están reunidos: Yedra (reina), la Hada mala, la Hada buena, la Princesa y Verbena. El desconcertado Malek no sabe qué sucede y es la Hada negra quien confiesa que el príncipe raptado es él. La noticia alegra a Yedra que, emocionada, consulta al futuro Rey con quien desea esposarse, Malek elige a Verbena.
Roland Barthes precisa que en todo drama debe resaltar la teatralidad. Noción entendida como el “espesor de signos y sensaciones que se edifica en la escena a partir del argumento escrito”. Esta sensación dramática en la obra de Zamudio es análoga a la idea bartheana. Aprecio que la teatralidad estriba en el acento de los diálogos trabajados, de los personajes, en forma de versos en rima. La intervención de cualquier actor será como una declamación poética decidida, al público.
Para percibir la idea transcribo una escena de Yedra: “Feliz momento el presente / En que puedo alzar la frente / Sin vergüenza y sin dolor, / Porque mi puesto abandono / Legando a un Rey a mi trono / Y a mi pueblo un salvador”. La rima de los versos de la estrofa aparece en los términos “presente” (verso, 1) y “frente” (v, 2), luego “abandono” (v, 4) rima con “trono” (v, 5), finalmente “dolor” (v, 3) con “salvador” (v, 6). La teatralidad sería el gesto de recitar el poema con énfasis, o sea, “la palabra se convierte enseguida en sustancias” (Barthes).
La puesta en escena es eficaz por la historia fantástica planteada. La escenografía y el climax que proyecta cada escena es práctica y simple, porque da la sensación de que cada objeto que solicita la dramaturga para el decorado tiene que proyectar al espectador la trama épica. Cuando me refería (al principio) de la estética teatral de Zamudio, tiene que ver con la parodia de los cuentos de hadas. Considero que la historia mágica planteada es reproducida (con la estructura textual de estos cuentos), no obstante, la puesta en escena desde lo poético permite ver que la idea de apariciones y encantamientos en la trama linda más como un recurso novelesco por la “ilusión” que provocan los hechos extraordinarios del guion. La puesta en escena se distingue (como ejemplo) a partir que “La Reina acoje (sic) con cariño a Verbena y posa la mano derecha sobre su cabeza en señal de bendición” (Escena V), inmediatamente declaman los actores.
El decorado de la escenografía, que exige la autora, no tiene mucha pretensión. El argumento de Zamudio da preponderancia a los discursos poéticos que recitan los personajes. No obstante, los objetos puros y simples, como la fuente de agua resaltan en el escenario. El efecto a sobresalir es colocar en primer plano al actor que recita. La “atmósfera” teatral de El castillo negro tiende a ser un espacio de bosque encantado con presencia de príncipes, hadas, reinas, soldados y objetos mágicos. Además, el príncipe desamparado coadyuva a proponer otra historia paralela, paradójicamente explícita, en el teatro de Zamudio: la orfandad. Tanto en Violeta o la princesa azul y El castillo negro, Violeta (La Cenicienta) y Malek son protagonistas huérfanos. La ausencia de los padres, como trama de fondo posibilita otro carácter al drama zamudiano. El artificio de re-presentar personajes abandonados no es casual, pues advierto “una verdad de crítico, no de dramaturgo” (Barthes), de la sociedad que fustiga.
La parodia de los cuentos de hadas y la orfandad revelan el proyecto teatral de Adela Zamudio. El argumento de tinte novelesco constituye otra forma de dialogar con el espectador. Devela la fuerte condición perturbadora que ocupa el mundo de Zamudio sobre la sociedad donde reside. A esto, reparo que el teatro de Zamudio traduce lo turbulento gracias a la escenografía oscura. Hay ciertas características textuales novelísticas (previstas) que convergen en el guion, el título es El castillo negro, los nombres de los personajes: Hada negra y Verbena (fiesta de noche), configurando el mundo negro, el espacio encantado.
Finalmente, Adela Zamudio es la dramaturga que, en las dos obras teatrales que presenta en Peregrinando desarrolla piezas de aparente simpleza. Sin embargo, la poeta desarrolla la puesta en escena valiéndose de recursos poéticos y novelescos. Busca la teatralidad dando acento a los diálogos desde la recitación o lo declamativo. Explora en el teatro otra forma de discurso textual llegando a configurar una propuesta prodigiosa, casi como un cuento de hadas.
Fuente: Letra Siete