Norte y las novelas exóticas
Por Iván Jesús Castro Aruzamen
Para E.
A propósito de la traducción de Los días de la peste de Edmundo Paz Soldán por la editorial francesa Gallimard, que ya el 2014 tradujo Norte, Luis H. Antezana, dice: «En lo que a las traducciones de Norte y Los días de la peste se refiere, habría que destacar, de partida, la editorial que las acoge y publica. La editorial Gallimard es una de las mejores, si no la mejor, en lengua francesa. La calidad de sus publicaciones es arquetípica y eso incluye, por supuesto, a sus traducciones. Así que, por ese lado, habría que alegrarse de que Norte y Los días de la peste hayan sido publicadas por Gallimard». Esta noticia nos lleva a recordar que uno de los primeros escritores bolivianos en entrar o publicar en lengua francesa fue Adolfo Costa du Rels que a diferencia de Paz Soldán era un escritor con un biculturalismo notable. Petter J. Gold recuerda acerca de cómo se gestó Laguna H. 3. escrita y publicada en francés: “Lagune H. 3. fue escrita durante el verano de 1937 en el departamento Côtes-du-Nord, y publicado en París el año siguiente en La Petite Illustration. Una segunda edición en francés fue publicada en forma retocada en Buenos Aires en 1944, esta vez como novela suelta. La versión española no apareció hasta 1967, en una traducción hecha por otro boliviano, Nicolás Fernández Naranjo, y durante ese período de veintitres años el autor iba retocándola, ora añadiendo, ora rayando, personajes, diálogos, escenas, párrafos, frases o palabras”. Más allá de las diferencias temporales y de contextos, el mérito es único para ambos escritores bolivianos.
Para un autor la traducción de su obra a otro idioma no solo es motivo para salir del mundo de su lengua materna sino también la curiosidad acerca de cómo el texto adquiere vida propia en otro contexto cultural y la traducción tiene una enorme responsabilidad en no tergiversar el original. Acertadamente explica Antezana al respecto: «Al “trasladar” un texto de un idioma a otro, una traducción necesariamente trabaja sobre el original, es decir, lo lee, asimila y además lo reelabora; algo que, en cierta forma y, sin salir de un mismo idioma, hace todo tipo de lectura activa. Y, ahí entra en juego el desafío propio a la traducción: la de ofrecer a los lectores en otro idioma la mejor versión posible del texto que le sirve como punto de partida. Algo así como tratar de decir lo mismo en otras palabras». En este sentido para nuestra literatura debiera ser motivo de satisfacción la publicación de dos novelas de Paz Soldán al francés.
¿Por qué las novelas latinoamericanas son consideradas exóticas en el mundo francoparlante? Es una pregunta necesaria. «Las propuestas de traducciones de obras de la literatura latinoamericana venían sobre todo desde los estudios académicos de esta literatura, es decir, desde las universidades a las editoriales y, en general, se trataba de difundir una literatura “exótica”, de “otros mundos”, en fin, del Tercer Mundo. Ese exotismo, dicho sea de paso, aún continua y, curiosamente, también incluye a las literaturas de la Europa del Este (Polonia. Hungría, Rumanía, Grecia, Turquía, etcétera)», afirma Antezana. Si bien el exotismo está determinado en opinión del crítico literario cochabambino por la necesidad de conocer la literatura de otros mundos, sin embargo, en esa curiosidad francesa y por extensión a la cultura occidental, debajo late la presencia del romanticismo europeo y muy al fondo el espíritu colonial de la Europa del siglo dieciséis. Por tanto, a pesar del avance del tiempo y la creciente pluriculturalidad en tierras europeas los vestigios de la colonialidad perviven.
Edmundo Paz Soldán, Premio nacional de novela, mcondiano y parricida del macondismo de los sesenta, vio cómo su antepenúltima novela alcanzó un notable éxito de ventas y reconocimiento bajo el título de Norte; en Bolivia ha sido editada por Nuevo Milenio en coedición con la española Mondadori. Norte es una novela sobre los apátridas del sur en el norte. Y desde la perspectiva francesa de la marginalidad es una novela exótica. Pero para los lectores latinoamericanos es una obra que habla de la vida de miles de desplazados humanos hacia el norte desarrollado. Si bien se ha escrito y producido mucho sobre el tema, hasta ahora ningún escritor boliviano ha escrito nada mejor.
Con gran habilidad, Edmundo Paz Soldán ha logrado unir en una novela tres hilos aparentemente aislados: una descripción irónica y policial sobre la vida, miedos, temores, desplazamiento fronterizo y ejecución en una cárcel norteamericana del Railroad Killer, mexicano, Jesús María José; un informe preciso, técnico, sobre la academia norteamericana y sus escarceos literarios, a través de Michelle y su tortuosa relación con un decadente profesor universitario, Fabián, atrapado entre el pseudo status académico universitario y las neurosis de las drogas; y, finalmente, una trama de acuciante interés por el arte pictórico y los recuerdos de la guerra cristera mexicana de mediados del siglo veinte, retratada en las creaciones de Martín Ramírez, un inmigrante indocumentado, que acaba sus días de silencio en un psiquiátrico.
Según estos tres hilos conductores de la novela, para Paz Soldán, los Estados Unidos no sólo padecen el cáncer de las multinacionales –aunque en última instancia éstas terminan siendo sólo uninacionales–, sino también, el desarraigo, los traumas de la convivencia interracial, y cómo para los desplazados del mundo en busca del sueño americano este se convierte en una pesadilla. De modo que el sueño americano se transforma en un mal de millones, consuelo de pocos norteamericanos.
Edmundo Paz Soldán, desde sus primeros cuentos y pasando por novelas como Palacio quemado, Río fugitivo, Los vivos y los muertos y Norte –y la aparición de Los días de la peste (Nuevo Milenio, 2017)–, su prosa ha sufrido la metamorfosis de todo escritor comprometido con su oficio, hasta alcanzar una madurez propia del narrador dueño de una voz propia; en Norte la prosa de Paz Soldán reúne la capacidad de intriga de la novela policial y la ironía escéptica de un Montaigne. A pesar de que los norteamericanos, bajo la égida de su sueño americano y de bienestar quieren todo el mundo para ellos y el resto para los demás; a pesar de que el narcotráfico, la violencia, las perversiones, la intriga política, el desarrollo desenfrenado, el hedonismo, los americanos no se merecen una novela tan buena como Norte en ese norte decadente. Es hora ya de aceptar que los buenos novelistas han empezado a prestarle más atención a los efectos perversos, nocivos de la globalización, la falta de tolerancia, la identidad o, en palabras de Paz Soldán, Las máscaras de la nada que recubren la sociedad actual.
He escrito en algún lugar, siguiendo a Jurgen Moltman, teólogo alemán, que el sueño americano es prometedor para la humanidad, pero así como lo sueñan los norteamericanos no es posible para el resto del planeta. Ante un panorama tan desolador del paraíso americano, ¿qué puede importarles a las grandes cabezas del capitalismo, la condena y la critica del sistema de escritores como Paz Soldán, Gabriel García Márquez o José Saramago y en su momento Mario Benedetti, si las cabezas más sensatas del mundo viven sobre la cresta del capitalismo más salvaje?
Este escritor cochabambino, que desde hace décadas vive en los Estados Unidos y conoce de cerca la sociedad opulenta del norte y su decadencia moral, dice en esta novela, que «todos tenemos un mundo que escondemos de los demás», por lo que, los indocumentados venidos de todas partes del mundo tras un sueño imposible, inmersos en las entrañas del monstruo capitalista, han sido capaces de poner en vilo el poder y la seguridad del imperio ¿Qué hace, entonces, que los norteamericanos sean unos imbéciles frente al otro, al diferente, al distinto? Tan sólo la impaciencia y la neurosis de creer que los desplazados son enviados por países enemigos. Aunque no cabe duda de que el efecto perverso del capitalismo salvaje es la muerte tanto física como moral que arrastran los personajes en Norte. Quizá como apunta Norbert Elías en La soledad de los moribundos: «mirar de frente a la muerte como un dato de la propia existencia: [es] acomodar nuestra vida, sobre todo nuestro comportamiento para con otras personas, al limitado espacio de tiempo de que disponemos»; eso justamente realizan los personajes de Paz Soldán en Norte.
La sentencia final del Railroad Killer: «El gigante debía pagar sus años de abusos en la tierra», resume gráficamente, la visión crítica de Edmundo sobre las contradicciones en las que se debate la sociedad norteamericana.