Por José Oliva
La escritora ecuatoriana Mónica Ojeda, incluida en la lista de los 39 mejores escritores de Latinoamérica menores de 39 años, se estrena en la narrativa corta con su primer libro de cuentos, Las voladoras, que inscribe en lo que denomina “el gótico andino”.
Ojeda (Guayaquil, 1988) se dio a conocer a un lector selecto con Nefando, y publicó posteriormente otra novela, Mandíbula, que tomaba rasgos del thriller psicológico para desarrollar las razones que motivaban a una profesora con estrés postraumático a secuestrar a una de sus alumnas.
Esos cuentos están atravesados por criaturas que se suben a los tejados y alzan el vuelo, una adolescente apasionada por la sangre, una profesora que recoge la cabeza de la vecina en su jardín, una joven que no se separa de la dentadura de su padre, dos gemelas en un festival de música experimental, mujeres que se lanzan desde una montaña, terremotos apocalípticos o un chamán que pretende revivir a su hija.
Miedo andino
Las voladoras (editorial Páginas de Espuma) reúne ocho cuentos que, según explica la autora en una entrevista con EFE, se ubican en ciudades, pueblos, páramos, volcanes donde la violencia y el misticismo, lo terrenal y lo celeste, pertenecen a un mismo plano ritual y poético.
Ojeda justifica su paso al relato como una “necesidad en este momento” y describe la experiencia como “intensa y estimulante”.
Según la autora, “los relatos de un libro pueden tener varios elementos en común que los haga formar parte de un mismo paisaje: la atmósfera, los temas, la estructura, los lugares, los personajes; y en el caso de Las voladoras se trata de la zona geográfica: los Andes ecuatorianos”.
En ese contexto físico tan concreto, Ojeda recrea “un tipo de atmósfera que bebe directamente de lo que en Ecuador se denomina gótico andino”.
Ojeda lo identifica con “un tipo de literatura que aborda el miedo natural y sobrenatural desde los paisajes y mitos andinos”.
La escritora guayaquileña entrevé otros rasgos típicos del gótico andino, además del tema del paisaje, “por ejemplo, el terror al incesto”, que es un tema que ya ha trabajado antes en sus novelas.
El “gótico andino”, resume la autora, es un miedo muy particular de esa zona de los Andes, que proviene de “convivir con volcanes, de sufrir el frío y el calor extremos, pero también el desamparo que hay en esas zonas”.
Todos los relatos del libro, añade, se ubican en lo alto de la cordillera, ya sea en ciudades o pueblos andinos, y, “aunque hablan de violencias cotidianas, acaban remitiendo a mitos y rituales ancestrales de esas tierras”.
El cóndor, una de las aves más grandes del mundo, es la criatura de esa cordillera y “desde siempre ha tenido una carga mítica y simbólica fascinante”.
Se trata de un ave carroñera que es venerada, a la que se le otorgan características del ave fénix; vive en lo más alto de las montañas y volcanes: “Me interesaba abordar esa idea de ascensión de lo telúrico a un mundo mágico, ritual, pues después de todo, no hay nada más bello y terrible que la ascensión de un animal que se alimenta de la muerte”.
En todos los cuentos, asegura Ojeda, intenta desde ese “gótico andino” indagar en torno a “la relación que existe entre la violencia y la hostilidad de lo terrenal con ese plano mítico, ritual y simbólico que se encuentra en las partes más altas, que obliga a las personas a mirar hacia arriba buscando una especie de alivio frente al horror y la violencia”.
Fuente: Página Siete