Por Mario Alberto Medrano Gonzalez
Debo confesar mi predilección por el cuento como género literario por encima de otras artes narrativas como la novela, por ejemplo. No así de la poesía, aunque tiene el cuento y el poema demasiadas similitudes. Acaso sea por su fascinación por la brevedad, acaso por la economía del lenguaje o tal vez por el rigor y la urgencia porque “algo ocurra”: un cuento, si no impacta desde el inicio, suele ser botado, no así la novela, a la que se le conceden 10 o 50 páginas para enganchar.
Pues bien, es aquí, en el entretejido cuentístico, donde coincido con Magela Baudoin, la escritora boliviana nacida en 1973.
Entonces, una obra. La composición de la sal. Quizá sea tarde (¿alguna vez lo será para la relectura?) para hablar de este libro de relatos, publicado 2014, y ganador del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez 2015.
Teoría del río subterráneo
14 cuentos integran todo el universo de La composición de la sal. Desde el umbral de entrada, Amor a primera vista, cruzando por una acequia con cuentos como La cinta roja (entramado con el periodismo, con un crimen), Algo para cenar (un relato de confrontación, descubrimiento y autoconocimiento de un adolescente), Moebia (entre el laberinto borgiano y la autoficción), La composición de la sal (del sincero acto de llorar a la sátira del machismo social), hasta el portal de salida, Un reloj. Una pelota. Un café, cada cuento de Magela lleva una historia debajo.
Si no mal recuerdo, fue Ricardo Piglia quien pergeñó la idea de que en cada cuento, siempre hay otro latiendo debajo. Y es justo esto lo que ocurre en cada espacio que bosqueja Magela, pues detrás de las historias hay enigma que no se demuestra, que no es evidente, pero se reafirma entre murmullo, guiños, silencios incómodos. Es, para seguir con esta metáfora subterránea, un túnel de lodo y miel.
Si bien es cierto que cada narración lleva como telón de fondo la vida de una ciudad, cierta cotidianidad, la rutina de los días (quizá la excepción sea Moebia, puramente ficcional) se entrelaza con la más pura ficción, alguna esquirla del imaginario deja ver su rostro, como en las mejores obras de Luis Buñuel. Pienso en el cuento que da nombre al libro. En este se narra la vida de un hombre, quien llegada a la tercera edad, le da por llorar, por todo, en cada momento. Este rasgo, nacido de una literatura del absurdo, se confabula con la más ordinaria de las vidas y donde, con clara ironía, también se hace una burla al machismo latinoamericano. Ahí, en ese juego de poderes entre el absurdo y la realidad, el mar es la solución, la sal del mar. La composición de la sal o la nostalgia de la memoria.
Habitar el silencio
Cuentos y poesía son los géneros más próximos entre sí. Aspirar al silencio es unas de los anhelos de la poesía, entonces del cuento. Entre las palabras, siempre hay huecos que se nutren de los ruidos de fondo o de miradas o de sigilo que se comparte. Aquí, en la música que acompaña a estos cuentos, ese rumor puede ser la mejor composición de la sal. El ritmo de los cuentos de Magela es un vaivén de intenciones silenciosas, hay la ambición de poetizar el espacio. Es el lector, un participante obligado, quien se responsabiliza de ser un agente interventor, capaz de llenar esas oquedades a las que arroja la autora a sus personajes y sus historias.
Podría decir que hay pocos arcos dramáticos en estas narraciones, será porque a Magela no le interesa la vieja estructura de crear un problema y resolverlo, sino lanzar ese problema y que sus personajes convivan con él.
Autora de la novela El sonido de la H, con la que obtuvo el premio nacional de novela Alfaguara, Magela, también periodista, es, ante todo, cuentista. Este año compitió por el Premio Ribera del Duero, concurso en el que quedó como finalista con su libro de cuentos Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, del cual la autora ha dicho en una entrevista que “es un libro de cuentos que le roba el título a Pavese: ‘Vendrá la muerte y tendrá tus ojos’. Y dialoga con la idea del absurdo existencial, del suicidio y de la esperanza a la manera en que Camus los concebía […] También es un libro lleno de fantasmas literarios. Digamos un homenaje a la lectura, al modo en que las presencias fantasmáticas que produce la ficción intervienen en la vida. Pero eso es la teoría, otra cosa será lo que encuentren los lectores”.
Fuente: www.excelsior.com.mx/