Alcoholatum & otros drinks. Crónicas para gatos y pelagatos. Víctor Hugo ViscarraPor Mariana Ruiz Romero
“Encarar, enfrentarse a un texto, precisa, en primer término, adivinar, asir su identidad”
Virginia Ayllón, Prólogo.
¿Quién es, quién fue Víctor Hugo Viscarra? ¿Podemos decir que el difunto autor de Coba: Lenguaje secreto del hampa boliviano (1981), “Relatos de Víctor Hugo” (1996) y del poemario “Borracho estaba, pero me acuerdo” (2002) -de edición agotada– quien presentó en el 2001, mediante la editorial Correveidile, la serie de crónica Alcoholatum & otros Drinks. Crónicas para gatos y pelagatos, ¿es, era, un autor reconocido? ¿Un autor conocido, al menos? ¿Aceptado?
Acercarse a sus textos plantea las mismas interrogantes. ¿Qué tipo de textos estamos leyendo? ¿Se trata de textos autobiográficos? ¿La autobiografía, en sí, es parte del canon literario? Muchos argumentan en contra de Víctor Hugo, aduciendo que, meramente, se limitó a reflejar el mundo sórdido donde supo andar. Desde el yo, además, pecado intangible y sutil en los órdenes literarios. Si la autobiografía es por sí misma un género, por así decir, al borde de la literatura, podemos afirmar que lo que escribe, refleja, trasunta Viscarra es doblemente marginal: desde lo que dice –sus personajes, sus escenarios- hasta el cómo lo dice.
Desde su nacimiento (1958) hasta su temprana muerte (2006) Viscarra se vio expuesto al mundo de la calle. Sus cuentos, relatos, crónicas reflejan, según él mismo, a ese mundillo de “rateros, alcohólicos (Víctor Hugo murió de cirrosis fulminante), prostitutas, “polillas” nocherniegos, fracasados…” desde un lugar donde la atención al lenguaje, al código, repite, imita, a la noche que los engendra.
Este sub mundo -donde hace frío casi siempre y donde habitan los personajes menos recomendables de las ciudades de La Paz y Cochabamba- es visto por Viscarra de una manera sorprendente, mediante una curiosidad frente al entorno, dotada a la vez de una fina ternura, que le permite mostrar, en aquella marginalidad, lo que a primera vista nunca se ve: la vida de los protagonistas. Las ambiciones, deseos y recuerdos presentes en relatos como”A llorar al río” o “Radiografía de la noche”, la firmeza de las imágenes en momentos míseros como lo que se presencia en el “Corredor de la Catedral” alcanzan el efecto, bajo la mirada de Víctor Hugo, de una combinación absorbente e hipnotizante, generando el deseo de no terminar, de perseguir esas vidas hasta el fondo mismo… de la página.
Estas crónicas, cuentos y relatos, esta “autobiografía sin dejar de ser literatura” que según el autor, va en contra de toda definición fácil por parte de aquellos a quienes les resulta importante definir qué entra o no al campo de la literatura, hablan por sí mismos. La prosa ingeniosa, la mirada atenta, la veracidad de las imágenes, bastan para atraer (o repeler, qué duda cabe) al lector curioso, que desee atisbar más allá de una frontera.
Todo lo cual, ya lo sabemos, a Víctor Hugo Viscarra lo traía sin cuidado.