!La Habana, nunca más! Una estrella en el cielo con el nombre del amor de Anton Costa
Por Miguel Lundin Peredo
La lectura de la nueva novela de Wolfango Montes !La Habana, nunca más! me ha mostrado una realidad desconocida hasta ahora para mí: el pueblo cubano. He aprendido porque miles de cubanos deciden arriesgar sus vidas a diario huyendo a Miami en balsas donde sus cuerpos moribundos podrían convertirse en el almuerzo perfecto de los tiburones del caribe para variar su dieta alimenticia. La pobreza que se encuentra en la sonrisa de los cubanos que han sido convertidos en seres que ríen exteriormente y lloran internamente.
El personaje de la novela es un escritor boliviano llamado Anton Costa, que es hijastro de un influyente hombre de pensamientos políticos de izquierda, que nunca ha manejado un auto, que no usa computadoras y que siempre amenaza con la escritura de su obra maestra. El psiquiatra Montessori ha descubierto que Anton Costa es una alma megalomaniaca con una autoestima similar a la que mantenía en su cerebro el legendario poeta boliviano Franz Tamayo. Anton se enamora de una poetisa cubana que sufre la paranoia de ser vigilada por el ojo del castrismo en Cuba, ex-esposa de un coronel que es un fanático de la buena poesía, y que sufre cada vez que hace el amor esa condición biológica que Anton Costa llama “La pequeña muerte”, mientras que el amigo de Anton, un periodista que intenta comprender los delirios de su mejor amigo de toda la vida, investiga las razones del amor enfermizo de Anton Costa, tomando apuntes y memorizando frases de ese ser que nunca termina de comprender.
Se disfruta el desarrollo de la novela, una galería de personajes interesantes, que tienen patologías de conducta que podrían sorprender hasta el mismo Sigmund Freud. Y así aparecen en escena personajes como Constantino Heredia, un celebre pintor cubano con tendencias existenciales al suicidio, que intenta poner en vergüenza al gobierno de Fidel Castro mediante un acto de libertad personal que sólo encuentra en el intento de dar una lección a la humanidad con su muerte causada por sus propias manos. Después ingresa en la vida de Anton Costa un hombre llamado Reynaldo Quinn que ha sido amante de su amada poetisa cubana cuando los dos participaban en interpretaciones de obras teatrales famosas en La Habana.
El amigo periodista de Anton Costa, se ve involucrado en una trama de espionaje que hace que viva con la paranoia de que en Cuba todos los turistas pueden ser agentes secretos de los eternos enemigos del comandante Castro: La CIA.
En esa trama de espionaje conoce a una llamada “jinetera”, término cubano para no usar el adjetivo puta, llamada Sandra y está enamorada de los valores emocionales y afectivos del periodista narrador de la novela, que cuenta en primera persona todos los hechos sucedidos durante la invitación que él y Anton Costa recibieron para ser jurados del premio internacional de literatura de Cuba.
La novela tiene un humor refinado y lleno de ingredientes de lo mejor de la tradición del humor negro mundial. El mejor logro de este libro es su descripción de un amor imperfecto, de un amor trágico entre una poetisa cubana y el atormentado escritor boliviano que comete locuras en nombre del amor en tierras cubanas.
Fuente: Ecdótica