Tarde
Por: Hora Boliviana
Obra: Tarde. Autor: Mauricio Rodríguez Medrano.
(A continuación uno de los dos cuentos ganadores del concurso. Lo invitamos a darnos sus comentarios AXS)
La Muerte recorrió a medianoche, en forma de viento silbante, la calle principal del pueblo, hasta llegar a la plaza central; acarició la estatua de Simón Bolívar; saltó hacia una banca y rozó la espalda del Sereno, dejándole un estremecimiento que le recorrió toda la espalda; entró por la puerta principal a la casa del Alcalde y lo obligó a jugar ajedrez –lo venció en tres oportunidades-; bajó las escaleras y salió al patio; cruzó la verja y se dirigió calle arriba, a la casa de la tejedora ciega de mortajas; golpeó su puerta y la saludó ofreciéndole la mano; cruzó hacia la vereda del frente e ingresó a la casa del Adivino; se entretuvo barajando unas cartas de tarot y dejó abierta la puerta de salida para que el ventarrón desplomara todo resquicio de perennidad; caminó unas dos cuadras hasta llegar al cuartel y sonrió a un soldado que estaba de guardia; dobló la esquina e irrumpió en la hacienda del viejo Juan Lázaro, el único vendedor de ataúdes del pueblo, que había trabajado por más de cincuenta años negociando las desgracias ajenas; paseó por el pasillo de la mansión principal y marchitó unas flores barrocas pintadas en un cuadro; subió las escaleras; detuvo el péndulo del reloj empotrado en la pared que aún anunciaba las tres de la mañana; entró a la habitación del viejo; se dio tiempo para consumir las velas de uno de los candelabros; se acercó a los pies del catre, tropezó con un bacín de oro lleno de enfermedad; blandió su guadaña cegadora y la agitó al aire; se preparó para hundirla en las entrañas de Juan Lázaro reclamando su último suspiro, pero desistió hacerlo porque se dio cuenta que el viejo –roñoso, deshonesto, miserable e idiota-, tres horas atrás, ya se había muerto.
Fuente: AXS