Los vagidos del gato (o, tal vez, gata) ¿Narrativa objetivista o del absurdo?
Por: Rosse Marie Caballero
(Se ha llevado a cabo la segunda versión del concurso nacional de cuento de la Alcaldía de Cochabamba y la escritora de uno de los cuentos recomendados “Los vagidos del gato (o, tal vez, gata)” Rosse Marie Caballero, nos comenta en exclusiva para ecdótica algunos de los detalles narrativos que están detrás de historia. Agradecemos la gentileza de Rosse Marie y a nuestros lectores les informamos que tenemos uno de sus cuentos disponibles en nuestra biblioteca para su lectura y para que conozcan un poco más la narrativa de esta autora)
En el Segundo Concurso Nacional de Cuento “Adela Zamudio” 2008, convocado por la H. Alcaldía de la ciudad de Cochabamba, cuatro fueron los cuentos recomendados por su calidad, a decir del Mgr. René Rivera Miranda, presidente del jurado calificador. Entre ellos figura el cuento mencionado “Los vagidos del gato (o, tal vez, gata)” de la escritora cochabambina Rosse Marie Caballero.
Según la apreciación del artista plástico y crítico Carlos Rimassa, el relato encaja dentro de las características de la narrativa de los años 50, desgajado del existencialismo europeo: el objetivismo. Escritores como los franceses Jean Cau o Natalie Ferautte entre otros cultivan este tipo de literatura. En Bolivia, el escritor Marcelo Quiroga Santa Cruz, con su obra Los deshabitados se acerca también a este estilo. Actualmente, la ganadora del Premio Nobel Elfriede Jelinek, en su libro Las amantes caracteriza a sus personajes dentro de esta línea, emparentada muy de cerca con el absurdo. Los autores narran aconteceres cotidianos como mostrando que ‘la vida es una pasión inútil’, hechos intrascendentes, prolegómenos del SINSENTIDO existencial. Algunos directores de cine como Antonioni, con la película Los primos, se suman a esta corriente, La noche, La calle, Los primos, La hora 25, etc. concuerdan también con el estilo objetivista, estas películas muestran un transcurrir lento e incluso pusilánime de las cosas, hasta bordear la inanición.
El cuento Los vagidos del gato (o, tal vez, gata) narra el acontecer lánguido de una relación inexistente (que sin embargo existe) entre la vida de una mujer solterona, la señorita A., y el devenir de la cotidianidad de la antagonista, la señorita E., que otrora fuera su mejor (y única) amiga de la adolescencia:
“Después la señorita A. no tuvo más amigas, y tampoco tuvo vida”.
Decimos relación inexistente porque entre ambas mujeres no existe una relación comunicacional (ninguna se comunica con la otra), sin embargo, paradójicamente están relacionadas por un remoto pasado que, al parecer, fue determinante para el presente que están viviendo.
La señorita E., en su afán de hacerse guionista de obras de teatro, crea dos personajes: la señora Gittan, ‘¡quien nunca vio un árbol azul en persona!’, refiriéndose a los árboles de jacarandá, y su marido, un ex funcionario jubilado cuyo salario constituye oro en polvo para las aspiraciones de la señora. Gittan o Gitti, o simplemente G., se sale del libreto y su creadora no puede controlarla, y nadie puede sin embargo controlar a la señorita E. tampoco:
“La pizpireta de Gittan sale cuando quiere del guión; la señorita E. no la puede controlar, nadie controla, sin embargo, a la señorita E. tampoco, quien también se sale del guión. En esta historia nadie parece seguir ningún libreto; tan sólo Mlle. Aguirre, que ha venido escondiendo su amargura a través de largas noches de soledad, interna y externa”.
La historia discurre en un hálito de soledad e incomunicación de la protagonista, quien, en una época en que “diferir sobre la preferencia sexual es un execrable pecado, la señorita A. tiene que permanecer incólume ante la trizadera de su corazón. Ve cómo sus compañeros de colegio le envuelven en discretas y sutiles bromas por la atenta compañía de Eve. Según ellos, la bella A. nació echada a perder, como huevo huero, como un ángel inalado. ¿Y sus perfumes? ¡Para qué tanto alarde!”
“La señorita A., que bordea los cincuenta, ha tenido que emigrar al extranjero a buscar empleo (o marido, que es lo mismo). En el extranjero quizá pueda ser alguien. En su país no es nadie. La señorita A. no es nadie, concretamente una solterona, y quiere ser alguien, concretamente una mujer”.
La señorita A. vive la soledad que ella misma se impusiera por ser diferente al común de la gente. Sueña y ama en silencio con su amiga de antaño, la antagonista señorita E.; sin embargo, ante la menor posibilidad de aproximación entre ambas la protagonista huye, convirtiendo la historia en un eterno ciclo de idas y venidas.
Los vagidos del gato (o tal vez gata) no enseña nada, no pretende nada, apenas narra algo, apenas denuncia entre líneas la alarmante soledad de sus personajes, apenas se aproxima a la realidad escondida en sus corazones y sus más intrínsecos deseos:
“La señorita E. piensa que su obra está saliendo de toda lógica, que se está desviando; no va a ninguna parte, no parece una obra literaria, más bien una baba, “casi una secreción”… (como denomina Marcelo Quiroga Santa Cruz a su novela Los deshabitados)… No dice nada, no es nada, no va a nada, no llega de nada. Es un absurdo. La señorita E. está consciente de que no llegará a su meta: hacerse escritora, como tanto le pide papá”.
En esta historia la vida parece ser una pasión inútil.
Fuente: Ecdótica