80º aniversario de Carlos Fuentes
Por: Ramón Rocha Monroy
La obra de Carlos Fuentes nos deslumbró en los albores del boom latinoamericano. Lo recordé anoche, al enterarme que celebra su 80º aniversario con la publicación de la novela La voluntad y la fortuna (Alfaguara. Madrid, 2008. 552 páginas. 19 euros. Sale a la venta el próximo miércoles, día 8, según informa este sábado el suplemento Babelia, de El País) y viendo el documental “Fuck” en HBO, que habla de la fortuna de esa palabra que tantas delicias provoca.
Recordé a Fuentes porque él vindicó el verbo mexicano chingar, que significa lo mismo, y además tiene la misma versatilidad de fuck. Creo que en la región más transparente, novela de hace 50 años (gulp), dedica un largo párrafo a la bendita palabra que tantos sentidos tiene, pues cuando uno dice Chingón, dice Qué capo; pero Vete a chingar es un insulto; Chingaderitas las mías es un autoelogio, pero No me chingues depende de la entonación para ser una advertencia o denotar asombro. Jijos de su rechingada suena feo pero es también una expresión de júbilo; Chingaquedito es mosquita muerta. Fuentes registra al menos un centenar de acepciones de esta pinche palabra madre de tantos sentidos.
El 91 escuché en el DF una entrevista a Carlos Fuentes en un programa radial conducido por un buey de aquéllos, más ceremonioso que una nota periodística, je. Sin embargo Fuentes aprovechaba incluso las preguntas más cojudas para contestarlas con frases amables, anécdotas y juicios inteligentes. La cosa es que Fuentes decía: No, don Ramón, Escúchame Moncho, No Monchito, porque el buey se llamaba como yo. Transcribí la entrevista y la envié a Cochabamba; y cuando volví, algún amigo despistado me dijo: Leí la entrevista que le hiciste a Carlos Fuentes. Muy amigo tuyo, ¿no? Hay que ver cómo te trata: Moncho, Monchito… Pero la verdad es que jamás tuve el honor de verlo ni siquiera de lejos.
En la entrevista más reciente, publicada ayer en Babelia, dice estos conceptos que denotan la claridad de su pensamiento: “La seguridad es algo que depende mucho del tráfico de drogas y el mercado de la droga está en Estados Unidos. México es un país de tránsito, ahora es un país de producción y de tránsito, pero los capos mexicanos son “cantinflas”, son gente muy secundaria… En cambio, los grandes intereses ya sabemos que están en Estados Unidos. ¿Adónde va el dinero generado por la droga? Va de México a Estados Unidos, y allí lo limpian los bancos. ¿Y quiénes son los grandes capos? No se sabe. Hay una responsabilidad muy grande de los norteamericanos al no atacar realmente este problema, y una responsabilidad nuestra al no lograr la unión de seis, siete, ocho países que despenalicen el uso de la droga, que sería el primer paso. Que tras la despenalización va a haber más consumo, es cierto. Cuando Roosevelt despenalizó el alcohol no dejó de haber borrachos, lo que dejó de haber fue “Alcapones”. Éste es el paso realmente importante que deberíamos de dar. Nadie se atreve porque les parece un pecado permitir el uso de la droga. No es permitir el uso. Es despenalizar, algo diferente”.
Fuente: Opinión