“98 segundos sin sombra”, una novela radical
Por: Magela Baudoin
Leí “98 segundos sin sombra” cuando era todavía un manuscrito y no tenía nombre; al menos no el nombre con el cual ha recibido bautizo poético la nueva novela de Giovanna Rivero. Acabo de releerla, en la versión finalísima que ha publicado la editorial Caballo de Troya en España y Argentina, y he tenido la misma sensación de sobrecogimiento que tuve la primera vez. Sólo que, tratándose de una relectura, la experiencia es mucho más que una confirmación. Recuerdo que la primera vez la leí de un tirón preguntándome hasta dónde y de qué manera iba Giovanna a mantener toda aquella intensidad. Mi segunda lectura, que no quise hacer en una sola noche precisamente para escudriñar allí donde la emoción y la sorpresa inicial nublan la vista, ha sido un arponazo limpio, que me ha dejado herida por días.
Digo herida porque hay una inquietante y desolada belleza en cada uno de los personajes de esta novela –especialmente en su protagonista, Genoveva–, que interpelan al lector desde su lugar en el margen (¿o en la sombra?). Ese “margen” que a estas alturas ya tiene raíces gruesas y profusas en la literatura de Rivero y que constituye no sólo un estilo muy personal sino –ya lo he dicho alguna vez– un universo simbólico, un sistema ético y estético, y toda una cosmogonía en la que podemos adivinar porque se escurre de las paredes una visión política del mundo. Genoveva, por dar un solo ejemplo, es digamos un personaje heroico; qué duda cabe. Pero de una épica un tanto desmañada (falta de habilidad y de destreza en el mundo adulto) que, sin embargo, nos devuelve la fe y nos doblega con todo su valor y con toda su condenada honestidad.
No voy a dar más que indicios de esta novela pues merece ser descubierta. Sólo decir que, para suerte de sus lectores, “98 segundos sin sombra” es una pieza original y abiertamente arriesgada. A contracorriente del canon establecido, Rivero no planta preguntas sino respuestas. No muestra el agua sino que se moja las manos. Narra un espacio y un tiempo mayor al de los bordes de la trama. La novela ocurre en un pueblo chico, Therox (¿de Santa Cruz?, ¿de Tamaulipas?, ¿de Cali o de Santa Fe?), que mareado por el auge del narcotráfico y urgido por su provincianismo, por sus ganas de mundo, termina pringado de esa jalea dulce, pegajosa y terriblemente espesa que es la tan anhelada modernidad. Lo interesante es que ese provincianismo resulta ser, simultáneamente, veneno y salvación, dependiendo de las circunstancias y los personajes. En mi opinión, ahí está la clave que hace que esta historia se resignifique a cada paso y que, con todas sus marcas de nacimiento, termine siendo universal.
Ya en este punto, tal vez haga falta ofrecer algunas coordenadas sobre Caballo de Troya pues si bien a nivel internacional es un sello de gran carácter e importancia, en Bolivia prácticamente se le desconoce. Se trata pues de una editorial con perfil “independiente” (eso es: elige guiada por otros criterios además de los del marketing y las “tendencias”), paradójicamente integrada al mega grupo Penguin Random House (que cobija también a Sudamericana, Lumen, Debate, entre otras). De manera que estamos ante una gran salto en la carrera de Giovanna Rivero.
Caballo de Troya, a decir de su director editorial, el celebérrimo Constantino Bértolo, busca libros que ofrezcan un ángulo inesperado; que no sean experimentales pero sí osados…; que sean una literatura con capacidad para reflejar un espacio y un tiempo. Ni más ni menos. Eso es “98 segundos sin sombra”: una novela radical. No hay cómo perdérsela.
Fuente: Lecturas