Las visiones
Daniel Genís
El escritor boliviano Edmundo Paz Soldán puede que no sea de los autores más conocidos en nuestro país, pero es una voz a tener muy en cuenta dentro del panorama del fantástico en general y del escrito en lengua española en particular. Autor de diez novelas, entre las que destaca Iris (2014), como buen sudamericano no ha desatendido nunca el género del cuento, como demuestra su última obra, esta peculiar antología de ciencia ficción titulada Las visiones.
Paz Soldán no escribe de la manera acostumbrada. Si conocéis su obra quizás estaréis prevenidos y estas líneas no os hagan ninguna falta, pero si habéis decidido iniciaros en el autor por este libro, me parece que esta precaución no está de más. Su prosa es sugerente, lírica. Calla más que dice. Sus referentes del género, además, son las grandes novelas distópicas clásicas del siglo XX: Orwell, Huxley. Por todo ello, es necesario advertir de que este libro no es para todos los públicos y que más de un lector ávido de acción puede quedar escarmentado. Para algún otro, en cambio, tal vez aquel poco amigo de los libros más convencionales del género de la ciencia ficción, será motivo de gozo intenso.
Las visiones son catorce relatos, autónomos pero interconectados (por personajes, lugares, situaciones) que suponen una revisita al mundo onírico y personalísimo que ya habíamos conocido en su novela Iris. Iris es una región tóxica, un mundo crepuscular, el epicentro del fin del mundo de un futuro no muy lejano al nuestro, y donde se libra una guerra entre un régimen opresor y la resistencia. Xavier, el capitán Reynolds, el dios Xlött, Orlewen, el Perímetro… aparecerán de nuevo en estos 14 cuentos, componiendo la sensación de que Iris es mucho mayor. Mucho más auténtica. Un auténtico mito.
El primer cuento, titulado precisamente “Las visiones”, nos presenta un juez que ha perdido la fe en la justicia y al que visitan antiguos condenados, en forma casi de apariciones fantasmales. El segundo, “Temblor-del-cielo” nos habla de las relaciones familiares y del extrañamiento que siente una niña especial, que ve cosas que aún no han pasado. El relato es además una buena manera de entrar en el particularísimo mundo del autor a través de su lengua, mezcla de neologismos (aquella peculiar adopción de anglicismos que caracteriza muchas hablas iberoamericanas) y una lengua intencionadamente rural, casi primitiva. Uno de los alicientes de la recopilación, sin duda. “El ángel de Nueva Isa”, en cambio, ofrece una buena posibilidad de familiarizarnos con el particular tono profético del libro, a partir de la presentación del panteón de Iris, en especial aquel extraño dios de ecos lovecraftianos, Xlött. También se anuncia el Advenimiento de un esperado fin del mundo, proclamado por falsos profetas, que más que visiones divinas sufren alucinaciones lisérgicas, provocadas por drogas que les han devorado la mente.
“Queríamos escaparnos a otros mundos y lo hemos logrado. Rechazábamos esta realidad y nos ha llegado el premio”.
En una línea similar, el siguiente cuento, “La casa de la Jerere”, profundiza en estos cultos y confronta dos ideas claves en el autor: Fe y azar. De la misma manera que en el mundo distópico del relato conviven varios dioses, viejos y nuevos, en la realidad los pueblos americanos también hubo un tiempo en qué tuvieron que casar los viejos dioses precolombinos con el nuevo dios judeocristiano. ¿Podemos interpretar como rémora de este segundo dios impuesto la importancia que da el autor en sus relatos al remordimiento y a la culpa?
“Los pájaros arcoíris” destaca por la forma en que está escrito: como si fuera una carta, dirigida por un narrador en primera persona a un lector que desempeña el papel del “tú”, desaparecido. Personalmente, sin embargo, “Doctor An” me ha dado la impresión de ser uno de los mejores de toda la recopilación. Aquí se nos aclaran algunos de los conceptos que hasta ahora sólo se habían ido insinuando: la guerra sucia contra los insurgentes, las prácticas terribles de control de la mente que se llevaban a cabo en la Casona con los prisioneros… El doctor An es un nombre que ha ido apareciendo a lo largo de otras historias. Es el doctor Mengele de este mundo futuro e igual de bárbaro que el nuestro. Aparece, además, una idea original, fusión nuevamente de varios cultos religiosos: el karma es aquí, en esta vida, y no después, en la otra. Otra vez la idea del remordimiento y la necesidad de expiación.
“No hay más allá no hay más allá. Todo se paga ki y no hay más”.
“Luk” introduce otro dios del panteón irisence: la Jerere, la diosa de dos caras, una buena y otra mala. Tiene que ver de nuevo con la idea apuntada anteriormente de la dualidad y el azar, característica de la voluntad divina. Otro de los relatos más redondos en mi opinión es “Artificial”. Se trata del relato en 1ª persona de una hija, que nos cuenta cómo su madre, una soldado distinguida, fue herida gravemente en combate y cómo, debido a los implantes que le han tenido que colocar, ha perdido su condición de humana. ¿Recuerdan aquella película, Johnny Got his Gun? Pues algo parecido. Una buena excusa para discutir sobre los límites de la condición humana y lo que la define.
“Los tigres de Kondra” es una nueva muestra del poder aniquilador de la droga como arma de control mental. La frontera entre la realidad y la ficción, y la introducción del monstruo Malacosa, de sabor muy americano, confieren también un buen número de alicientes a este cuento. “Anja”, en cambio, se aleja de las coordenadas exploradas hasta ahora y hace mención, usando una preciosa prosa poética, a otro tema que parece interesar también bastante al autor: el trato que dispensamos a los animales. El del animalismo también es el tema de la historia que viene a continuación, “El rey mapache”. Haciendo uso de una fina ironía, el autor nos enfrenta a algunas de las contradicciones de las sociedades avanzadas: ¿Qué juicio merece una sociedad que maltrata a los animales? ¿Más policía implica siempre más seguridad?
“Dragón”, “El próximo movimiento” y “El frío” abordan de nuevo la experiencia lisérgica inducida por los torturadores a sus víctimas en estas prácticas de guerra sucia. Los buenos, los malos y la idea del mal menor serían sólo algunos de los temas que Edmundo Paz Soldán pone sobre la mesa en esta traca final. En definitiva, pues, 14 relatos que, si bien individualmente son apreciables, en conjunto y entendiéndolos como partes de un todo mayor dispensan a quien se atreve a leerlos una experiencia única y original, de la que costará días recuperarse.
Fuente: El biblionauta